Capítulo 24

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ELLA ERA LA INDICADA
|Leonardo Pereira|

Venía cuando la llamaba y se iba cuando se lo pedía. Callaba cuando le ordenaba y reía cuando la elogiaba. Ni una sola falla, ni un solo error, pero como me irritaba tanta perfección.

— Señor, necesito que me firme está autorización — me dijo Casandra, la chica de recursos humanos.

— ¿Para qué es esto?

— El señor Javier necesita una nueva secretaria.

Un impulso de mi parte, sin duda.

— Mande a Valeria  a su área.

— Pero ella es su secretaria. ¿Qué hará usted?

— Yo me encargo de eso.

Tomé las llaves de mi auto e indeciso entre hacerlo y no hacerlo, manejé directo a su casa.

¿Una disculpa? Vaya broma. Ya iba a encontrar el modo de convencerla, pero una disculpa jamás le iba a dar.

Llegué a su casa la cuál estaba seguro que jamás olvidaría en mi vida. Dudé varias veces en llamar a su puerta y pedir verla. No me creía capaz de soportar a sus padres una segunda vez. ¿Realmente estaba dispuesto a regresarla a mi vida? ¿Cuan jodido debía estar?

Me recargué sobre el coche para meditar un poco más  lo que se suponía debía decir y hacer que no implicara una disculpa. Algo llamó mi atención y en la clara oscuridad de la noche que nos abrasaba, vi como se acercaba a pasos lentos hasta donde yo me encontraba.

 Perdida, su mirada estaba perdida en mi.

— Deje de mirarme como si no fuera real.

— ¿Es real? — preguntó y realmente parecía que me estaba imaginando.

— Solo usted, señorita Stone — me divertía verla desconcertada — Y nadie más.

Solo era un remordimiento que quería aplacar al despedirla injustamente. Solía ser un hijo de puta la mayor parte del tiempo, y vaya que lo sabía, pero también sabía reconocer cuando me equivocaba. Y estaba claro que está vez había cometido un error.

— ¿Qué haces aquí, Leonardo?

— ¿Leonardo? — fruncí el ceño.

¿Cómo se atrevía a llamarme por mi nombre? Estaba a punto de retornar, subir a mi coche y dejarla a su suerte.

— Ya no es más mi jefe, así que puedo hablarle como se me de la gana.  — respondió cruzándose de brazos.

— Señorita Stone — la fulminé con la mirada — Se está pasando y yo ni siquiera he comenzado todavía.

— No tienes que hablarme con tanta formalidad. Yo ya no soy más tu empleada.

— Bien, Sara — me rendí ante su agravio — Vine a pedirte que vuelvas.

— ¡Ja! — se mofó — ¿Y por qué haría eso? No sabes lo feliz que me encuentro desde que deje de ver tu horripilante cara.

¡La mataba! ¡Definitivamente la mataba! Vale, debía relajarme.

— Ni tu te crees eso — decidí tomar su insulto con humor. Era como un estar a mano — Soy un placer a la vista.

— Eso solo se lo diría su abuela.

Bien, sabía que estaba molesta y estaba en todo su derecho. Se que no la había tratado de la mejor forma posible.

— No vine a pelear —me acerqué hasta ella en dos cortas zancadas — Estoy aquí para aclarar ciertos puntos. Debo reconocer que eras muy eficiente en tu trabajo dejando de lado que destruías todo a tu paso.

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora