13.

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Amber.

Cuando me desperté al día siguiente, a pesar del dolor de cabeza inmenso que hacía que me diera vueltas, no pude dejar de darme cuenta nada más salir al pasillo y ver la puerta del dormitorio de enfrente abierta de par en par de que Ethen se había ido de casa. Y no había hablado con él, pero estaba casi por completo segura de que no pensaba volver a casa en al menos unas horas.

Bajé la escalera y entré en la cocina esperando no encontrar a nadie. Ahí estaba Harvey, sentado en la encimera con una galleta de chocolate en la mano. El ruido que hizo la puerta de la cocina al cerrarla le sacó de su ensimismamiento haciendo que levantara la mirada del suelo para dirigirla a mi. Yo agarré el paquete de galletas de chocolate de su lado en la encimera, de donde había sacado la suya.

-¿Sabes algo de Ethen?- le pregunté nada más ver que me estaba prestando atención.

-Buenos días a ti también Amber.

-Lo siento, ayer... discutimos, y no sé qué hizo. Pero buenos días Harv.

-Y no sé nada de Ethen, supongo que estará con Emily.

Al parecer la noticia solo me había llegado a mi por el momento.

-Lo dudo- murmuré.

-¿Qué has dicho?

-Nada, da igual.

Harvey solo asintió. La puerta de entrada se abrió y se volvió a cerrar y mi hermanastro y yo volvimos a cruzar miradas.

-¿Crees que...?- empecé a preguntar.

-Me da a mi que sí- me interrumpió fijando la mirada en algo a mi espalda.

Me giré. Ethen. Ethen estaba en la puerta de la cocina mirándome fijamente a mi por primera vez desde lo que había pasado la noche anterior.

-¿Dónde has ido?

-No te importa- me dijo pasando por mi lado.

Harvey se levantó y me dio un beso en la mejilla antes de desaparecer de la cocina. No le culpé, yo en su lugar, viendo las miradas que nos estábamos lanzando nosotros dos, habría hecho exactamente lo mismo. Oí a Ethen suspirar. Estaba mirando por la ventana, ignorando por completo mi presencia a su espalda, hasta que se giró fijando de nuevo su ojos oscuros en los míos.

-¿Cómo te encuentras?- me dijo con un tono de voz dulce que hizo que abriera levemente la boca de sorpresa.

-Podría estar mejor.

-Normal- suspiró.- ¿Necesitas algo?

Negué con la cabeza, mirándole a los ojos e intentando ir con pies de plomo, para que su actitud no volviera a cambiar en cuestión de segundos.

-Si no me equivoco mi hermano me dijo que hoy por la tarde tenías clase de ballet... ¿Quieres que vayamos a comer algo y te llevo después? Me gustaría... Ver tu primera clase, estar presente, si no te importa- me dijo poniéndose la mano en la nuca haciendo que se le levantara levemente la camiseta blanca que llevaba puesta.

Qué. Cojones.

¿Había empezado el día hablándome como si me odiara y ahora me estaba hablando como si le importara? ¿Me había dicho de verdad que fuéramos a comer juntos o los efectos de lo que fuera que me echaran anoche me hacían tener alucinaciones? Definitivamente este chico y sus cambios de humor iban a acabar conmigo tarde o temprano.

-Claro, si a ti no te importa llevarme por mi... por mi bien- dije agarrando un paquete de galletas del armario.

-Vale, pues es casi la hora de la comida así que cuanto antes sueltes ese paquete de galletas y vayas a vestirte antes iremos a comer. Y llévate una pastilla para antes de la clase de ballet, ya sabes, por si la resaca te da aún más fuerte después- me dijo apartando la mirada de mi para volver a clavarla en la ventana.

Ramé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora