La apuesta

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-Menudo gilipollas. Pero más gilipollas soy yo. ¿Por qué coño le hago caso? Es superior a mí. -Lya andaba de un lado a otro. Miró su reloj.- Las 11:36. ¿Dónde te has metido, capullo?

Mike no tardó en llegar. Su coche negro solo era visible por el brillo blanco de sus potentes faros. Se detuvo en frente de ella y bajó del coche.

Iba con el traje de la oficina, elegante hasta arriba. Sus músculos se marcaban en su camisa blanca y su corbata a juego con la americana ondeaba por el viento, aunque no hacia frío.

Lya llevaba puesta una simple sudadera con capucha, unos pantalones cortos y unas playeras. Nada que ver con Mike, para variar. Él ya sabía que sólo se ponía vestidos para ir al trabajo.

-Vaya, vaya. No me esperaba que reunieses el valor suficiente.

-Vaya, vaya.-respondió Lya burlona.- Parece que no me amedrenta un gilipollas como tú.

-Lya, sé que no puedes rechazar una apuesta. Aunque quieras. Es superior a tí.

Mientras el diálogo sucedía, Mike había recortado distancia y se acercaba a Lya muy despacio. Cuando la alcanzo, le cogió la barbilla con el índice y el pulgar de su mano, pero ella se dió la vuelta inmediatamente.

-Hemos venido a jugar, pero no a ese juego. Hoy no voy a ceder, Mike.

-Veremos si lo que dices es cierto.

Lya se acercó al muro y Mike le impulsó para saltarlo. Al pasar ambos al otro lado, Lya quedó petrificada.

-¿Estamos en un puto cementerio Mike?

Una media sonrisa apareció en los labios de el rubio.

-Bueno, la apuesta no decía el lugar, sino que tenías que pasar unas horas en un lugar a cierta hora. No habría sido divertido de ser cualquier otro lugar.

-Eres un hijo de puta.

Lya frunció el ceño y sacó su móvil para alumbrar el camino con su linterna. Se dio la vuelta, dando la espalda a Mike y caminó despacio entre tumbas de mármol brillante.

Mike la siguió despacio, sin borrar la sonrisa de su rostro. Se colocó bien la corbata y sacó de su bolsillo una linterna.

-¿Y cuanto tiempo me vas a tener aquí secuestrada? Estar aquí no es plato de buen gusto.- Su pelo ondeaba por el viento.

-Pues la cosa estaba en aguantar toda la noche, pero como veo que saldrías corriendo de miedo antes, lo dejo en las doce y media.

Lya suspiró poniendo los ojos en blanco.

-Y deberíamos resguardarnos de este viento,-siguió Mike- aunque no hace frío, el aire viene que corta.

Lya hizo acopio de todo su orgullo.

-Yo duermo aquí si hace falta para demostrarte que soy capaz de superar mis miedos. Y aunque no seas mi jefe quiero esa subida de sueldo

- Bueno, estaba esperando eso.

Mike cogió su móvil y tras pulsarlo varias veces se lo acercó a la oreja. Tras un par de segundos colgó y se acercó al muro. Por encima de este cayeron un par de sacos de dormir y una pequeña mochila.

-¿Y qué gano yo si consigues dormir esta noche?- dijo Mike mientras entraban en una cripta para resguardarse del viento.

-Quedarte con las ganas de haberme ridiculizado.- contestó Lya tajante.

-Bah, yo quiero un premio suculento. Por ejemplo, que admitas que me amas y harás lo que pida.

Lya paró en seco. Su cara se estaba sonrojando y su entrepierna comenzaba a ganar calor al acudir a su mente la imagen de Mike completamente desnudo.

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