Maldito mundano...

1.6K 102 12
                                    

--No te preocupes –repuso--, tampoco ha sido tan memorable para mí.

Lo contempló alejarse, y sintió una mezcla de ganas de echarse a llorar y de correr detrás de él para darle una patada en el tobillo. 

Jace se volteó, digno, erguido, y comenzó a caminar hacia su habitación.  Se mordía el labio inferior, sentía el sabor metálico y salado de su propia sangre, justo ahí donde todavía existía un leve hormigueo por el beso.

No se detuvo, pero sus pasos no eran veloces.  Contó: seis, siete, ocho… si ella lo iba a perseguir, ese era el momento.  No oyó sus pasos en el piso de madera del pasillo.  Al contrario, atrás, a diez pasos ya, escuchó su puerta cerrarse y sintió cómo algo muy dentro de él se quebraba, sus pasos vacilaron imperceptiblemente.  No vendría. Echó su cabeza hacia atrás, como para mirar el techo, pero cerró los ojos.  Los apretó muy fuerte, y cuando volvió a abrirlos, vio todo como si estuviera en un túnel, oscuro por los costados.

Alcanzó a escuchar a su izquierda la voz de Isabelle.

--No sabes cómo está Hodge, me mandó a…

Levantó su mano izquierda como para detenerla.

--Fuera de servicio, Isabelle… fuera de servicio.

Y siguió caminando sin reparar en la perplejidad de la chica.  No podía detenerse.  Debía llegar a su habitación.  Sentía que las luces se iban apagando a medida que avanzaba.

Cerró la puerta tras de sí y se apoyó pestañeando rápidamente.  Suspiró y sintió cómo sus hombros se relajaban un poco.  No era un eufemismo ni un chiste, así se sentía: “fuera de servicio”.

Se cubrió la cara con las dos manos, como para sacudir esa sensación. ¿Rabia? ¿Tristeza? No la conocía: rechazo.  Eso era… Clary se había apartado de él como si hubiera recibido una descarga eléctrica cuando vio que Simon asomaba por la puerta.  No esperaba tampoco que ella se lo volviera a presentar como su enamorado, pero tampoco esperaba esa reacción.  ¿Le importaba tanto lo que pensara ese mundano ordinario? ¿por qué? No tenía sentido.

Dio dos pasos y se acuclilló cerca de la cama, mantuvo el equilibrio con tres dedos de su mano izquierda que se apoyaban en el suelo helado.  Sentía la respiración agitada, no importaba cuán profundas fueran sus bocanadas, sus pulmones no parecían recibir el suficiente oxígeno.

Miró a su alrededor.  Buscó algo para destrozar en ese cuarto tan austero, tan ordenado, tan poco adolescente.  No había nada.  Volvió a suspirar.  No se arrepentía del modo en el que le habló.  Es más, deseaba de todo corazón que Clary se hubiera sentido mal.  Quería herirla.  Quería que sintiera un poco de lo que sentía él en ese momento.  Le ardían los ojos y tragó duro tratando de disolver el nudo que tenía en la garganta.  No lo consiguió.

Se sentó en la cama con los codos en las rodillas, recorrió con los dedos su melena rubia varias veces.  Por un instante pensó que había sido un momento especial.  Evidentemente, no era así para ella.  Ella prefería consolar a Simon. Y de golpe lo vio claramente.  Su padre tenía razón.  Amar es destruir y ser amado es ser destruido.  Se había abierto a ella y estaba pagando por su debilidad.  Porque eso era Clary, una debilidad.  Si hasta estaba afectando su modo de luchar… ahora sentía miedo de perderla, miedo de no volver a verla.  Ese no era él.  No era Jace Wayland, pero no sabía qué hacer.

Caminó por el cuarto como un león en una jaula.  Apoyó su frente en el cristal de su ventana con los ojos cerrados fuertemente.  Afuera todo seguía igual, un vaho caliente subía por la ciudad, los estúpidos mundanos continuaban con sus estúpidas vidas y él estaba ahí, sintiéndose absolutamente impotente.  Se golpeó con él varias veces.  Necesitaba algo que lo distrajera.  Pensó por un momento en salir e ir a buscar a alguien para pasar el rato.  Tenía varias alternativas, cazadoras de sombras, subterráneas… estaba esa ondina, Mikha, la de ojos vivaces… ella siempre estaba dispuesta y feliz de recibirlo, sin pensarlo tanteó su bolsillo, todavía guardaba su número… podría ser una hadita también, son hermosas, podría ser cualquiera.  Pero no.  No podía ser cualquiera.  Ahora no.  Tenía que ser Clary.  O nadie.  De solo pensarlo, se estremeció. ¿Cómo pudo haberse equivocado tanto?

¿Por qué ese mundano? Si hubiera sido otro cazador de sombras, estaría tramando la manera de superarlo, de ser más, de que ella lo tomara en cuenta, pero ¿cómo competir con él?  ella lo prefirió, a él, con su cara de comadreja, sus ojos de osito de peluche barato y sus gafas ridículas ¿cómo competir con él, por el Ángel?  Se pasó la mano por la nuca tratando de aliviar la tensión.

Golpearon la puerta.  Alec.  A pesar de su insistencia, prefirió no abrir.  No quería hablar con nadie.  A excepción de ella.  Abatido, se quitó la ropa y la dejó caer desordenada sobre la cama.  Sacó su pijamas azul, ese que tenía un hueco en el brazo, el más viejo de todos.  Su ánimo no daba para otra cosa.

Se acostó con un quejido.  Le dolía todo el cuerpo.  Era extraño, no sentía nada cuando estaban en el invernadero.  Cerró los ojos y se tapó la cara con el brazo.  La presión en su pecho no mermaba y por momentos sentía que necesitaba gritar.  En su mente se proyectaba una y otra vez, como si fuera una película, lo que había sucedido… no quería sentirse así nunca más.  Nunca más.

Jace estaba tumbado en su cama fingiendo estar dormido –por su propio bien, no el de nadie más—cuando los golpes en la puerta finalmente fueron demasiado para él.  se arrastró fuera de la cama haciendo una mueca de dolor.

Wayland, fuera de servicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora