Va pues un granjero de paso seguro y sin distracción a comenzar sus labores de ese día que era domingo. Cómo todo buen cristiano nunca falta a ninguna misa, y sabiendo que este granjero es el mejor amigo que cualquier compañero pueda tener, no decepcionaría para nada a su amigo de la infancia, el padre Javier. Eran ya las ocho de la mañana y el granjero, con su sombrero en calva, se despide de sus fieles compañeras ovejas que lo ven caminando hacia su camioneta desde el corral de alambre de púas dónde no pueden pasar. La despedida no tiene ningún sabor de demasiada lejanía hacia el granjero, pues las ovejas bien saben que todos los domingos el buen hombre tiene que ir a dar gracias a Dios por la plena y maravillosa vida que le ha regalado en la granja.
Nada ociosas las ovejas se preparan también para celebrar su propia misa. Papá Isaías, una cabra noble de pelaje lacio y bellamente negro, con bastantes puntas grises y blancas por su edad más o menos avanzada, sale de su pequeño escondite estirando sus viejas pero fuertes patas, camina hacia el establo rojo, bastante típico, de la granja, y prepara todo para predicar la palabra del Señor detrás de un humilde cubo de paja que le sirve como altar. La cabra hace su oración personal junto a una estatua de madera que el granjero puso en un pequeño pedestal improvisado, en la estatua está representada la Virgen María cuidando a un pequeño niño Cristo abrazando un corderito. Seguramente el granjero puso esa estatua ahí como una figura de protección a sus amadas ovejas. Cómo ofrenda la cabra recoje algo de trigo con su hocico y lo lleva hacía su altar, lo mismo hace al abrir el grifo sobre una cubeta, pues para él, la primera cubetada de agua fresca del domingo por la mañana es la más pura y milagrosa que hay. ¿Que otra ofrenda sería la más indicada?
Y habiendo preparado todo las ovejas, algo retrasadas, empiezan a llegar de pocas en pocas al establo, algunas de ellas todavía están despertando a sus corderitos para la misa. Una de las ovejas, coja de una patita, pide ayuda de su hija mayor para despertar a su hija menor.
-¡Pili! ¡Pili! -Dijo la mamá oveja Carmen- Demonos prisa, Papá Isaías ya debió empezar a predicar y nosotras seguimos aquí.
-¡Ya vamos mamacita! Clarita se quedó bien dormida. -Respondió Pili.
-Dios nos perdone si llegamos tarde, de no ser por que a Clarita le encanta jugar afuera de noche, no sabe que pueden haber coyotes que se cruzen la cerca.
-¿Ya ves hermanita? ¿Cómo nos daremos cuenta nosotras si algún coyote se atreve a llevarte? A veces quisiera orar para que se te quite lo mudita. -Dijo Pili a su hermana menor.
-No le digas eso a Carlita. Dios sabe por qué nuestra niña salió así. Mejor oremos para que ningún coyote pise nunca está granja de nuevo. Cómo a tu padre, Dios lo cuide dónde quiera que esté, ¿No te acuerdas como lo mordió un condenado coyote? ¡El diablo los lleve!
-Mamita, tampoco digas eso, las maldiciones no son buenas.
-Ay hija, tienes razón, pero en serio el coraje no me lo he podido quitar con esas alimañas.
Las familia de tres ovejas llega al último pero a tiempo al establo donde Papá Isaías empieza a dar gracias y a bendecir la celebración antes de predicar e interpretar los pasajes bíblicos que el granjero le lee a su amiga cabra todos los viernes después de que pastorear su ganado. Isaías, recita algunos de los pasajes bíblicos del libro favorito del granjero, el Génesis. La cabra de tanto escuchar a su amo de este libro se lo aprendió de memoria salvo de algunos pasajes que por alguna extraña razón el viejo calvo decidió censurar.
La eucaristía también se celebraba aquel día en el que el armónico ambiente religioso reinaba en cada molécula del aire que se respiraba. Bastante confortable para ser ovejas devotas. Comían del trigo y bebían el agua fresca del balde como conmemoración a su dios Cristo. Y oraban por sus semejantes y por el ser humano, los príncipes de la creación, desde Adán y Eva. La cabra daba la última bendición a sus amigas ovejas y procedía con el desenlace del ritual dominical.
-Hermanas ovejas. -Dijo Papá Isaías- Es un honor verlas otro día más, muchas gracias por venir. ¡Vamos pues con el granjero! Ya debe de haber llegado y traído esas sabrosas zanahorias para desayunar.
Todas las ovejas caminas alegremente hacía la salida del establo con excepción de la familia de tres ovejas.
-¡Papá Isaías! -Llamó la mamá oveja Carmen.
-Señora Carmencita ¡Que gusto verla caminando de nuevo al fin! -Contestó la cabra.
-El gusto es todo mío. Disculpe, quisiera pedirle un favor. Creo que ya conoce usted a mi hija menor Clarita.
-Oh, ¿ella es Clarita? -Preguntó asombrado- Está enorme.
-Ya ha pasado dos meses desde que nació y seis meses desde que su padre se fué con todos los carneros de la granja.
-Te entiendo Carmen, créeme que yo también extraño a Gabriel.
La pequeña cordera abre la boca y de ella sale un pequeño sonido sordo al escuchar el nombre de su padre.
-Pobre Clarita. -Se dirigió la cabra a la corderita.- Yo era buen amigo de tu padre.
-Quería saber... -Interrumpió la mamá oveja.- ...si me podría hacer el favor de dedicar una plegaria para la protección de mis dos hijas. Cómo verá el verano ya está aquí y es temporada en que los coyotes vienen a cazar a estas tierras.
-Oh, Carmen. Estos días mi tiempo lo he estado invirtiendo en plegarias. Los coyotes no son nuestro único problema. Vengan conmigo.
La cabra lleva a las tres ovejas al pozo de agua detrás del granero y hacen que observen en su interior.
-No es posible... -Dice la mamá oveja mientras una mirada de preocupación se pinta en su rostro.
El pozo estaba casi seco y no se sentía aire húmedo saliendo de él.
-¿Cómo puede ser si nunca se ha secado? Ni siquiera en la última sequía. -Comentó Pili.
-Por eso mismo no debemos preocuparnos, seguramente el granjero ya ideó un plan para evitar alguna crisis, por el momento solo podemos ayudar haciendo oración, díganles a todas las ovejas que eleven plegarias, pero sean sutiles, no dejemos que ninguna oveja entre en pánico.
-En Dios confiaremos Papá Isaías. -Dijo la joven oveja Pili con una sonrisa para darle confianza a la cabra que por la situación en el interior estaba preocupada.
Mientras las ovejas se marchaban, Isaías se quedó atrás viendo cómo la tierra de los sembradíos de maíz y trigo se agrietaban poco a poco y con toda su fe orando, pues sentía un presentimiento de esos extraños, los cuales parecen actuar como mal presagio. Pero solo quedaba esperar si sus plegarias fueran escuchadas.
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Solo una granja de ovejas.
HorrorUna granja de ovejas concientes y profundamente religiosas viven en un ambiente de lo más confortable con un granjero maravilloso, pero su frágil comodidad se ve severamente afectada después de que su granja queda en bancarrota, las ovejas se ven ob...