Horizontes

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Disclaimer: Black Clover y sus personajes pertenecen a Yūki Tabata.

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STAGE 1.-

La primera vez que Asta vio a sus hijos, no podía imaginar que un sentimiento de tal magnitud abrazaría su pecho para quedarse instalado ahí para siempre

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La primera vez que Asta vio a sus hijos, no podía imaginar que un sentimiento de tal magnitud abrazaría su pecho para quedarse instalado ahí para siempre. Noelle, en la cama del Hospital de Caballeros Mágicos, los sostenía entre sus brazos a ambos con cuidado. Nunca la había visto tan radiante, a pesar del cansancio que el parto le había provocado y que se traslucía en su cara. La maternidad le daba un aura especial que ya nunca se marcharía.

Asta y Noelle habían tenido mellizos; una niña y un niño, y los dos tenían el cabello suave, liso y del mismo color que el de su madre, pero los ojos de su padre. La forma, el color, el brillo, la jovialidad y la energía de los orbes verdes de Asta también estaban en los de sus hijos. Aunque, eso sí, la niña parecía mucho más activa y nerviosa que el niño, pues no paraba de moverse y de llorar.

—Son preciosos... —susurró con voz tenue en cuanto los vio.

En silencio, los abrazó a los tres, sintiendo la felicidad más inconmensurable de su vida. Cuando era más joven, pensaba que nada iba a hacerlo tan feliz como convertirse en Rey Mago, pero qué equivocado estaba. Aunque todavía no había llegado a ese puesto —aunque le faltaba muy poco—, sabía que nada se compararía con sentir el calor y el tacto de las tres personas que más amaba en el mundo.

—Tienes razón. Pero ni siquiera tenemos nombre para ellos.

Asta se rascó la nuca mientras sonreía. Había pensado algunos nombres, pero no quería ser él el único que los eligiera. Después de todo, eran hijos de ambos.

—Podemos ponerle el nombre de tu madre a la niña si quieres, y... no sé, pensemos un nombre de niño...

—Me gustaría que el niño se llamara Aren —Asta sonrió al escucharlo. Era un nombre que sonaba muy bien, así que asintió para trasmitirle a Noelle que le gustaba—. Así que puedes elegir tú el de la pequeña.

—Pensaba que querrías llamarla Acier.

—Es que... quiero que ella sea única. Que no la comparen con nadie. Además, yo he elegido el nombre de Aren. No es justo que los escoja yo los dos, ¿no crees?

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