Capítulo 20

19.7K 1.9K 48
                                    


FURIOSO
|Leonardo Pereira|

 
Me sentía frío y adolorido. No podía moverme sin sentir una punzada de dolor en mi cabeza y rostro. Las cortinas estaban abiertas por lo cual la jodida luz  me fastidiaba horrores. Me levanté y las cerré para después ir directo al baño. Estaba dispuesto a darme una ducha lo bastante fría como para despertarme.

Me sentía enfermo y adormilado.

Pase ambas de mis manos sobre todo mi rostro, pero las alejé de golpe al sentir un inmenso dolor en un área en específico. Me acerqué al espejo y me quedé atónito ante mi desagradable aspecto, pero más desconcertado estaba yo por una enorme herida que ocupaba gran parte de mi frente.

¿Qué demonios me había pasado?

Me puse cómo un loco a buscar mi teléfono celular por todas partes y así marcarle a Esteban para que me diera razón de lo que había sucedido la noche anterior. Lo busqué entre mi cama, debajo de ella y tirado sobre el suelo. No había ni rastro del maldito aparato. Salí de mi habitación para buscarlo en la sala de estar, pero eso había sido cosa del pasado.

Mi departamento estaba destrozado, literalmente. Libros, cojines, cubiertos y de más, estaban regados por todas partes, pero lo que más me enfureció fue el hecho de que al entrar a mi cocina descubrí el microondas estropeado.

Necesitaba saber que había pasado y lo necesitaba ahora.

Cuando por fin encontré mi celular, le marqué a Esteban el cuál no tardó mucho en contestar.

— :¡Hey!— me saludó cargado de energía — ¿Cómo te sientes?

—: ¿Con quien vine a casa anoche?

—: ¿Todo bien?

—:¡No! —  grité exasperado — ¡Nada está bien! ¡¿Quién carajo estuvo conmigo anoche?!

—: Oye, tranquilo...

—: ¡¿Quién?! ¡Joder!

Aunque todavía no pronunciaba su nombre, yo ya podía escucharlo a través de la línea telefónica. Solo tenía que confirmarlo.

—: Sara.

Colgué en el acto y enseguida lancé el teléfono al suelo junto con todo el demás desastre. ¿Pero qué había hecho esa mujer para dejar mi casa en tal estado?

Me surgieron unas inmensas ganas de salir a buscarla y traerla de vuelta para qué arreglase semejante desastre. El golpe seguramente también había sido causa suya, apostaba por ello.

No podía actuar por impulso, pues era seguro que si la tenía de frente la mataría sin consideración. ¿Dónde quedó el Leonardo sereno? Hacía tanto tiempo que no perdía los cabales y mucho menos por una mujer.

La cabeza me iba a estallar por culpa de la resaca y no digamos al combinarlo con el golpe. Necesitaba tranquilizarme si no quería cometer una locura.

Tomé un café lo suficientemente cargado para aliviar la resaca— Un café barato puesto que mi favorito estaba esparcido por toda la cocina. — Después de eso opté por tomar una siesta. Me sentía fatal. Sin embargo había sido una siesta que duró menos de lo que cantaba un gallo, y más molesto no podía estar.

— ¿Qué haces aquí?

Le pregunté a Esteban quien interrumpió mi sueño con sus toquidos.

— Estaba preocupado por tu forma de contes... — se quedó callado al ver el desastre que había por todos lados — Ahora lo entiendo.

—No tengo ni la menor idea de lo que pasó anoche — respondí — ¿Cómo terminé con Sara en mi departamento? Se supone que me venía con Clarisa.

— Esa chica si que es un caos andando.

— Ni que me lo digas... — suspiré resignado.

— ¿El golpe de tu frente?

— Ella lo hizo, pero no sé cómo exactamente.

—¿Ya la llamaste?

— No quiero cometer una locura — resoplé — Seguro la cuelgo si la tengo frente a mi.

— Será mejor que te tranquilices — murmuró — Cuando la dejé aquí anoche, no me pasó por la cabeza que fuese a destruirte a ti y a tu casa.

Guardó silencio por unos segundos mirando todo a su alrededor, pero el gusto por su silencio no me duró mucho puesto que comenzó a estallar a carcajadas.

—¿Qué es tan gracioso, animal? — le lancé un cojín que se encontraba frente a mis pies.

— Es que... — no podía continuar dado que la risa lo interrumpía — ¡No puedo! ¡No puedo!

— Bien. Largo, ahora. — dije señalando la puerta.

— ¡Ay, hermano! — suspiró para controlar sus carcajadas — ¿Cómo es qué pasó esto?

— Ya te dije qué no lo sé.

— Sara es de otro planeta. Una mujer tan distinta. ¡Mira cómo te tiene! Esta destrozando cada una de tus capas y sin esfuerzo alguno. ¡Aleluya!

— Voy a despedirla.

— Lo dudo.

Esteban me ayudó a ordenar casi todo el departamento y no dejábamos de cuestionarnos que pasó realmente para que quedara en semejante estado. Sara me debía muchas explicaciones y me las tenía que dar.

Me recosté sobre el sofá dejando escapar un gruñido entrecortado. El enojo había disminuido un poco, pero aún así quería borrarla del plan astral.

— Voy a ver a una amiga mía está noche en un bar — comentó una vez habíamos  terminado de arreglar casi todo — Deberías acompañarme, seguro encuentras a una de tu agrado y así te olvidas de todo este tema de Sara.

— No me apetece.— respondí tajante — Estoy cansado y adolorido. Además estoy furioso y no quiero desquitarme con alguna de esas chicas.

— No me lo creo — me miró asombrado.

— ¿Qué? — pregunté irritado.

— Tu, Leonardo Pereira, el mujeriego más grande de Córdoba, ¿rechazando salir con mujeres mega sexys?

— Lo sé. — murmuré frustrado — No se qué me pasa.

— Sara Stone — respondió — Eso es lo que te pasa.

Lo miré con desdén, pero no dije nada más. De alguna manera todo era culpa de Sara y es que desde que ella llegó a mi vida, no había sido más que un desastroso problema. No podía creer que existiese una mujer tan conflictiva. Dónde quiera que ella estuviese era seguro que habría un caos total.

Me estaba volviendo loco, pero era seguro que no iba a dejar que siguiera interfiriendo más. Mañana sería mi último día antes de que Amelia volviese a mi vida, así que decidido estaba yo de hacer que mi última noche fuese algo inolvidable.

 

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora