Maca
Rubí. Rubí. Rubí.
Su nombre era lo único que ocupaba mi mente.
No sabía cuánto tiempo llevábamos besándonos, con ella sentada a horcajadas en mi regazo y yo embriagada por sus labios, su respiración agitada alterando mis sentidos y los quejidos que soltaba cuando me atrevía a bajar a su cuello y atrapar pequeños trozos de piel entre mis dientes con cuidado, humedeciendo la zona luego de cada mordida.
Deslicé mis manos por debajo de su polera y la sentí sonreír en mi boca. Dibujé formas invisibles en su abdomen, recorriendo cada rincón del terreno con la punta de mis dedos y disfrutando de la sutil risa que se le escapaba cuando tocaba un área sensible a las cosquillas.
Rubí tomó la iniciativa y depositó pequeños besos por mi mandíbula, pasando a mi cuello y estableciéndose en aquel hueco. El roce delicado de sus dientes ponía en alerta todos los efectores de mi cuerpo, causando que sujetara con más fuerza su cintura, atrayéndola hacia mí. Ella notaba lo que provocaban sus acciones y continuaba, sigilosa y hábil, su ruta fuera de mi boca.
Tomó el borde de mi camiseta, alejándose un poco para mirarme y pedir el pase de acceso a la parte superior de mi cuerpo. Yo asentí y ella removió la prenda, lanzándola a ciegas lejos de su camino. Me impulsó con suavidad hacia atrás, mientras se deshacía de su propia polera y yo solo podía limitarme a observarla como si fuera la personificación de una obra de arte.
Porque lo era.
Empezó posando besos en mi clavícula, desde la parte externa hacia la interna, hasta llegar al hundimiento en el medio de dicho hueso. Subió la vista a mis ojos y yo acerqué su rostro al mío para volver a entrelazar nuestros labios. Pasando a tientas por su espalda, logré llegar a su sostén y recorrer el margen de la prenda con el dedo índice por debajo de la tela.
—Sácalo.
Hice caso a su petición y solté el gancho. Ella se levantó un poco para terminar de quitarlo, dejándome hipnotizada por el sube y baja de su tórax desnudo.
Esperé a que volviera a inclinarse hacia mí, para intercambiar nuestras posiciones y quedar sobre su figura. Me quité también el sujetador y ella fijó la vista en la zona que acababa de revelarle, irguiéndose, con las manos apoyadas en la cama, para quedar más cerca. Enredé mis dedos en su cabello, mientras se tomaba su tiempo para hacer un recorrido, a punta de besos, hasta llegar a mis pechos. Cuando su boca aterrizó en uno de mis pezones, cada partícula de mi cuerpo se rindió ante ella.
Proporcionaba caricias húmedas que erizaban todas las regiones de mi piel, preocupándose de no dejar ningún espacio sin cubrir, antes de pasar a la otra areola y su respectivo centro. A cada gemido que escapaba por mi garganta, ella me dedicaba una mirada que acrecentaba exponencialmente el calor de mi cuerpo e inundaba la habitación.
No lograba concebir otra cosa que no fuera mis músculos tensándose por la urgente necesidad de sentirla, de sentirnos.
—¿Puedo? —preguntó.
Tenía su mano en el botón de mi pantalón y, a pesar del rubor en sus mejillas y el pesado movimiento de su diafragma, me miraba con la más absoluta calma; con el más pleno amor. Yo sonreí, depositando un beso pequeño en su hombro, y dejé que desabotonara la prenda, para luego apartarme de sus brazos y desvestir la parte inferior de mi cuerpo, dejando un único trozo de tela sin quitar. Ella hizo lo mismo, no teniendo reparos en examinarme de pies a cabeza al mismo tiempo.
Se acomodó en la cama y yo volví a ponerme sobre ella, con sus piernas y las mías intercaladas, aplicando una leve presión en el espacio entre ellas. Sin parar de besarme, sus manos se dedicaban a explorar cada metro cuadrado de mi superficie, a tocar, acariciar y agarrar. Nuestras caderas oscilaban en una coreografía que no dejaba desvanecer la electricidad acumulada. El encuentro de nuestras pieles descubiertas era la fusión de dos almas convertidas en una; era tener el infinito bajo mi cuerpo y perderme en la cuenta de sus curvas.
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Siempre tú | Rubirena |
FanficRubí se olvidó de Maca. Años después se reencontraron, pero Rubí ya no estaba sola.