CAPÍTULO 9

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Olivia llega a mi casa destrozada. Tiene los ojos rojos de tanto llorar y no se separa de mi hombro. Solloza y yo acaricio su cabeza con cuidado. Levanta la mirada y siento como se me parte el alma al ver a mi amiga así.

– Me ha dejado, Anna –dice volviendo a abrazarme.

La aprieto más a mí y suspiro. Su novio, bueno ex, es un gilipollas. Nunca me cayó bien. Conoció a Oli en una fiesta y se lío con ella aún teniendo novia. Oli no supo nada hasta que la chica le escribió para advertirle de donde se estaba metiendo, pero mi amiga ya estaba muy pillada por él y decidió darle un voto de confianza, cagada máxima.

– Ha hecho conmigo exactamente lo mismo que con Chiara.

Me mira tratando de contener un sollozo, pero al acercarla de nuevo a mi cuerpo para abrazarla siento como gimotea agarrándose a mi espalda.

Y así pasamos lo que queda de noche. De tres y media de la madrugada a siete, hasta que Oli cierra los ojos quedando profundamente dormida. Aprovecho para ducharme con agua caliente y me pongo algo de ropa cómoda. Tapo a mi amiga con una manta y me meto en la cama para intentar dormir aunque sea un par de horas.


Suena un golpe en la cocina. Me levanto de un brinco y me encuentro a Olivia con un bollo de chocolate en la boca y el brick de leche en una mano mientras mira la taza rota que acaba de caer al suelo.

– No quería despertarte, perdón –dice girándose para mirarme.

Me acerco a ella, le doy un beso en la mejilla y le quito un trozo del bollo que se está comiendo.

– Oyeee –se queja haciendo un puchero.

– ¿Qué hora es? –pregunto sentándome en el taburete de la cocina.

– Las cinco y media.

Mierda, yo iba a dormir solo un par de horas.

– Escucha, yo a las ocho tengo que estar en el Mons, pero puedes quedarte aquí todo el tiempo que necesites –digo mirando a mi amiga– ¿Entendido?

Oli odia "molestar" como dice ella. Siempre trata de hablar de sus problemas rápido, sin profundizar y sin quitarte mucho tiempo. Por eso me sorprendió su llamada anoche, está muy jodida. Como vea a ese capullo lo mato.

Olivia asiente y se acerca para darme un abrazo.

– Gracias –dice plantando un beso en mi mejilla– Y por cierto, deja de planear como descuartizar a Marco.

Dejo escapar una carcajada y me encojo de hombros.

– Si no lo planeo bien podrían pillarme.

Oli sonríe por primera vez desde que entró ayer por la puerta de mi casa y yo me relajo inmediatamente.

Odio verla así. Ella es de esas personas que irradia felicidad. Por muy mal que esté siempre consigue que los de su alrededor estén alegres. Tiene una paciencia infinita, sería incapaz de contar las veces que me ha escuchado llorar por Fede, y sería incapaz de contar todos los buenos consejos que me ha dado. Olivia es de esa clase de amigas que sabes que van a estar ahí para siempre. Más que nada porque ya ha tenido mil oportunidades para alejarse de mí; de hecho yo la alejé de mí, pero volvió. Me tendió su mano y no se rindió en ningún momento hasta verme esbozar la sonrisa más sincera.

Todavía recuerdo el día que nos vimos por primera vez. Era nuestro primer día de Universidad. Me la encontré en la entrada, bueno, ella me encontró a mí. Yo estaba fumando antes de entrar a la presentación y se acercó para preguntarme si yo también era de primero. Al escuchar su acento me di cuenta de que no era italiana, así que le pregunté. Bingo, era española. Cinco minutos de conversación después no se le ocurrió otra cosa que, con todo el morro del mundo, quitarme el cigarro de la mano, tirarlo al suelo y arrastrarme hasta el aula al que nos tocaba ir. Desde ese momento supe que nos llevaríamos bien.

Sonrío recordando ese primer día. Fue una experiencia entre aterrorizante y maravillosa.

– ¿Por qué sonríes tanto? Me estás dando miedo.

La voz de Oli me saca del trance y yo respondo enseñándole el dedo del medio.

– ¿Vemos una peli? –pregunto saliendo de la cocina para sentarme en el sofá.

Asiente emocionada y salta hasta el sofá aplastándome.

– ¡Alguna de princesas! –dice cogiendo el mando de la mesa.

– Ni-de-coña –puntualizo quitándole el mando de las manos.

– Joe macho siempre igual –rechista cruzándose de brazos– Cincuenta sombras de Grey.

– Oli siempre ves las cinco mismas películas.

– Y bien buenas que son.

Enciendo la tele y pongo la primera película de la trilogía, desde que conocí a Oli creo que la he visto seis o siete veces. Sigo sin saber porqué, pero le encanta.

Al empezar la primera escena erótica a mi amiga se le ilumina la cara y se lanza de cabeza a por el mando para parar la película.

– ¿Pero qué haces? –pregunto.

– ¡Que no me has contado que tal con el buenorro tatuado!

– Me encantaría saber porque te has acordado de eso justo cuando ha empezado esta escena.

Olivia mueve sus cejas de arriba a abajo y se gira para tenerme de frente.

– Cuéntamelo todo, con detalles.

...

– Y entonces me llamaste y tuve que irme para esperarte aquí –concluyo tras contarle como fue todo anoche.

Olivia no reacciona. Está sentada delante mío con la boca abierta y creo que lleva ya cinco minutos sin parpadear.

Poso mi mano en su barbilla y empujo hacia arriba para cerrarle la boca. La chica pestañea rápidamente y pega un grito que me obliga a taparme los oídos.

– Si lo llego a saber no te llamo –afirma.

– Pero qué dices idiota, no me importó nada venir a por ti.

– No si a mi me da igual que te importase o no– dice y yo frunzo el ceño. – Pero que mierda de amiga soy, que te he jodido un polvo con un italiano buenorro tatuado.

Me río ante su comentario y niego quitándole importancia.

– Hemos quedado hoy otra vez.

– ¿Dónde? ¿Qué vais a hacer? ¿Me voy y os dejo la casa libre, o iréis a la suya?

– Va a venir al Mons, luego ya se verá – interrumpo antes de que siga bombardeándome a preguntas. – Y pon la película ya que en una hora me tengo que preparar para irme.

Al acabar la peli veo que Oli está dormida así que aprovecho para subir a vestirme. Esta vez me pongo un vestido de terciopelo granate. La tela se ciñe perfectamente a mi cuerpo marcando mis curvas y el escote cae sutilmente por mi pecho. La parte trasera es ligeramente más larga que la delantera, que se cruza sobre mis muslos hasta cerrarse en la cadera. Esta vez me pongo unos zapatos abiertos plateados a conjunto con el collar que me regaló mi madre y los pendientes que me regalaron Oli y Matt por mis diecinueve . Me maquillo los ojos con sombra oscura y dejo un rastro de colorete sobre mis mejillas. El pelo lo dejo con mis ondas naturales, suelo odiarlas, pero hoy me veo bien.

Antes de salir de casa me paro frente al espejo, vuelta de 180 grados; perfecta.

De camino al bar le mando un mensaje a Oli para que me escriba cuando se despierte. Una vez llego paso a la despensa y saludo a Roko. Dejo mi bolso y salgo para empezar a servir el primer Whisky de la noche.

Aprovecho que los siete clientes están consumiendo para girarme y pasar todo lo que está en el lavavajillas a sus respectivas estanterías. Hasta que le oigo detrás mío.

– Ese vestido te hace un culo de escándalo.

Y con ese comentario el espectador número ocho consigue que la copa que estaba colocando en su sitio vaya directa al suelo.

Sin sentimientos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora