⌊2⌉ Y corazones

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Un suspiro desasosegado, la mirada estancada tras la ventana del avión

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Un suspiro desasosegado, la mirada estancada tras la ventana del avión. El alba habría florecido algún tiempo atrás, iluminando con candor cada tejado y árbol bajo suyo; el aire era tibio, la vista magnífica y él no parecía recordar escenario alguno, o tan siquiera el momento en que sucedieron. 

Era que se le había dado muy poco tiempo. 

Y aunque la ciudad de París sonaba increíble —no quería admitir, muy en el fondo de sí, que sonaba extremadamente increíble— prefería, sobre muchas cosas, permanecer en casa.

Y aunque lo discutió con la seriedad necesaria, no hubo dudas tras el motivo que produjo lo que ahora afrontaba. 

Que aunque le doliera, su hogar no tenía estas oportunidades. 

Ahora comprendía las clases extra durante el verano. 

No existía rincón en el mundo en el que el simple hecho de nombrar París, las personas se desconocieran.  

Era imposible en todo lo que al término se refería no venir a la imaginación la Torre Eiffel. La Ciudad de la Luz y el Amor, y sus movidas calles, tan particulares y apolíneas; Boulangeries o creperies en cualquier rincón visible, alumbrados como sólo podrían estarlo bajo su ciudad. 

Una gota, cuyo sabor bien podría ser agridulce, resbala sin discreción a lo largo de su mejilla, pecosa como la de su madre; fría por el aire, rosa como el cielo. 

Al menos había dado el primer paso, pero después de despedirse, ¿qué seguía? 

—Disculpa. ¿Te encuentras bien? 

—¡A-ack! 

Se atraganta. 

Se había puesto dramático, perdido en sus deprimentes pensamientos, olvidándose que a su lado había público, que viajaba en un avión repleto de gente tan chismosa como él, tomándole fotos por quién supiera qué. 

«Chúcha». 

Él solo quería imitar la escena de su novela favorita. Esa, en dónde el marido se le muere y la suegra revivía para pedir la herencia. 

—Lo lamento... —carcajea, avergonzado—. Me picaba el ojo. 

Eso era mentira, pero tampoco es que se sintiera mal. 

—Perú, un gusto, y siento las molestias. 

El desconocido se paraliza un momento, parpadeando de extrañeza, siendo el que percibió todo ese carrusel de emociones en el jovencito a su lado: Ahora le sonreían enseñando parte de los dientes, abultando ese par de mejillas que seguían rosas, con una mano alzada —pequeña, desde su punto de vista—, de tal forma cándida y fresca, que no podía evitar querer estrecharla inmediatamente.  

—Portugal. Y no fue ninguna molestia. —El muchacho sonrió, aceptando el saludo con cierto deje de sorpresa.  

Más tarde, haciendo fila uno al lado del otro, sus carnets les aclararon que se dirigían al mismo destino. Se miraron incrédulos, demasiada coincidencia para pensar que el destino no les estaba hablando. 

ᴡᴏʀʟᴅ ᴡᴀʀ Ꭷϝ  Ŧ𝓸𝑜𝕕 ⫮TodosxPerú⫮Where stories live. Discover now