Epílogo

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Siempre le habían asustado las alturas pero esta vez no sentía ni un poco de vértigo.
Miró como si nada por debajo de ella, viendo la enorme altura que la dividía del suelo cubierto de césped.
Ninguna pregunta cruzó su mente. Que más daba si dolía la caída, si su familia lloraría otra pérdida, si en verdad iba a hacerlo...
Dejar de vivir.
Observó el cielo. Ya se había acostumbrado a verlo nublado.

Una parte de su interior gritaba: ¡No lo hagas! conforme se iba acercando hacia la orilla. Ahora estaba ahí, a solo un paso. Llevaba ya 2 minutos parada sin hacer más, mientras la voz de la razón no dejaba de hablarle en un intento por salvarla.

Ese lugar, su antigua escuela, siempre le traía recuerdos. Quiso pasar lo que ella pensaba serían sus últimos momentos de vida en lugares donde estuvo con Alrick, siendo el último la universidad donde se graduaron.

Ahí quería ponerle fin a todo.

Estaba tan decidida cuando llegó, pero ahora flaqueaba. No tenía idea del porqué.

Un rayo tronó con fuerza, haciendo que se sobresaltara. Abrió muy bien los ojos y vio de nuevo desde la cima del edificio donde estaba.
— ¿Qué estoy haciendo? — Se dijo a sí misma, desconcertada y atemorizada, retrocediendo un poco.

No tenía miedo de morir, simplemente... no quería tener que llegar a ese extremo.

Pero a la vez pensaba en lo mucho que deseaba simplemente terminar esa agonizante tortura, que la ausencia del rubio le había provocado. No se imaginaba tener que llegar a su casa y ver que no estaba ahí. Despertar en la mañana sólo para recordar que él se había ido. Vivir una vida sin Alrick. No podía hacer eso.

Sintió que la cabeza le daba vueltas con tanto pensamiento. Cayó de rodillas, sintiéndose cada vez peor mental y físicamente.

Un estruendo la sacó de su ensimismamiento. Al levantar la mirada no pudo dar crédito a sus ojos ante lo que tenía enfrente.

Era... ¿Un tren?

Pero no era cualquier tren. Lo reconoció, era muy parecido a los que había en la estación a la que solía ir con su esposo cada vez que salían de viaje. Aunque eso no daba respuesta a su pregunta: ¿Qué estaba haciendo un transporte tan grande como ese en el techo de una universidad?. Evidentemente, algo no estaba bien.

El tren corría a una velocidad extraordinaria, soltando una ráfaga de viento que despojó a Amelia del gorro de la capucha que le cubría la cabeza. El ferrocarril se detuvo, abriendo una de sus puertas frente a ella. El interior estaba muy oscuro.

La castaña ya no sabía que pensar. Su mente estaba en blanco y sintió de pronto una extraña e incontenible necesidad de subirse.

Así fue que, sin darle más rodeos al asunto, decidió dar un paso enfrente con la intención de entrar. Una luz deslumbrante fue todo lo que vio antes de todo se volviera negro.


My Person | Infinity TrainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora