CAPÍTULO 10

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– Mierda... –murmuro.

Escucho una carcajada detrás de mí y me giro para encontrarme con los ojos marrones de Damiano.

– ¿Te he puesto nerviosa, Luca? –pregunta dibujando una sonrisa fanfarrona en la cara.

Como respuesta le enseño el dedo del medio y tuerzo el gesto. Me giro de nuevo y me agacho para recoger los cristales de la copa que acabo de romper. A mi derecha, veo a Roko salir del almacén a prisa, supongo que para ver que ha pasado.

– Déjalo Anna, ya lo recojo yo –dice mi jefe cogiendo la escoba de la esquina.

– No de verdad Roko no te preocupes, ya está casi –digo sosteniendo algunos cristales en la mano.

– Levántate Anna, no quiero que te cortes.

Levanto la mirada hacia mi jefe y acepto la mano que me está tendiendo para ayudarme a que me levante.

– Gracias –sonrío.

Me giro en busca de los ojos marrones culpables de que haya reducido el inventario de vajilla del bar, pero no están. El espectador número ocho se ha ido.

Vuelvo mi mirada hacia Roko y le doy las gracias una vez más por haber recogido el desastre que he montado yo solita.

Roko y yo nos conocimos en una fiesta del garito en el que trabajaba él antes de abrir el Mons. Yo por aquel entonces ya estaba buscando trabajo a la par que buscaba piso para vivir durante los cuatro años de carrera, pero no encontraba absolutamente nada. Roko fue para mí como una aparición angelical que me arregló la vida en pocos segundos. Me acerqué a su barra a pedir una copa y tras servírmela me examinó con la mirada unos minutos.

– Corrígeme si me equivoco, pero tengo la sensación de que hoy estás ahogando tus penas en alcohol –supuso.

Se apoyó con ambos brazos sobre la barra y yo le miré por primera vez desde que había entrado en el local. Sus ojos verdes transmitían tranquilidad, y su sonrisa ladeada irradiaba confianza. Solo con mirarte Roko ya te estaba diciendo: "Conmigo puedes hablar de lo que necesites", y así lo hice. Le entretuve durante más de media hora contándole lo mal que lo estaba pasando con Fede y lo agobiada que estaba por no encontrar ni un techo bajo el que vivir, ni un trabajo con el que pagarlo. El que sería mi futuro jefe me regaló una sonrisa sincera y me hizo dos propuestas bajo una condición.

– Estoy a una semana de cerrar todo el papeleo para abrir mi propio bar, está cerca de la plaza Campo de' Fiori. El local es pequeño pero con encanto, le daré un toque con mi estilo. Y obviamente, con un bar a punto de ser abierto, necesito alguien que me ayude detrás de la barra. ¿Qué te parece?

Yo simplemente asentí, mirando al hombre que tenía delante de mí, extasiada, como si fuese una aparición del cielo. Recuerdo perfectamente la carcajada ronca que soltó al ver mi cara, y continuó hablando.

– Tengo un amigo que alquila pisos a estudiantes, y ahora mismo tiene varios libres. Uno de ellos pilla a cinco minutos del local en el que está mi futuro bar; puedo hablar con él para que te lo enseñe y cerréis detalles.

Asentí de nuevo, sin abrir la boca.

– Pero dime algo mujer –me dijo mi ángel de la guarda.

– Yo... no sé... sí, claro. Gracias. Es que es como mucha información así de repente –tartamudeé.

– Y por último, clausula número uno del contrato de tu próximo trabajo; deja a tu novio. Es un capullo.

Yo simplemente sonreí, sabia que tenia razón. Joder todo el mundo la tenía cuando me decían que le dejase, pero no podía.

Sin sentimientos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora