𝐌ó𝐧𝐚𝐜𝐨 | 𝐒𝐞𝐫𝐠𝐢𝐨 𝐏é𝐫𝐞𝐳 |

Capitulo 9

Madeleine
Montecarlo, Mónaco.

Los sábados no hago nada nuevo, por lo regular siempre voy a clases de Danza árabe y después veo películas con Bella.

—¿Quieres que te lleve?

—No me voy caminando.

Sin protestar Bella se fue a la cocina en busca de su próxima presa. Bella era la chica que podía comer 3 litros de helado y no subía ni un kilogramo. En cambio, yo siempre me he tratado de cuidar para no subir de peso, pero aun así envidiaba a mi hermana.

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El baile implica todo un proceso, desde memorizar todos los pasos e ir contando en la mente para ir al ritmo de la música. Hasta entrenar por días para poder aguantar rutinas de 2 min.

Ser bailarina de Danza árabes implica muchas cosas, una de ellas es tener una buena complexión, toda mi vida he sido muy flaca no soy el estereotipo de una mujer modelo y no pienso serlo.

También desde que tengo memoria hago ejercicio, cuando dije que había hecho de todo era verdad. Un tiempo creí que la gimnasia rítmica era lo mío, pero según mi instructora mis glúteos grandes impedían ser una buena gimnasta.
A los 14 me caí de una montaña lo que provocó unas heridas en mi estómago, no fueron tan graves, pero aún siguen ahí. Desde ese entonces me acomplejé con mi físico, tenía miedo de que se burlaran de mí.

Con el tiempo entendí que las cicatrices ni ninguna enfermedad me tenían que acomplejar, mi cuerpo hace muchas cosas por mi día a día y se lo agradezco. Por eso deje de lado los estereotipos de las mujeres perfectas, las que salen en los programas y después quieres ser como ellas.

Me enfoqué en crear mi yo verdadero, la danza me trajo esa parte.

La salud mental y la autoestima es mucho más importante de lo que digan las demás personas, comprendí eso mucho más tarde. Toda mi adolescencia me sentí menos conmigo misma.
A los 9 años la descubrí, y después de eso no la dejé. Tiempo después seguí en la danza y descubrí que fue esa pequeña cuerda que me ayudo a salir de la depresión generada por la separación de mis padres.

Existen atajos a la felicidad y la danza es uno de ellos.

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Entrenar parece más fácil de lo que es, me terminaron doliendo las piernas de regreso a casa. el sudor es de mis cosas menos favoritas, en especial cuando comienza a hacer frio.

Puse la música que sonara en mis audífonos esperando pronto llegar e ir a comer.

Mi sorpresa fue otra, una llamada entrante de mi celular me cambio la noche.

—Hola mady.

—Hola Checo ¿Como estas?

—Bien, oye sé que puede sonar raro —Se escucharon risas —Es que Max y yo quemamos la cena y te pensábamos invitar, no sé si quieras venir.

—Ah muchas gracias, vengo saliendo del gimnasio —Que pena que me vean así — Crees que en media hora nos veamos.

—Si está bien en lo que buscamos más comida, te parece si pasamos por ti.

Le indique donde es mi casa para después despedirnos. La verdad es que pienso disfrutar estos días mientras Checo está en Mónaco.
Llegando a casa trate de aprovechar el tiempo que me queda antes de que vengan por mí.

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Mi pantalón negro y una blusa corta junto con algunos collares fueron lo mejor que pensé, el maquillaje y yo casi no nos llevamos bien por lo que solo me puse brillo de labios.