CHAPTER 4

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Canción: Dos extraños - Danna Paola

El aeropuerto de Incheon no se encontraba tan concurrido a altas horas de la madrugada. Las maletas de Jimin ya se encontraban dentro del almacén. El rubio tomaba un café americano mientras esperaba la llamada de abordaje. Lucía como una superestrella. Vestía como todo un empresario exitoso. Siempre pudo darse pequeños engreimientos en relación a prendas de vestir. Acomodaba sus lentes mientras chequeaba los recientes emails de la compañía en París que eran enviados en inglés. Se quitó el saco al comenzar a sudar por la caliente bebida que bebía a sorbos. Escuchaba en sus audífonos sus canciones favoritas alegrando un poco el calmado ambiente del lugar.

Luego de la tormentosa despedida con Jungkook, Jimin lloró todo el día. No comió ni bebió nada hasta el siguiente día. Se aisló del mundo exterior. Era solo él y su mojada almohada. Tuvo que tragarse el reciente dolor y comenzó a arreglar sus maletas. Seokjin llegó al apartamento y le ayudó a embalar los objetos que adornaban los dormitorios. Su hogar sería arrendado hasta que decida venderlo por completo. Dejar el armario semivacío que compartía con Jeon volvió a desmoronarlo. Su mejor amigo ofrecía su hombro para que este llorase lo que tuviese que llorar. Jimin recorría todos los espacios que alguna vez compartió con su ex amante. Los mismos donde derrochó amor y pasión.

Al escuchar la llamada, Jimin cerró su laptop, tomó sus objetos personales y se dirigió a la puerta de embarque. Presentó su ticket de avión junto con su pasaporte e ingresó al avión. Colocó sus pertenencias en los compartimientos de arriba y se sentó junto a la ventana a esperar el despegue. Observaba el cielo, no había ninguna estrella, ni siquiera la luna hizo acto de presencia. Para Jimin, la rutina había acabado. Un nuevo comienzo se aproximaba a su vida. Un nuevo trabajo y reto se concretaba en su vida profesional. Soltó un fuerte suspiro despejando cualquier pensamiento negativo. El avión comenzó a moverse. Una media sonrisa se formó en la cara del rubio. Nada podía salir mal de ahora en adelante.

...

Luego de una semana, Jimin se encontraba totalmente instalado en la ciudad francesa. Cambió de celular, incluyendo el número de contacto desechando el anterior en su totalidad. El nuevo aire de París le hacía feliz. Cerca de donde residía, había una pequeña y acogedora cafetería donde vendían el mejor chocolate caliente según Jimin. Los croissants se convirtieron en una debilidad en cada mañana. Sus trabajadores eran amables con él, cada vez que podían, le enseñaban un poco de francés para que pueda comunicarse con quienes no sabían inglés en su totalidad.

El brillo perdido en su ser regresaba de a pocos. Caminar cada día por las calles era una terapia de encuentro. Se sorprendía por el estilo de vida distinto de los habitantes. Recorría el borde del río Sena hasta llegar a la Torre Eiffel. Admiraba su extensión y lo concurrida que estaba por los turistas extranjeros. Durante las noches, tomaba una copa de vino mientras leía en su balcón. Era una vida distinta a lo deseado, pero no le desagradaba en lo absoluto.

El sonido de su celular lo alertó. Era Seokjin.

– ¡Bonjour, Jimin! ¿Cómo estás?– la sonrisa del castaño rellenaba toda la pantalla de la videollamada.
– Bonjour, Seokjin. Estoy bien, ¿cómo va la construcción del nuevo edificio?
– Agobiante, tengo que levantarme tempranísimo para llegar aquí a las seis de la mañana.– suspiraba.
– ¿Cómo está la futura mamá?– tomó un sorbo de su copa.
– Muy embarazada, ya entró a la etapa final.– soltó un fuerte suspiro –Jimin, promete que al menos vendrás para su nacimiento. Eres su padrino.– hizo un puchero
– Eres muy viejo para hacer eso, Jin.– rió – Lo pensaré, ¿de acuerdo?
– No estoy satisfecho con esa respuesta pero la tomaré.– sonrió– Por cierto, ¿Qué hora es allá?
– Son la una de la madrugada.– dijo fijándose en su reloj de muñeca – Debería acostarme pero estoy terminando el capítulo del libro que me recomendaste.
– Dios, Jimin, ve a dormir.– le ordenó
– Esta bien, hablamos mañana, te quiero, Jin.– agitaba su mano en son de despedida.
– Y yo a ti. Cuidate.– Seokjin cortó la llamada.

La soledad volvió al pequeño apartamento ubicado cerca del centro. Jimin caminaba por los espacios de su hogar. El frío abrasador era contrarrestado por un suéter y calcetines de lana que llevaba puesto. Ingresó a su cómoda cama y comenzó a atraer al sueño. Pese a estar por su cuenta, poco a poco, Jimin comenzaba a sentirse cómodo en París. Los amargos recuerdos se habían quedado allá, lejos de él. Creía que se volvería loco la primera semana, más no lo hizo. París llenaba su corazón. Era el complemento que necesitaba luego de tanta tormenta.

Era sábado en Seúl. Eran las ocho de la mañana. Faltaban doce horas para un encuentro que no se concretará. Por primera vez, Jimin tenía un sábado por la noche para él solo. Estaba al alcance de disfrutar las discotecas y bares de la ciudad de las luces. Pero inconscientemente, Park deseaba pasar ese sábado como muchos entre los brazos de Jungkook. Besándolo y amándolo como sabe hacerlo. "¿Qué pensaría Jungkook? ¿Lo buscaría?" eran incógnitas que Jimin debería pensar, mas solo miraba la pared blanca al frente suyo intrigado por el horneado de croissants de la mañana.

...

"El contacto con quién intenta comunicarse no se encuentra disponible"

Dos, tres, cuatro, cinco, veinte llamadas después y no conseguía localizar el paradero de Jimin. El enfado brotaba por los poros de Jungkook. Su nariz estaba ensanchada respirando fuertemente para evitar tirar toda la mesa del restaurante. Ganas no faltaban, más no quería hacer un escándalo y que sea portada en los diarios del día siguiente. Escribía cortos mensajes al celular de Jimin. No contestaba. No estaba. Eran las nueve de la noche en Seúl. Jungkook lucía más elegante de lo normal. Se había colocado el perfume que Jimin le obsequió la navidad pasada. Usaba las argollas que tanto adoraba el rubio. Los anillos que compraron juntos. No encontraba respuesta alguna para la desaparición en esa precisa noche.

Condujo velozmente hacia el apartamento del mayor. Se salteó unas cuantas luces rojos de los semáforos. Quería resolver las incógnitas que abundaban en su cabeza y comprender la situación. Corrió a la entrada del edificio y entró al ascensor. Un mal presentimiento se hizo presente. ¿Y si algo malo le pasó? ¿Se habrá accidentado? ¿Sería prudente comunicarse con Seokjin a altas horas de la noche?

Introdujo la clave y el sonido de acceso indicó la apertura de la negra puerta. Al entrar, el alma de Jungkook desapareció, su corazón paró por un segundo, su boca se desprendió, sus ojos se abrieron. El sofá donde compartieron incontables botellas de vino, secretos, besos y pasión no estaba. La cocina donde hicieron miles de platillos y desayunos estaba vacío. Los cuadros, la alfombra, la mesa de centro, el comedor, no había nada. Corrió hacía la habitación principal con todas sus fuerzas. La cama estaba vacía, no había cobertor ni almohadas. Abrió el armario y solo encontró los trajes pertenecientes al azabache y unos cuántos zapatos viejos del mayor.

Se sentó en el colchón testigo de acaloradas y calientes noches de pasión interminables. Inconscientemente las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. La reacción de shock aún permanecía. Se había ido. El amor de su vida no estaba. Se había cansado luego de cinco largos años de ocultamiento. Jimin se había agotado de no recibir el trato que se merecía. Agotado de ser el segundo plato en la vida de Jeon.

Jungkook comprendió la situación muy tarde. Pudo evitar la situación hace tanto. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué no lo hizo?

– Jimin-ah, dime que esto es una broma, por favor.– susurraba con la voz entrecortada.

Su mirada se enfocó en la diminuta caja de terciopelo rojo que estaba frente al armario. Se agachó hasta alcanzarla y la abrió. El anillo de compromiso brillaba como los ojos marrones de Jimin cada vez que Jungkook le cantaba y danzaba canciones románticas en la sala. Esos mismos ojos los cuales observaban detalladamente cada movimiento de Jeon en el apartamento. Aquellos en los que las pupilas se agrandaban con los "te amo" de Jungkook. Los mismos que el último fin de semana brillaban de una manera distinta confundiendo al menor.

– Perdóname, Jimin.– sollozaba – Perdón por haber demorado tanto.

La situación era irremediable. Separados por la distancia, sin conocer los pensamientos de ambos. Lastimándose a sí mismos con preguntas que en ese momento no tendrán respuestas. Oficialmente no había un lazo que los una. Jungkook no supo amar a Jimin de la manera que él sin saber el porqué. Esa noche, el menor lloró cuál niño necesitando a su madre. Lloró y cerró sus ojos con la esperanza de despertar y ver la cara de Jimin frente a él.

Weekend LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora