CAPÍTULO 3

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Los personajes de Candy Candy son propiedad de Mizuki & Igarashi.
La historia es una idea original de mi loca cabecilla. SIN FINES DE LUCRO.
Historia creada para el aniversario del grupo de Facebook: Biblioteca Grandchester.
Fic recomendado para mayores de edad y con amplio criterio.
Algunas escenas contienen lenguaje explícito y soez. Se recomienda discreción.

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Eran las benditas 10 de la mañana y el malnacido dueño nada que aparecía; estaba sin desayunar desde las 8am, estresada y muy molesta. Había interceptado como a seis personas, y ninguna había sido él, ¡vaya tipo! Se nota su responsabilidad.

Me había tomado tres días enterarme, gracias a una ex compañera de universidad que estudió comunicación y que actualmente trabaja en el New York Times y tiene la información al alcance de su mano, de quiénes eran los inversionistas mayores del hotel y la manera de contactarlos. Afortunadamente para mí, iba a haber un congreso empresarial el día jueves a las 11 de la mañana y Neil Leagan, uno de los socios, debía estar presente.

Asumiendo que el tipo actuaría como yo lo haría, imaginé que llegaría temprano para supervisar que todo estuviera en regla, en orden; llevaba ya dos horas estacionada afuera, y el hombre brillaba por su ausencia. Las personas estaban empezando a llegar; llevé mis dedos al puente de mi nariz, no me quedaba otra opción que pasar al plan B.

Salí de mi camioneta, me colgué el gafete que me identificaba como reportera, ajusté mis gafas transparentes, tomé mi bolso y, con plena seguridad, caminé hacia la entrada, esperando desarrollar, creíblemente, mis dotes histriónicas.

--Buen día señorita. –Saludó el joven de recepción sentado detrás de una computadora.

--Buen día joven. –Dije sonriendo.

--¿Viene usted al congreso?

--Es correcto. –Asentí con la cabeza.

--¿Podría decirme por favor su número de folio?

--Por supuesto, el número es BF450125.

El chico tecleó el número y esperó un momento, tiempo que para mí se volvió una tortura. Sentí cómo el sudor comenzó a bajar por mi sien derecha debido al nerviosismo, el joven me miró, frunció el entrecejo y preguntó:

--¿Me indica su nombre y periódico, por favor?

--Karen Kleiss, del New York Times.

El chico miró la pantalla y luego hacia mí, y asintió.

--Adelante señorita Kleiss. Su lugar está en la fila 15, asiento 8, entrando por el lado izquierdo.

Sonreí y asentí, alejándome de la entrada lo más rápido que me permitieron mis pies, los cuales empezaban a entumirse debido al estrés.

Mi querida y alocada Karen me había propuesto esta atrabancada idea en caso de que no pudiera dar con el mentado inversionista. En un principio me negué, alegando no poder desempeñarme como debía, pero ella me aseguró que no había ningún problema, ya que las preguntas las tendría anotadas en una libreta, y mi turno sería indicado en el momento oportuno. Conseguí una peluca pelirroja y unos lentes de contacto, y me personalicé como ella, cualquier comentario que el recepcionista hubiera podido hacer, aduciría a la siempre común subida o bajada de peso, afortunadamente no hubo necesidad. Encontré mi lugar, apreciando el lujo de alrededor, en verdad el hotel era hermoso, pero yo había llegado con una propuesta para desaparecerlo y no había marcha atrás. Antes de llegar a mi asiento pasé a la mesa de aperitivos, tomé un café y medio emparedado, me dirigí a mi sitio, pasando por en medio de otros periodistas, y me dispuse a esperar.  

♥️🧕Corazón de Sultana♥️🧕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora