8. No te obsesiones tanto

526 41 10
                                    

8.     No te obsesiones tanto

¡Joder! No se lo iba a creer porque siempre andaba con excusas de esas, pero su taxi había pinchado una rueda. ¿Le puede pasar eso a alguien? Definitivamente él tenía la peor suerte del mundo. Después de esperar unos diez minutos al tipo sacando la rueda del maletero y toda la pesca, al final decidió coger otro taxi y pagarle la carrera. Aunque el hombre se deshizo en disculpas, Den terminó por reírse y decirle que comprara un tanque, que no tiene ruedas.

Entraba al bar donde Cob le esperaba y observó, así lentamente desde la puerta, cuál era la mesa donde estaba su amigo. Sintió que alguna gente lo miraba demasiado, pero estaba acostumbrado a ese tipo de cosas. Un tío  joven, en la barra, le paró un momento para hacerse una foto con el móvil. No le importaba, siempre y cuando no se convirtiera en un photocall con todo el bar. Aunque, si eso sucediera, él será el que propondría hacerse una foto de plantilla. Una sólo y tirando. El chico le dijo cosas, él sonrió de forma agradable. Lo típico: «Eres grande, tío. Muy bueno lo último que has sacado. ¿Cuándo sale el disco?». Esas cosas.

El dueño del bar lo saludó de forma agradable. No era la primera vez que estaba allí con Cob, aunque no era tampoco el bar donde él prefería hacer ese parón de media mañana. Al final, se sentó con su amigo dejándose caer en la silla. Puso las manos en los apoya brazos y apoyó un tobillo sobre la rodilla contraria.

            —¿Bien o qué? —le preguntó Cob.

            —No te haces una idea, ¡qué puta mañana! —le dijo. Sonrió a la camarera que se le acercaba. Ella tenía una sonrisa inmensa y Den pensó que igual le iba a dar un patatús ahí mismo. Le encantaba seguir generando eso en las mujeres. Joder, adoraba ser una estrella del rock. Definitivamente, lo adoraba—. Un café cortado, por favor. Y uno de esos pasteles de zanahoria no, lo que sea menos zanahoria. Gracias —le dijo.

La chica asintió y se fue sin apuntarlo ni nada. Den esperaba que se acordase. Bueno, no era tan complicado, aunque él sería pésimo camarero. De todos modos no le había puesto Dios en la Tierra para servir a los demás.

            —Se acaban de ir dos chicas que te habrían encantado —le dijo Cob dejando los papeles que ojeaba en la mesa—. Una pelirroja y una morena que te lo flipas, tío —agregó clavándole la mirada y media sonrisa malvada—. Te hubiera gustado la morena.

            —Sí, mejor, porque a las pelirrojas les tengo manía —le dijo el otro. Se hacía el duro, como si realmente no le importara lo que su amigo le decía, pero la verdad es que le picaba la curiosidad—. ¿Y de qué las has conocido? ¿Te han pedido mi autógrafo?

            —Jo, jo —se rio Cob en plan burlas hacia su colega—. Trabajan en el estudio este de arriba. Estaban buenas, te lo juro. Si no te gustan las pelirrojas, para mí entera.

            —Quizá suba un día contigo a ver —le decía el otro aun con esa actitud que parecía decir que todo le daba igual. La camarera llegó con su café. Al principio bien pero según ponía la taza en la mesa empezó a temblarle la mano. Den apartó la mirada como si no se hubiera dado cuenta. No sería el primer café que le tiran encima por ser guapo—. Gracias —le dijo. Omitió su típico “nena”. Comenzó a servirse azúcar.

            —¿Chocolate y bizcocho de almendras? ¿Bien? —preguntó la chica algo trémula mirando a Den. Él alzó la vista y miró al plato, asintió—. Vale, pues… eso.

            —Sí, bien, nena —le dijo finalmente—. Gracias, luego te digo. Si no me gusta, me lo descuentas, ¿no?

Aquel tipo de bromas, aquella forma de hacer reír a las mujeres. Él era fan. Era fan de sí mismo cuando estaba en ese plan. Ella se rio y se alejó sin dejar de mirarle. Él le dedicó una sonrisa genuina y luego llevó la vista a su amigo otra vez. Alzó las cejas en plan: «Supera eso».

No te emociones tantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora