31. Cuando Un Amor Sale Por La Puerta

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Eran casi las dos de la mañana cuando decidieron irse de ese bar para acabar la noche en alguna discoteca de la zona. Violeta no tenía ninguna ganas de ir. Su nivel de socialización ya lo había sobrepasado hacía rato. Y además quería dejar a sus dos amigos solos porque a medida que había avanzado la noche parecían haber congeniado mucho más.

Las miraditas y las indirectas entre ellos no habían cesado en ningún momento y se notaba que "algo" estaba pasando o querían que pasara. Violeta le había dado una llave de su casa a Ferran para que volviera cuando le diera la gana. Ella lo único que quería era acostarse y olvidarse del mundo.

- Chicos, yo me voy a casa -les dijo Violeta bostezando- estoy cansada. Pero id vosotros ¿vale?

Ferrán y Alba se miraron. Ella mordiéndose el labio porque no tenía ningunas ganas de irse. Sobre todo porque quería seguir hablando mucho más rato con el chico. Bueno hablando, lo que quería era besarlo desde que lo había conocido. En su vida había sentido lo que era un flechazo tal y como a alguna de sus amigas les había pasado. Pero que Ferran la mirara y ella sintiera que se derretia, que le hablara al oído con esa voz tan sumamente sensual, que su corazón latiera deprisa cuando él la rozaba y querer que la besara hasta que le dolieran los labios, si eso no era un flechazo, ¿entonces que sería?

- Yo creo que me voy a quedar un rato -le dijo Ferrán- quiero ir a esa discoteca que dice Alba

- Pues nada. Que lo paséis bien - Violeta paró un taxi y se despidió de sus dos amigos mientras se montaba en el vehículo aguantandose la risa de ver las miradas que se echaban los dos

Ferran miró a la castaña de ojos claros con las manos en los bolsillos. Era bastante guapa y desde que la había conocido se había olvidado incluso hasta de León. Para que engañarnos, lo tenía loco. Esa forma de hablar, como se mordía el labio cuando se reía, como lo miraba fijamente cuando hablaba y sobre todo, lo bien que olía, joder, si es que todo en ella le gustaba.

- ¿Donde está esa discoteca? - le preguntó él mientras los dos se miraban algo nerviosos y empezaban a caminar sin rumbo

- Cerca del puerto, pero vamos, si no te apetece, no tenemos por qué ir... estará a tope de gente...

- ¿Y donde podríamos ir entonces?

- A mi casa

Alba sintió como se sonrojaba mientras lo decía. Había sido muy directa con Ferran. Quizás era una locura sobre todo porque acababa de conocerlo, pero tenía unas ganas terribles de estar con él, pero terribles y si, estaba muy, muy cachonda por su culpa. Ferran la miró esbozando una sonrisilla a la vez que se mordía los labios.

- Pues a tu casa entonces - le contestó el moreno sin dudarlo 

- Perfecto

- Pero antes...

Ferran se acercó a Alba y sin darle tiempo ni a pensar, la agarró de la cintura y estrelló sus labios con los de ella dándole un beso que los dejó a ambos sin respiración. Ferran la besaba de una forma salvaje, primitiva, buscando que ella se lo diera todo y se entregará a ese beso con toda su alma. Los labios del chico sabían al último chupito de cereza que se había bebido y cuando su lengua atrapó la de ella para lamerla con ansias, Alba creyó morir. Tal y como a él le pasaba. Se separaron y Hera sintió que las rodillas le temblaban y una punzada de deseo en su vientre.

- Joder Alba - Ferran se acercó a su oído para hablarle de una manera muy sensual- que ganas de escucharte gemir mi nombre mientras te corres

Más tarde...

Cuando llegaron a casa de la chica, no les dio ni tiempo a llegar a la cama. Ferran la agarró de la cintura y volvieron a besarse de la misma forma arrolladora que antes. Empezaron a quitarse la ropa con prisas sin dejar de besarse y acariciarse. Acabaron en el suelo del comedor encima de una alfombra. 

Aritmética PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora