Capítulo 3

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Era un chico alto, bronceado, se paró cerca de la ventana y parecía como si cada mechón de su cabello tuviera oro, de aproximadamente 1.70 de estatura, sus ojos extremadamente azules que podría jurar que los veía color violeta, sus ropas eran de ceda y vestía muy elegante, completamente de negro, con broches bañados en oro en su saco y zapatos de piel.

Me vio fijamente a los ojos y me preguntó cómo me sentía, su voz era muy varonil e hipnotizante.

─ ¿qui... quién eres tú? ─ pregunté con voz tímida

─ Mucho gusto Katrina, soy Nevis.

─ ¿Nevis? ¿Tú?  ¿En verdad? ¿El mismo que me dejo a mi suerte ahí afuera sin saber qué hacer con mi vida ni a dónde ir? oye, eres muy cruel y mentiroso, además, ¿Cómo es que sabes mi nombre? explícame que estoy haciendo en este lugar ¿dónde estamos? Quiero irme ya, no quiero relacionarme con gente mentiros…

─ oye, oye, tranquila, entiendo que estés molesta, pero, déjame explicarte.

─ bien, te escucho, Nevis. ─ dije en tono despreocupado.

─ Te pido disculpas, no puedo dar muchos detalles, tuve algunos problemas que resolver y se me fue imposible salir del castillo esa mañana, no sabes lo desesperado que me encontraba, por favor perdóname, al día siguiente me dispuse a buscarte por el pueblo, pero resulta que nadie te había visto por aquí, pensé que al final habías decidido no venir y…

─ espera, has dicho… ¿castillo?

─ Oh, así es, vivo aquí. Estas en el castillo.

─ ¿podrías explicarme por favor quién eres? Estoy muy confundida con todo esto. ¿por qué alguien de la realeza querría hablar conmigo? para empezar ¿por qué me buscabas?, no me digas que tú… ¿tú eres el rey?

─ ja, ja, ja, no, tranquila, quita esa cara pálida. Soy el hijo de la reina.

─ ¡¿Qué?! ¡Dios! ¿Y lo dices así? ¡Es casi lo mismo!

─ bueno, pero, ¿qué de malo tiene?

─ nada, pero ¿qué hace una chica tan ordinaria como yo en un lugar como este y frente a un príncipe? oh, ahora que lo recuerdo, el hombre de ayer, iba a matarme y tú me defendiste, gracias, te debo la vida, pero bien, entendería si solo estoy aquí por causa de una buena obra como esa, pero esa carta… vaya por favor al grano señor príncipe y dígame cual fue el motivo de esa carta.

─ ok, para empezar, no es necesario que te dirijas a mi como señor príncipe, dime Nevis. El motivo de esa carta es porque mi madre me encargó buscarte, no te espantes ella no es mala, no queremos hacerte daño, no me quiso dar detalles, pero ella misteriosamente te conoce y quiere ayudarte, Katrina.

─ sigo estando muy confundida con todo esto, Nevis. Pero está bien, voy a confiar en ti.

─ gracias, ahora ven, vamos, te llevare con mi madre.

─ oye, espera, pero, ¿ya? ¿en estas fachas? ¿Puedo presentarme así ante una reina?

─ ja, ja, ja, eres muy divertida. Descuida, mi madre no se fijará en eso, te lo aseguro.

─ si tú lo dices…

Bajamos muchísimas escaleras para llegar al gran salón donde se encontraba la reina, había demasiadas personas, aunque la mayoría parecían ser cortesanos, todos con sus trajes finos y peinados ostentosos, me sentía como nada en medio de todas esas mujeres tan elegantes y hermosas, además el cuarto estaba rodeado de guardias que parecían orcos enormes y musculosos cada uno con espadas y escudos llenos de diamantes.

Todos dirigieron su mirada a mí, y yo como siempre recordando a esas princesas de los libros bajando las escaleras con vestidos de ensueño mientras todos abajo las observan admirados.

Aunque claro en este caso es muy distinto, para empezar, no soy ninguna princesa y tampoco traigo un vestido bonito, lo único cierto es que todos me observan abajo, pero no con admiración, logro leer dudas en su mirada, claro, ya se han de estar preguntando que si quien dejo entrar a la vagabunda.

Termine de bajar y me quede viéndolos desde una distancia considerable.

─ Hola, querida, acércate, no seas tan tímida ─ dijo la reina ─ me acerqué e hice una reverencia. ─ preséntate ante todos, dijo.

─ Hola, mi nombre es Katrina Müller, dije con voz temblorosa.

─ ¿Katrina? ¿Müller? ¿Es quien estoy pensando? Dijo una voz femenina que estaba a mi izquierda.

─ Eh, puedes tomar asiento querida, interrumpió rápidamente la reina. Te he mandado llamar porque quiero hacerte algunas propuestas ─ repuso.

─ La escucho señora ─ dije aun llena de dudas. pero no quería precipitarme o ser grosera al hacer tantas preguntas a la vez.

Ella me sonrió, era una señora tan delicada, se veía muy joven aun, sus ojos eran celeste, su rostro muy fino, era una mujer alta, llevaba una corona sobre la cabeza, llena de perlas y diamantes, me preguntaba cómo podía cargarla, se veía muy pesada.

─ quiero proponerte que trabajes para mí, aquí en el castillo. Sé muy bien que eres una excelente pintora, me gustaría primeramente que me hicieras algunas pinturas, a mí también me encanta el arte ─ dijo.

─ yo… no, no sé qué decir ─ dije extrañada por tal propuesta. Claramente me vendría bien ya que no planeo regresar pronto a casa de mis tíos, pero ¿yo?  ¿en este enorme castillo? ¿trabajando de lo que amo, para una reina? Pff. ¿estaré soñando? No lo creo, lo que yo tengo son siempre pesadillas, nunca sueños…

─ he sabido de tu enfermedad, no me preguntes cómo pero tampoco desconfíes, pequeña. Quiero ayudarte, tenemos los mejores médicos aquí en el castillo, además te ayudaremos en tu propósito. Sé que estas buscando pistas sobre tu pasado, pasado que no puedes recordar ¿cierto?

No sabía que decir, es que, ¿Cómo es que toda esta gente desconocida sabía tanto de mí? Pero ya basta, ¿Qué más podría perder? No me queda nada.

─ Acepto ─ dije.

Abril Elvard ©

Las Memorias de KatrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora