No, no, y no. Imposible. Hilda iba a morir por mi culpa. Ya me lo habían confirmado, Khari se lo había dicho a Sonné. La fecha de la ejecución sería el 7 de diciembre de este mismo año, 1565. ¿Para qué engañarse? Lo que me da rabia es que el motivo por el que la van a matar es por el ego que tenemos los ésquinos. No soportamos las ideas de los demás, sobre-defendemos nuestras creencias. Ya no podía hacer nada. Busqué y busqué mil y una soluciones, pero ni una. Las únicas que podían salir bien eran interrumpir la ceremonia de muerte con alguna travesura muy grande, que me podrían acabar mandando a la cárcel para niños y seguramente la asesinarían de todas formas, y hablar con los lutevianos para darnos guerra en ese momento. Ambas son ideas muy descabelladas, pero si me dan a elegir, me quedo con la segunda.
Se lo expliqué a Khari. Ella no sabía que nuestros actos tendrían esas consecuencias. Se derrumbó. No sabía quién me daba más pena, mi mejor amiga o Hilda. Ideamos el plan en muy poco tiempo. Yo iría a Lutevia por la noche y hablaría con sus habitantes para que con flechas le dieran en la cabeza a la persona que le tocaba llevar a cabo la ejecución.
Lutevia es la última conquista de Esquinia desde hace muy poco. También es la isla que nos sigue a poder, ellos son muy fuertes. Nos tenemos mucho asco y odio. Por eso me extrañó que Khari viniese a Sicchia tan pronto, porque me esperaba que se tiraran más tiempo ganando territorio. Además, queda a unas 7 millas de aquí.
Los días pasaban hasta que llegó en el que tocaba intentar nuestro plan. Nos habían llegado noticias de que mandaron a Hilda a un calabozo hasta el momento de su muerte y allí, a pesar de que se vive mucho peor que en un monasterio, había mejorado mucho su situación. Era realmente extraño.
-Lutevia tiene tres puertos. El más cercano a Sicchia está más vigilado, así que ve por otro. Hasta el final de la conversación no reconozcas que vienes de aquí, te atacarán. Tendrás que convencerles mucho, son gente insistente –dijo Khari.
-¿Crees que funcionará? Lo hago por la señorita Hilda, no por otra cosa.
-Es una locura, Nanic. Si funciona Sicchia se declarará en guerra con Lutevia. Piénsalo, si aprovechan la ocasión para matar soldados perderemos. Se proclamaría la independencia y perderíamos una isla muy importante. Pero yo prefiero ayudarte a ti.
Me quedé en blanco. No sabía que decir.
-Las locuras pueden ser las mejores ideas. ¿No podrías pedirle por favor a tu padre que no la matasen? Es la forma más pacífica de evitar los problemas.
-Ni aunque se lo pidiese de rodillas llorando después de haberme recorrido kilómetros en mar yo sola lo haría. Ambos sabemos que prefiere su poder que a mí.
Khari sabe lo que dice. Nunca se inventa las cosas. Posiblemente es la cosa más bella que ha llegado a pisar este planeta. Estoy empezando a pensar que me gusta. Siento el hormigueo del que hablaba mi padre en la barriga. Me sonrojo cuando la oigo hablar. Es una pasada de sensación. Nunca había llegado a pensar que fuese así.
-Está bien, lo intentaré. ¿Por qué narices tuvimos que husmear? Es una injusticia que le hagan eso por el simple hecho de tener sus propias creencias. Todo lo que había allí escrito estaba bien planteado y había unos procedimientos lógicos. Me temo que es más razonable que la Tierra sea redonda y que gire alrededor del Sol. No creo que fuese una mentira.
-Tienes toda la razón. Antes de salir tendremos que mirar unos asuntos. ¿A qué hora se suelen levantar y acostar tus padres?
-Mi padre se levanta sobre las 5 y media. Lo sé porque el pregonero le avisa con el sonido de la campana del monasterio. Nos acostamos después de la hora de cenar. Mi madre se pone a cocinar cuando anochece, más o menos a las 6 de la tarde. Se pasa cocinando una media de tres horas, o sea que a las 9 cenamos. Pues entonces nos acostamos a las 9:45. Pero hasta que se duermen son las 10:15.
-Entonces calculo que tenemos 7 horas y 15 minutos. Vayamos al puerto a ver la velocidad a la que remas. También te enseñaré cómo llegar a Lutevia.
-Eso, vayamos pues –dije. 7 horas y 15 minutos es bastante poco ya que hay factores que dificultan el tiempo. –llevo tres dólares ésquinos, con eso bastará para alquilar una barca.
Tardamos algo más de 4 horas en ir y volver. Íbamos mal de tiempo.
-Ponte las pilas, piensa que tardarás mucho en colarte en el puerto. El sueño hará que te adormezcas y tardes más. Tendrás que negociar con los lutevianos, así que yo de ti tomaría unas cuantas tazas de chocolate. Tampoco me tendrás a mí, no habrá nadie para espabilarte, estaré vigilando nuestras cabinas y asegurándome de que no se dan cuenta en el puerto. Nos reunimos a las 10 y 20 si puede ser en mi casa.
Así fue. Por el momento todo iba bien. Nuestros padres estaban dormidos. La marea estaba baja y el mar, tranquilo. Entramos en el puerto con una antorcha. Me llevé una manopla húmeda para apagar el fuego si era necesario y pirita y sílex para volver a encenderlo. Había un guardia vigilando la puerta, que seguramente era de acero blindado. No sería tan difícil entrar. Khari se “disfrazó” de niña buena y habló con el guardia:
-¿Dónde está papá? ¿Papi, eres tú? –empezó a sollozar.
-Ven conmigo, yo te traeré de vuelta a casa.
Era mi oportunidad. Khari se había ido con aquel policía. Pero por desgracia, oí algo como:
-Ahora vuelvo, quédate tú vigilando.
Había otro vigilante. De escondidas, le dije a Khari:
-Secuéstrale temporalmente. Cuando sea mañana, que se despierte es su sitio. Distrae también al otro, y así consecutivamente si hay más. Cuando no queden, me colaré en el puerto.
Todo fue bien, ambos se quedaron dormidos justo al lado del muro del puerto. Pero, ¿cómo iba yo a trepar por esa pared? Una cuerda era lo que necesitaba. Por mis alrededores no se podía contemplar ninguna.
-Khari, trepa por encima de mí. Ve al otro lado del muro y ábreme.
Lo consiguió por los pelos. Ambos pudimos ser pillados en ese momento, pero no fue así. En aquel puerto no éramos los únicos que había dentro. ¿Quién era toda esa gente? Nos miraban, no dejaban de observarnos. Aunque me intimidaban. Ni se movían, parecían estatuas, solo que giraban los ojos cuando dábamos un paso. Habrían veinte y algo personas allí dentro sin incluirnos, todas de piel negra y al menos 10 años mayores.
Me subí en la primera barca para una persona que encontré. Me despedí de Khari y me deseó mucha suerte. Luego me dijo que vigilaría a esta gente del puerto, y que tiraría de la campana del monasterio por si necesitaba ayuda.
A la hora de salir oí un chirrido raro. Debería estar a unas 2 millas de Lutevia, la cosa fue mejor que por la tarde. Lo volví a escuchar. Sí, no podía ser otro que el ruido estridente que levanta a mi padre. Khari había dado la alerta. Fui todo lo rápido que pude a la plaza del monasterio. Sin embargo, nadie se había molestado en ir a saber qué pasaba. Resulta que la gente del puerto eran lutevianos que venían a atacar. Pidió refuerzos a su padre para forzar la puerta de acero por la que nos colamos. Finalmente, consiguieron abrirla y de alguna manera, los separaron entre ellos. No tardarían mucho en reunirse, así que a la gente que había allí la mandaron a vigilar las zonas donde podían aglomerarse. Yo lo tenía muy claro: en el lago Mayor. Era un lugar estratégico para moverse por Sicchia.
Efectivamente, allí estaban.
-Quiero hacer un pacto con vosotros –dije. Todos se pusieron en posición de defensa. –Tranquilos, no os quiero atacar. Ahora, por la noche, no podéis matar a casi nadie. Será mejor que os vayáis o moriréis uno a uno.
-Met voud sayé van? (¿Y nosotros qué ganamos?)
-Necesito que interrumpáis una ejecución. Será en el patio que hay antes de llegar al ayuntamiento. Es necesario.
-Vous son yan. (Yo lo veo bien)
-Sayé lon? (¿Qué día?)
-Et lon 7 dezmvre. (El día 7 de diciembre) –respondí. No sé por qué, pero me da la sensación de que siempre hablan ésquino.
-Sont radmi… (Ya veremos…)
Y se fueron. En teoría había vencido yo solito a los lutevianos, una isla con un gran poder. Estaba orgulloso de mí. ¿Vendrían a la ejecución? ¿Volverían antes para atacar? Tenía muchas dudas. Al fin y al cabo, todo había salido mejor de lo que esperaba.
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Nenúfares muertos
Teen FictionNanic Silthover es un niño de 9 años que siempre le ha gustado pasárselo bien. En una de sus pequeñas expediciones a lo curioso, descubrió algo que no debía saber, ya que de cualquier acto le podría convertir en el emperador del mayor Imperio del mo...