Otra vez había sido su culpa, su padre le había dicho que no pusiera un dedo sobre su tocadiscos favorito, pero este se veía tan bonito que guiado por su curiosidad no pudo evitar llevar sus manos hasta el aparato.
En realidad no había pasado nada, Jin no era un niño travieso que rompiera cosas, solo hubo algo, una cosa que tocó para que el aparato comenzara a sonar sobre el disco colocado con un sonido chirriante y después rápidamente se reinició la música.
Pero fue suficiente para que su padre lo atrapara.
Su madre como siempre giró a un lado la cara cuando observó a su marido quitándose el cinturón y luego no hubo más que el sonido sibilante del cuero cortando el aire antes de impactar con la espalda del niño.
Entre sollozos, Seokjin logró dormirse con el dolor latente en las heridas de su espalda y también en su estomago que rogaba por algo de comer después de que su progenitor lo haya enviado a la cama sin cenar.
Justo antes de lograr cerrar los ojos con las lágrimas secas en sus mejillas, un fuerte viento azotó la ventana que no se encontraba con seguro y las cortinas bailaron en la habitación, después se escuchó la lluvia y Jin no hizo nada más que cubrirse la cabeza con la sábana.
Le daba un miedo inexplicable levantarse a cerrar la ventana, porque justo desde su habitación podía verse la colina que estaba a espaldas de su casa, esa colina donde en la parte superior se podían apreciar las cruces de las lápidas que aguardaban el descanso eterno de las personas que ya no pertenecían a este mundo.
Probablemente llevaba media hora durmiendo o incluso menos cuando un sonido lo despertó, extrañado Jin miró por sobre las mantas y al no encontrar nada no dudó que haya sido solo el viento moviendo los árboles afuera.
Sin embargo, había algo, una cosa que no pertenecía a su habitación. Jin entrecerró los ojos y se encontró con una pelota azul apoyada contra la pared justo bajo la ventana.
Por un breve momento pensó que el sonido de la pelota chocando contra la pared después de que alguien la lanzara lo había despertado pero rápidamente negó con la cabeza, eso era imposible.
Contando hasta tres en voz baja, Jin se levantó y aunque podía sentir su corazón latiendo rápidamente como si sonara en toda la habitación, hizo caso omiso y en dos pasos largos llegó hasta la pelota, porque no era un cobarde como decía su padre.
"No soy una niñita" susurró antes de agacharse para tocar el objeto.
Pero justo cuando sus dedos rozaron el plástico de la pelota se oyó una risita infantil.
Jin sintió como su pecho se contrajó, las manos le comenzaron a temblar y si prestaba más atención incluso podía escuchar el castañeo de sus dientes.
Abriendo solo un ojo miró debajo de su cama preparado para tomar rápidamente el bate de madera que se encontraba en la esquina más cercana.
Sin embargo debajo de su cama no había un fantasma ni un monstruo, ni siquiera era un hombre con pinta de asesino.
Era tan solo un niño que le mostraba una sonrisa traviesa con un par de hoyuelos en sus mejillas regordetas.
—Shhh.
Jin había abierto la boca pero la cerró en cuanto el niño siseó llevándose el dedo índice a los labios.
—Tu padre aún está despierto y está bebiendo. Sabes lo que pasa cuando se enoja estando ebrio —Susurró.
Jin asintió sin preguntarse como el niño sabía eso y se acercó hasta su cama para sentarse frente a esta en el suelo con las piernas cruzadas, justo frente al niño.