Capítulo 39.

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No puedo hacer esto.

No más.

Mi mente me dice que huya lejos de todas las cámaras, las luces y las miradas escrutadoras. Y tengo esa misma sensación que tuve aquella vez que huí de mi hotel en California en medio de la noche.

Suspiro recordándome a mi misma que estoy en mi silla, esperando a que el director y los demás revisen las tomas para asegurarse de que tienen las suficientes para terminar este comercial.

Miro más allá de los equipos a dónde Christian y Luke se encuentran, ambos demasiado distraídos como para notarme. Christian arrullando a Ray después de un biberón y Sawyer mirando el móvil.

Tomo el mío y presiono el número uno en contactos frecuentes, luego lo veo fruncir las cejas y poner el teléfono contra su oreja.

—¿Qué? —pregunta mirándome.

—No quiero estar aquí —confieso. Luke gira un poco para mirar a Christian, pero él sigue meciendo a Ray en sus brazos—. No le digas, por favor.

Se reacomoda en la silla y cruza su pierna sobre la otra para interrogarme mejor.

—¿Y por qué no?

—Porque yo fui la que insistió en hacer esto... Dios, me siento tan tonta ahora.

Reclino la cabeza contra la silla y cierro los ojos. Si me concentro, puedo imaginar que estoy en Seattle siendo solo Rose, cenando con los Grey y teniendo a mi bebé en brazos mientras charlo con Mía o Elliot.

—Me refiero a lo otro, banana —gruñe bajito—. ¿Por qué no te gusta?

Porque... Rayos.

Solo admítelo.

—Porque estoy cansada de hacer esto, de pretender que besar a un chico y a otro está bien cuando lo único que quiero es a Christian.

—Es ficción, —me recuerda—. Los besos no son reales, pero puedes negarte siempre. Lo sabes, ¿Verdad?

Sonrío porque tiene razón.

—Si. Es decir, Chad es atractivo y es muy respetuoso, pero no puedo besarlo y luego sonreír como que es lo mejor que me pasó en la vida... Porque no es cierto.

Incluso en la distancia y los murmullos puedo ver a Sawyer frotando sus ojos en su gesto frustrado, se filtra un poco en su tono pero sus palabras siguen siendo reconfortantes.

—Entonces no lo hagas. Si esto ya no es lo que solías querer, renuncia. —se quita los lentes y sonríe, mirándome—. No le debes nada a nadie y nadie te dice cómo vivir tu vida. Solo tú.

La realidad se asienta en mi como una piedra en el fondo de un lago porque es cierto. La única persona que me presiona para continuar soy yo misma.

Ni mis padres, o Luke, o mi representante. Soy yo, y lo que creo que las personas esperan de mi.

¿Cuándo voy a escucharme a mi misma?

Bueno, eso sería ahora.

—¡Exacto! No soy ni la dulce Rose ni la atrevida Anastasia —chillo de alegría—. No tiene qué ser blanco o negro, puedo ser el color que quiera.

—No sé de qué carajos hablas, Annie, pero estoy contigo como siempre.

—Entonces prepara todo porque nos vamos.

—Detrás de ti, jefa.

Termino la llamada y guardo el móvil en mi bolso para ponerme de pie. Me echo un vistazo en el espejo a mi lado antes de dirigirme con el director.

—Lamento la interrupción, pero tengo qué irme. —abre la boca, seguramente para protestar pero lo detengo—. Estoy segura que tiene mucho material para echar mano y sus editores serán capaces de crear algo digno de su habilidad.

Asiento con una gran sonrisa, poniéndome los lentes oscuros y levantando la barbilla como hace mi madre cuando no admite más argumentos que es propio. Para cuando me acerco a Luke y a Christian, ya tienen todo listo.

—¿Ana? ¿Qué está pasando? —pregunta mi chico con sus ojos grises confundidos.

Aún sostiene a nuestro hijo en sus brazos y yo siento que lo amo más cada día que él demuestra ser el hombre que quiero y necesito.

—Nada mi amor, terminé con esto y ahora podemos volver a casa.

Luke guía el camino hasta la puerta del estudio, Trevor esperando por nosotros en la suv oscura que nos traslada de forma segura hasta mi departamento.

Anastasia comenzaría a ladrar órdenes a todos tan pronto como llegamos, pero Ana, la Ana de Christian quiere hablar primero con él.

Le pido a Sawyer que tome a Ray, luego él, Trevor y Jimmy suben las escaleras hasta una de las habitaciones libres para darnos privacidad.

—¿Qué está pasando? —Christian aún luce confundido, sus hermosas cejas arrugadas.

—Quiero ser honesta contigo sobre esto —tomo su mano y lo llevo conmigo al sofá—. He terminado con este asunto de ser una figura pública.

La incredulidad brilla en su rostro.

—¿Qué?

—He estado en la mira desde que era una niña, y comencé a trabajar en esto desde que tenía 16 años y obtuve un contrato de modelo.

La imagen de mi, siendo una niña y disfrutando de la atención aparece en mi mente. Supongo que entonces no me molestaba tanto porque el tema principal era ¿A dónde te llevarán tus padres cuando terminen sus filmaciones?

¿Pero ahora? No solo me siguen, también acosan a Christian, a su familia y lo harán con nuestros hijos si lo permitimos.

—Fui feliz durante años porque tuve la oportunidad de hacer muchas cosas, pero ya no es lo que quiero. —le doy un suave apretón en la mano y entrelazo nuestros dedos—. He tenido la idea de tomar una pausa de esto desde antes de conocerte, y creo que ahora tengo las mejores razones para hacerlo.

Sus ojos se abren de sorpresa.

—¿Porque te lo pedí?

Ja.

—Porque quiero tener un embarazo tranquilo. Y quiero que estés ahí para disfrutarlo como no pudiste hacerlo con Ray.

—¿Estás hablando en serio?

—Lo hago.

Sin soltar su mano, me acerco lo suficiente para apoyar mi otra mano en su cabeza y acercarlo a mis labios. El beso es inocente y suave, luego Christian se aparta solo un poco.

—Ana, júrame que estás hablando en serio.

El alivio en su voz me hace reír.

—Lo prometo. Vamos a casa, Christian.

Glamour: La Vida Secreta De Una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora