LILITH
¿Sus pupilas siempre han brillado como lo hacen sus ojos? O..., ¿estoy alucinando, y empezando a ver cosas que en realidad no están ahí?
¡Argh! ¡Este medicamento no está surtiendo efecto! Siento que en lugar de mejorar estoy empeorando. No hay prueba más grande que ésta: dejar que él me toque y bese la piel de mi cuello como le plazca.
Y..., aunque odio que lo haga, también me gusta, satisface, cambia por completo mi manera de sentir a un hombre, y, adoro que así sea, que sea él quien me esté seduciendo de un modo dulce, embriagador y casi posesivo.
Sus manos en mis caderas, se meten bajo la tela de mi blusa, sintiendo la piel expuesta de mi cintura, que se eriza con su tacto, haciendo que mis pezones se pongan duros como piedra bajo las copas del sostén.
Oh, no...
No quiero perder el control, pero sus besos y manos, en esos puntos específicos que activan ese calor en mi vientre, me la ponen difícil.
No lo entiendo, Leviatán no me gusta, ni un poquito. Entonces, ¿por qué estoy permitiendo esto? ¿Por qué disfruto el hacerlo? ¿Por qué la idea de estar con él no me desagrada como antes?
Malditas hormonas, las odio.
—Levi... —musito su nombre.
Noto su sonrisa de niño burlón en mi cuello, y sé que he caído directo en su trampa, en su juego; las cosas malas empiezan con algo de diversión, ¿no? Si no las reglas serían menos perceptibles a romperse.
Bueno, eso dicen mis primas o primos, y... admito que no sabía a lo que se referían hasta que me pasó a mí. ¡Y vaya que me estaba pasando justo ahora!
Como lo odio por hacerme pensar eso, por cambiar mis ideales y perjudicar mi salud emocional; mi ya de por sí locura emocional. Él sabe muy bien lo que hace, lo que provoca en mi cuerpo. Y lo odio por eso, por despertar la pasión en mí.
—Te odio —le digo, cansada de darle tantas vueltas a todo. Estar con Levi es insoportable, pero también satisfactorio.
—No sabes cómo me pone cuando me dices que me odias —mordisquea mi sensible cuello—, cuando me insultas, mientes o huyes de mí, de nosotros —huele mi piel—. Me pones como un perro rabioso, chulita.
—Loco... Estas loco. —Trago saliva, cediendo finalmente ante las emociones que este infeliz me provoca.
¿Por qué él y no Leo? ¿Por qué Leviatán y no su hermano? Levi no tiene nada de especial.
Leviatán es molesto, sucio, machista, desconsiderado, pedante, autoritario, manipulador, desagradable a la vista y al tacto.
Mentiras. Mentiras.
«¿Hasta cuando dejarás de mentirte, Lilith?»
Yo no miento. Las mentiras son un pecado. Y..., ya que estamos, ¿por qué me dejaste sola por tanto tiempo, eh? ¿A dónde vas cuando te necesito, voz?
Hay un silencio abrumador de la parte cruel y vaga de mí.
Genial, ahora ni la LiLith de la biblia me habla.
A veces, los pensamientos malos que tengo arremeten contra la personalidad afectiva que me completa; pensamientos buenos y también los malos, todo eso me molesta pero igual me ayuda a vivir conmigo misma. A veces, el medicamento no es suficiente para mantener a raya las ideas suicidas, homicidas y vengativas que poseo, sobre todo aquel que intente hacerme daño o sobre mí misma. A veces, las «cosas malas» que se atraviesan en mi cerebro se quedan bien guardadas ahí dentro, hasta que llega alguien o algo, y las encuentra para utilizarlas en mi contra.
ESTÁS LEYENDO
¿Se pueden querer a dos personas al mismo tiempo? [POLIAMOR #1]
Teen FictionLa joven adulta, abogada y devota religiosa Lilith de veintiún años, despierta su sexualidad descubriendo emociones ocultas y avivando la llama de la inocencia que los hermanastros Bianchi Soto despiertan en ella, haciéndole una tentadora oferta que...