NICOLÁS
Le propuse a Eleodoro que saliera conmigo y aceptó. Claro que con la única condición de no llamarle por su nombre, porque lo detesta con toda su alma. Y lo entiendo, es horrible. No va con su físico, ni con su encantadora personalidad. Intento que no lo aborrezca tanto, aunque es divertidísimo verlo retorcerse cada vez que lo nombro.
En su mente, esto no será una cita. Dejaré que las cosas se den como tengan que darse. No voy a presionar de forma alguna. Esperaré paciente a que él dé el primer paso, el que sea, el que quiera.
A que deje de fingir que es hetero cuando sus miradas y sus abrazos dicen lo opuesto.
Está luchando contra sí mismo, su educación, su crianza y sus prejuicios.
Pasaré a recogerlo a su departamento. Muero de curiosidad por saber cómo vive. Sé que tiene un gato negro porque su ropa siempre está llena de pequeños y finos pelitos pegados por todas partes, hasta en su cara.
Me contó que es escritor, pero aún no publica nada. Al parecer no le agrada hablar de eso. Creo que se siente algo frustrado.
Al principio no conversaba mucho, tenía que sacarle cada sílaba por la fuerza. Murmuraba, mascullaba cosas que apenas lograba entender. Ahora es un poco más abierto, pero de pronto se queda en silencio, pensando en sus cosas supongo.
Asegura que está loco y un día me va a dar un susto. No estoy seguro de si se trata de una advertencia o una amenaza. También asegura que no le gusta salir a los lugares con mucho ruido. Por eso, el sitio a donde lo voy a llevar, hay buena música y suave iluminación. Se trata de un restaurante y el ambiente es ideal para platicar con comodidad, qué es justo lo que yo quiero que haga, qué suelte información.
Supongo que ha estado solo y en silencio por demasiado tiempo. No sabe hablar, comunicarse y eso para un escritor es importante ¿O cómo pretende vender sus libros? ¿A señas?
ELEODORO
¡No, no por favor, ahorita no! ¡Estoy listo! ¡Déjame en paz, madre! ¡Nicolás está a punto de llegar, no quiero que me vea así! ¡Sal de mi cabeza!
Me golpeo las sienes con los puños para ayudarme a expulsar esos pensamientos que me invaden cada que me siento feliz por algún motivo.
Se lo advertí, le dije que de pronto me altero sin motivo. No tomé la medicina hoy, porque se acabó y no he tenido para comprarla, pero hasta hace un minuto estaba bie
Me desespera sentir que quiero llorar y no puedo. Aprieto los párpados cómo si tratara de exprimir un limón y no me salen las lágrimas. Pero tengo dolor, mucho dolor. En la mente, en el alma, no lo sé...
Allan me mira, no sabe que hacer y a mí me da vergüenza ponerlo tan nervioso. Lo veo tratando de disculparme, pero él ya me conoce, ya ha lidiado antes con esto. Aun así, no dejo de sentir pena por hacerlo testigo de estos malditos episodios. Sigo caminando, dando vueltas una y otra vez por la sala.
—¿Ele? —escucho que me llama una voz masculina del otro lado de la puerta.
Alguien se asoma por la ventana y nuestras miradas se cruzan a través de la pequeña rendija que queda entre las cortinas. Sé quién es y al mismo tiempo no lo reconozco.
Veo mi mano tratando de girar la perilla, pero me lastimo las rodillas al caer. Intento desabotonarme el cuello de la camisa, pero mis manos no paran de temblar. Necesito ayuda...
—¿Ele? ¿Estás bien? ¡Abre!
Llama intentando abrir. Logro levantarme y me alejo de la entrada. Ese ruido me aturde.
La puerta se abre de golpe y el escándalo me sobresalta. Los s vecinos se quejarán.
Él entra. Me levanta del piso y me habla, pero no sé qué dice. Me mira con compasión. Se acerca para envolverme con sus brazos y yo los veo como si fueran unas inmensas alas blancas. No me sueltes, Nicolás...
NICOLÁS
Supongo que a esto se refería cuando me dijo que está loco.
Cierra los ojos y repite mi nombre muchas veces, bajito, pero su boca se encuentra cerca de mi oído y lo escucho. Al parecer, eso lo hace sentir mejor y de alguna egoísta manera, me alegra qué sea mi nombre el que pronuncia.
Deduzco también, que la salida se cancela. No importa. No pienso arrastrarlo al caos nocturno si se siente tan mal.
Lo llevo a recostar al sofá y al poco tiempo se queda dormido. El gato se acurruca a su lado para montar guardia cerca de su pecho.
Ahora siento que estorbo en este momento tan íntimo entre su mascota y él. El problema es que rompí la cerradura y no puedo irme aún. Debo esperar al cerrajero. Arrastro el otro sofá y bloqueo la entrada con él para acostarme ahí, observando el daño que provocó mi fuerza.
Antes de disponerme a dormir, recorro su pequeño mundo para averiguar todo lo que puedo sobre su entorno. Lo que no me ha dicho, lo que no quiere decir. Soy un intruso que necesita saber... Y también té, pero solo hay comida de gato y mucho me temo que sea para los dos.
Quito la manta doblada que está sobre el respaldo y lo cubro con ella.
¿Ocurrirá con frecuencia? ¿Qué le provoca estos episodios tan angustiantes? Acaricio su cabeza y ocupo mi lugar. Mañana sabré lo que pasó.
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ELE (Versión Extendida)
Dragoste(Ele, versión extendida). Un escritor inicia una relación clandestina con la esposa de su peor enemigo, mientras al mismo tiempo, descubre que siente algo más que una entrañable amistad por su amigo Nicolás. Lee este drama con toques finos de humor...