Fabiola

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Se supone que ese día sería su primer día de clases en la preparatoria, pero ahora Fabiola Selva estaba en una funeraria, observando a su abuela llorar amargamente, y a su padre bebiendo mas alcohol de lo acostumbrado, estaba  asqueada de los dos. Fabiola no podía comprender sus reacciones a la muerte de Sandra, su madre.
Observo a las demás personas, los según amigos de  Sandra, nunca la ayudaron cuando estaba viviendo el mismo infierno, aun cuando veían los moretones de Sandra y de Fabiola lo único que hacían era guardar silencio.

En ese momento todos se encontraban sentados lamentando su perdida; ni siquiera hacía mención de la denuncia que se había hecho tiempo atrás contra el padre de Fabiola. Por alguna razón no llego una respuesta de la denuncia.

Era suficiente para Fabiola, tenia que escapar de su padre, era tiempo de irse de casa, como su mama lo había hecho. Se levanto del cómodo mueble mientras iba al ataúd de su madre, estaba realmente asustada, y no por el cuerpo frió que tenía al frente, se sentía nerviosa por el mundo que se encontraría después de su partida. Pero no lamentaba la muerte de Sandra, las lagrimas no salieron, y eso la puso aun mas enojada, ¿es que realmente no sufría por su madre?, ¿estaba  feliz porque ese hombre ya no la lastimaría? Sí, era eso, el martirio se había acabado. 

Se volvió en busca de su abuela, no sin antes darle una horrible mirada de amargura a su padre, como una pequeña despedida, tristemente él ni siquiera la estaba mirando. Al llegar hasta su abuela, sostuvo sus manos con fuerza, no le contó lo que haría, tal vez esperaba que la abuela la detuviera y ese no era su propósito.  La vio a los ojos, y le dio un abrazo y se despidió con cariño. "Iría a la escuela" Fabiola continuo su travesía, y su abuela su amargura.

Fabiola tomó un poco de la comida de la mesa del velatorio, casi todos los invitados estaban comiendo, pensó que la gente solo va a ese tipo de eventos por los deliciosos aperitivos. ¿La vida era así de insignificante? 

El plato con comida lo llevaba en la mano, mientras que unos panecillos robados estaban en su mochila. Salió de la funeraria con un poco de esperanza, la preocupación constante de que su mamá estuviera a salvo se había acabado, de alguna forma. La calle estaba vacía, la gente que caminaba afuera lo hacía con prisa, todos tenían un lugar a donde ir, menos ella. Pero lo encontraría, habría un destino para ella. 

***

Era un paisaje hermoso como para despejar la mente de pensamientos deprimentes. Un atardecer glorioso, las nubes solo reflejaban la luz del sol que se escondía cada vez más en las montañas verdes. Se había ido en un camión para ir a la capital, solo que su destino no era la capital. Era aquel puente que había visto tiempo atrás. Era el camino que la esperaba al llegar al saltar de ese puente. Esa era la ocasión perfecta, en la hora correcta. No estaba asustada. Sentía una emoción extraña entre paz e intranquilidad. Pero, ¿asustada cómo para volver con su abuela? No, ella era demasiado orgullosa para volver. Ya había tomado una decisión.

Y, esa decisión le daba vueltas en la cabeza una, y otra vez. Pensaba en como estaría su abuela, pensaba en su única amiga, y pensaba en su padre,  ¿se lamentaría su padre? ¡Esperaba que lo hiciera!

Casi había oscurecido, el cielo estaba entre un azul-gris. sonrío levemente, y se sentó en el barandal. Era el barandal que daba hacía el profundo río, uno en el que podías caminar para apreciar la vista. Se dijo que acabaría con su destino, después de su segundo cigarro. Después de que el cielo se oscureciera, quería que la imagen del atardecer fuera su ultimo recuerdo, fueran sus palabras de despedida. No era el puente más alto del mundo. Pero al menos era el puente más alto que los del camino. Aparte, ella no quería que la gente hablara de ella. Aquí nadie la buscaría, pues... Es más, a nadie le importaría.

Tiro el cigarrillo al vacío, y contemplo como caía. Algo allá abajo la atraía. Un cosquilleo recorrió a su espalda hasta su cuello, y esta vez se acomodo en el barandal que daba hacía el atrayente vacío. 

"1, 2, ...", "un momento" pensó. No tendría funeral. Sí, era algo que a ella le gustaba, pero ¿no ser despedida ni si quiera por el viento? Entonces decidió. Cantaría para el viento, para que al despedirla, el viento le cantara de regreso. 

Y, cantó. Canto una canción que su madre le enseñó. Una canción a la que nunca puso atención, pero que hablaba de una muerte. Pero, lo increíble de esa canción, es que al final las letras estaban llenas de esperanza. 

Fabiola ya no quería irse. Fabiola decidió que pondría los pies en la tierra. Habría un futuro para ella. Pero ya era demasiado tarde. Sintió que alguien la jalo de la espalda, una figura grande y oscura. Entre el forcejeo alcanzó a ver un coche orscuro. Ahora se daba cuenta que tenía dos destinos, dejar de pelear con esa figura oscura, y ser llevada a un destino aterrador, o empujar  su cuerpo hacia el vacío y oscuro final.
La chica de cabello negro trenzado no pudo sostenerse. La chica de piel dorada desapareció, igual que el sol al anochecer.  

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⏰ Última actualización: Jun 18, 2018 ⏰

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