Capítulo 35

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Me sobresalto al escuchar la puerta de la entrada cerrarse con fuerza, cubro completamente mi cuerpo otra vez. Si papá estuvo de mal humor antes ahora siquiera puede verme sin soltar un insulto, entiendo que odie que me quede aquí sin hacer nada porque yo siento lo mismo. Deseo sentirme eficiente, pero sé que si me levanto y voy a trabajar al ritmo que llevaba empeorare, entonces no serán cuatro días de reposo sino un mes.

Al llegar ayer del hospital lo primero que hice fue esconderme en mi habitación como el cobarde que soy y no he salido ni a comer, si fuera por mí me quedaría aquí hasta que pueda ir a trabajar, pero... tengo que cumplir la dieta. Saco el brazo del capullo de cobijas hacia el frio invernal para tantear el suelo en busca de los papeles que me entrego el doctor. Cuando finalmente doy con ellos maldigo en voz alta el no tener vista nocturna, me veo en la obligación de levantarme y encender la luz. Bufo al leer todo el documento, hay un montón de cosas que comprar y sé que no serán baratas.

Tomo una muda de ropa antes de ir al baño, el agua de la ducha es helada por lo tanto dudo unos segundos antes de entrar de lleno. Ya limpio me seco con rapidez y visto de la misma forma, me detengo un momento solo para observar mi reflejo. Los ojos grises me devuelven la mirada, mis cejas se ven mucho mejor desde lo que Johanna hizo en ellas, el corte del labio esta sanando, no puedo decir lo mismo ante el morado de mi pómulo el cual no ha querido dejar desaparecer. Suelto una carcajada al pasar una mano por mi cabello oscuro, hace unos días lo había cortado yo mismo y no quedo también como pensé, pero al menos esta presentable.

Salgo de casa sin las muletas, después de todo no iré tan lejos. El mercado está casi vacío por ser entre semana, no quiero perder tiempo así que solo tomo lo que necesito y voy hacia la caja. La señora que va a atenderme bloquea su teléfono para luego enviarme una mirada de fastidio, mientras ella saca la cuenta me distraigo observando su área de trabajo.

—¿Esa es la fecha? — pregunto exaltado al fijarme en el ordenador.

Ella voltea muy lentamente hacia la computadora como si le costara hacer cualquier movimiento.

—Sí, viernes 10 de diciembre— le resta importancia.

—Olvide algo, ya regreso— digo con rapidez y corro devuelta al pasillo antes de que pueda negarse.

Tomo un bote mediano de helado de chocolate de la gran nevera y regreso a la caja para dárselo a la señora antes de que me arrepienta de hacer este gasto innecesario. Al pagar por todo regreso a la casa directamente, guardo las cosas en los estantes y me siento a comer el helado en el mueble confiando en que mi padre no regresara antes de que me termine todo el dulce.

—Feliz cumpleaños para mí— tarareo antes de llevarme la cucharada repleta de helado a la boca.


Mamá está afuera de la habitación del hospital gritándole a la doctora Vera y creo que es por mí. Papá se mueve a mi lado, de la mesita de noche toma un recipiente y lo deja en sus piernas, extiendo mi mano para tocarlo.

—¿Qué es? — pregunto curioso.

Papá me entrega una cucharilla y yo la tomo sin saber qué hacer, besa mi cabeza antes de abrir el recipiente. Observo el contenido marrón de aspecto frío.

—Es helado de chocolate, vamos pruébalo—alienta.

Raspo la superficie y la cremosa sustancia se apega al cubierto, lo como rápidamente. El sabor se asemeja mucho a los chocolates que mi padre me regala a escondidas, pero mucho más delicioso, abrazo a mi padre agradecido y feliz.


Papá llega, sobrio, cuando estoy haciendo la cena así que ambos comemos juntos, él en el sillón y yo en la pequeña mesa de dos puestos.

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