Damiano enciende la radio para llenar el silencio que se ha creado en el coche. Suena Take me Out, de Franz Ferdinand. Inevitablemente empiezo a tamborilear con los dedos sobre mi pierna y a cantar casi en un susurro. Tras el solo de guitarra me vengo arriba elevando mi tono de voz.Sin apartar mis ojos de la carretera canto con ganas.
I say, don't you know?
You say, you don't know
I say, take me out!Deslizo mi mirada hacia el asiento del conductor y me encuentro con los ojos de Damiano, este sonríe con incredulidad y yo elevo mis cejas ante su reacción.
– ¿No te han dicho nunca que al conducir hay que mirar a la carretera? –digo al verle.
Él no dice nada, simplemente eleva las manos en señal de rendición y clava sus ojos en la carretera. Rio por lo bajo y continúo cantando la canción, aunque esta vez mi voz vuelve a convertirse en un suave susurro.
Quince minutos después Damiano aparca frente a un jardín enorme. Me giro a mirarle sorprendida y este me sonríe para a continuación salir del coche. Le sigo y me guía hasta la parte central del vergel. Estamos en Villa Marta.
Abro la boca con sorpresa y miro al chico que tengo al lado.
– Pero si esto solo abre para celebraciones de bodas –digo mientras analizo todo lo que tengo a mi alrededor.
– Ahora ya no, el mes pasado lo reformaron y también sirven cenas normales, lo de las celebraciones es algo más excepcional.
Asiento y seguimos caminando hacia la parte central del restaurante. Freno en seco para disfrutar de las vistas. En el centro una piscina enorme iluminada con luces tenues. En la parte izquierda de la misma unas cuantas mesas de madera cubiertas por un mantel blanco con detalles en azul marino. Las sillas son del mismo material que las mesas aunque lacadas en el color de los manteles.
Continúo mirando a mi alrededor y me asombra no ver a nadie.
– ¿Dónde está la gente? –pregunto.
– Conozco al jefe –dice Damiano con indiferencia.
– ¿Y? –digo alargando la pregunta a la espera de más detalles.
– Le he pedido que deje libres las mesas del jardín.
Asiento lentamente y sigo caminando hacia delante.
Del restaurante sale un hombre alto, vestido con un traje de chaqueta negro. Se acerca a nosotros con una sonrisa y abraza a Damiano con ganas, dándole un par de palmadas en la espalda.
– ¿Cómo estás chaval? Hacía mucho que no sabíamos nada de ti.
– He estado liado, ya sabes; mucho viaje y mucha fiesta.
Ambos ríen y el camarero dirige su mirada hacia mí.
– ¿Y esta chica tan guapa? –pregunta alejándose de Damiano.
– Es Anna, una amiga.
Le sonrío al hombre que toma mi mano para dejar un delicado beso en ella.
– Encantado signorina. Permitidme que os acerque a la mesa que tenemos preparada para vosotros.
Ambos asentimos y caminamos detrás del mesero. Damiano posa su mano sobre la parte baja de mi espalda dejando una leve caricia en mi cintura. La mesa es como todas, aunque se encuentra en el centro del jardín y tiene dos pequeños farolillos a los lados que iluminan lo justo para hacer del entorno uno acogedor. Nos sentamos y miro curiosa al chico que tengo delante.
ESTÁS LEYENDO
Sin sentimientos
Любовные романыMi nombre es Anna, Anna Luca. Tengo la vida de una universitaria española normal y corriente, aunque en Roma. Mis días son de lo más monótono , salir con amigos, ir de fiesta, y perder horas en un trabajo mediocre para pagarme la comida. Tengo un...