Una vez que la corona de suave manufactura dorada se posó sobre su cabeza, pudo palpar a flor de piel lo que se sentía caer antes las garras del poder nato.
Desde ese día podía comprender como el ser un líder podía volverlo superior a toda una multitud de individuos que confiaban en él para sacar adelante a la miseria baja de aquellos aldeanos que dejaban de probar bocado por dárselo a entes incluso más pobres.
— Yo, Louis XIV de Francia, prometo solemnemente protejer al pueblo y lograr que nuestra etnia sea equitativa.
Agradeció por la copa de hierro y rubíes que le era entregada junto al vino mezclado con las gotas de su carmín; el sabor dulce y metálico provocaba bailes en su paladar gracias a lo exótico y original que se degustaba.
La ceremonía continuó por varias horas más, hasta que la luna descendía de su cuspide para darle paso al alba de la mañana; el cansancio y la adrenalina podían reclamar espasmos en su anatomía, sin embargo, su deseo de tomar el trono de una vez era mucho mayor.
Pese a aquel pensamiento recurrente en lo más profundo de su cerebro, no podía evitar pensar en el rostro de su progenitor y ahora antecesor; confiaba en él y le entregaba todas sus riquezas a cambio de un buen manejo por los plebeyos franceses.
Pecaria en la ingominia si fingia que poco le interesaba tener todo a sus pies, muy por el contrario parecía encantado con las nuevas experiencias prontas a vivir, hasta que consiguiese desposar una hermosa muchacha para continuar con el linaje real.
— Su majestad, el pueblo requiere de su presencia en ciudades aledañas.
El joven asintió, jalando su capa y espada consigo para salir por el largo pasillo; montándose en su caballo una vez llegaron al jardín.
— ¿Por qué requieren de mi presencia?
El joven hombre de cabellos rojizos volteó su mirada hacía el de hebras azabache, inclinándose suavemente antes de galopar.
— Los pueblerinos quieren saber si usted realmente hará algo para sacarlos del desahucio.
El chico asintió, curvando las comisuras de sus labios en una corta sonrisa de suficiencia; galopando junto a su sirviente hacía el pueblo aledaño al reino más cercano.
Su cabello ondeaba en conjunto con la brisa de la época, a la vez que su oscura mirada paseaba contra una realidad ajena a él.
Mujeres y hombres harapientos y con enfermedades avanzadas, gripas, gangrenas, viruela e incluso leptospirosis.
Con el corazón encogido en su pecho, galopó cada vez más lento, buscando un lugar dónde poder descender.
Todo se estaba volviendo tan confuso, esperaba pronto poder definir su objetivo.
Sería lo mejor.
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Dinasty
Fantasyun conjunto de problemas entre seda mojada pondrá fin al autocontrol de Louis.