7 +El castigo+

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Despierto suavemente y recordando lo que estaba haciendo antes de desmayarme me apresuro para seguir adelante pero al intentar levantarme algo no me lo permite

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Despierto suavemente y recordando lo que estaba haciendo antes de desmayarme me apresuro para seguir adelante pero al intentar levantarme algo no me lo permite. Mis ojos se acostumbran a la luz y diviso la silueta de Elina que me mira decepcionada. Observo mis manos atadas a los lados de un gran tronco y no comprendo lo que pasa.

—Yo confiaba en ti, humano —masculló, acercándose un poco.

—Elina, perdóname. Yo...

—¡Cállate! —Gritó enfurecida—. Jamás creí que harías semejante cosa, yo pensé que eras un buen hombre pero resultaste ser el peor. ¿Cómo pudiste traicionarme de esta manera? —Lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

—Estaba desesperado, no pensé bien las cosas solo pensaba en mi madre y que si no volvía con el dinero ella va a morir —confesé sollozando.

—Eres un canalla. Te di mi confianza y mañana ibas a tener todo el dinero que quisieras. ¿Te costaba esperar un día? —Limpió con rabia sus lágrimas—. La traición hacia un hada es algo que se debe pagar y lo sabes.

—Por favor, perdóname. No quería traicionarte... Yo te quiero.

—Lo siento, se escapa de mis manos las consecuencias de tus actos. Yo creía en ti, te elegí como digno para ser mi esposo y prometimos cuidar nuestros corazones. Las promesas se deben cumplir, Jarom —pronunció mi nombre con desdén—. Robarle a un hada es un crimen fatal pero romper su corazón es mucho peor y tendrás que pagar —las palabras salían de su boca como afiladas cuchillas.

—Nunca quise tu fortuna, créeme. Siempre fui sincero con lo que siento y por eso jamás te comenté de nuestra difícil situación familiar —mi voz se quebraba—. No me dejaste opción... Pensé que suplicarte haría que me ayudaras pero no conseguí nada de ti. Me duele herirte pero me dolerá más ver morir a mi madre.

—¡Cállate! —profirió apuntándome con su dedo índice—. No trates de culparme por tus actos. Eres igual a otros, solo querías mi fortuna y si no te hubiese puesto a prueba, mañana habrías obtenido la mitad de todo.

En mi mente un oscuro pensamiento se hizo presente. «Si no te hubiese puesto a prueba...». ¿Eso quiere decir que Elina me colocó en esta situación para probarme? O sea, ¿ella quizás fue la causante de la pérdida de la cosecha? Eso tendría mucho sentido porque no encuentro otra forma lógica de explicar lo que pasó con las manzanas.

—¿Tú dañaste nuestra cosecha? —Pregunté apretando mis dientes.

—¿De qué estás hablando? —Inquirió el hada.

—¿Acaso no te había demostrado que no quería tu fortuna, que tuviste que dañar nuestra cosecha para ponerme en una situación tan difícil? —Mi enojo opacó la tristeza que siento—. ¿Cómo pudiste? Siempre pensé que traías buena suerte a mi vida pero me equivoqué, eres cruel y no te importó hacer tal daño para hacer una estúpida prueba —escupí las palabras con cierto odio.

El tesoro de un duendeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora