Capítulo 22. Catch in the dark

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- Hija, es la quinta vez que mueves esas flores de sitio. ¡Ellas no tienen la culpa de que estes tan nerviosa!- grita mi madre quitándo el jarrón azul de mis manos y colocándolo en el mueble de la entrada.

Son las 20:37 minutos del 5 de Enero de 2019. Después de pasar la nochevieja en casa con mi familia y las pesadas que tengo como amigas, mis padres, Antón y yo vinimos a Madrid para pasar la noche de Reyes juntos. Esta noche, en cada casa hay un niño impaciente porque se haga de día, con mariposas en el estómago, intentando escuchar cualquier ruido en el silencio de la noche que indique que Melchor, Gaspar y Baltasar ya han llegado.

- Carol por dios, ya tienes 23 años, madura.- dice Antón guiñándome un ojo de la que entra al salón con una fuente de ensalada.

Estamos en mi piso de Madrid. La mesa del comedor, si se puede llamar así a una tabla de madera, está en donde hasta hace solo dos horas se encontraba el sofá. No somos de ir a restaurantes en las fechas más señaladas del calendario (a excepción de los cumpleaños). Nos gusta mucho más disfrutar de las cenas en pijama, tal y como dice mi madre: en traje de noche. Por esto, me había parecido muy buena idea celebrar esta cena en mi piso. No era consciente que somos 5 personas para cenar en un espacio de tres metros cuadrados. Vale igual no tan poco espacio, pero me entendéis.

Mi padre está apoyado en la barra que separa el salón de la cocina. Antón está hablando por teléfono en la terraza, donde ya no está mi ropa colgada. Ha sido sustituida por el sofá color arena encargado de atraparme todas las potenciales tardes de estudio.

Suena el timbre y me apresuro al recibidor. Lógicamente, mi padre se adelanta. Él estaba exactamente a un metro de la puerta. Tengo la manía de hablar de la casa como si tuviese muchas estancias para que parezca más grande, aunque la verdad que es más fácil resumirlo como zona común-habitación.

Marco entra por la puerta resoplando con una silla de madera en la mano.
- ¿Donde dejó esto?

- Trae hijo, ya lo coloco yo.- dice mi madre quitándole el mueble de la mano y colocándolo en el hueco de la mesa que estaba vacío. La verdad que si alguien entrase ahora por la puerta y viese el panorama, probablemente creería que estamos locos. Debido a la falta de organización por mi parte, esta vez sí que es culpa mía, no había contado con que en mi casa solo hay 3 sillas decentes y una plegable. Así es que le tuve que decir a Marco que si tenía tantas ganas de venir a la cena, tenía que traerse su propio asiento. Igual no fue así y me morí de vergüenza por pedírselo. Nunca lo sabréis.

- Estás muy guapo.- le digo dándole un beso rápido en los labios.

- Llevo mi chandal de gala, no te puedes quejar.- dice riéndose.

- Yo también llevo un chandal de gala, pero me queda mejor seguro. ¿A que si Papá?.- dice mi hermano mayor haciendo acto de presencia y estrechando la mano de Marco.- Encantado tío.

- Seguro que si hijo...- dice mientras le da una Estrella Galicia.

Abro la nevera en busca de dos botellines más, uno para mi y otro para Marco mientras escucho como este le da la razón al tonto de mi hermano. Si claro, ya le gustaría a Antón que ese chandal gris de Adidas le quedase la mitad de bien que a mi chico, pero que se le va a hacer. No seré yo quien dañe su ego.

La cena pasa entre risas gracias a Antón y sus mil y una noches de conciertos. Estoy sentada en la cabecera de la mesa, en la silla plegable por si alguien tenía dudas. Marco está a mi derecha hablando con Antón de nosequé garito de Amsterdam donde al parecer, por fechas, coincidieron en el mismo concierto.

- Que si tío, que te juro que estaba ahí. Fue de las mejores noches que pase en Amsterdam.

Antón había estado de erasmus en Rotterdam y siempre que podía se escapaba a la capital con su grupo de amigos. Al parecer Marco estaba visitando a su familia el mismo día que un DJ muy conocido, con un apellido con demasiadas consonantes como para que yo lo pueda pronunciar, pinchaba en una de las discotecas. Y aquí estamos, escuchando como estos dos rememoran una noche que al parecer estuvo llena de luces rojas, música tecno y algún que otro chupito de Jagger.

- Carol, tu hermano es majisimo. No entiendo porque me lo habías vendido como alguien seco que me iba a intimidar.- dice Marco sentándose en mi lado en el nuevo sofá de la terraza.

- Yo tampoco entiendo que le ha pasado. Me lo había dicho mil veces que cuando te conociera iba a jugar a ser el poli malo.- digo riéndome.- Spoiler: le ha salido mal.

- Que puedo decir, tengo un encanto natural.- dice llevándome hacia su cuerpo sabiendo que mi respuesta más inmediata iba a ser, probablemente, violenta.

- ¿De verdad no podemos entrar a ayudar?- Dice sacándome de mis pensamientos mientras señala a mis padres.

- Ni se te ocurra. Mi madre me ha obligado a salir aquí hasta que esté todo recogido para la hora de los regalos. Dice que bastante he hecho al organizar esta noche, y que disfrute.

La noche en Madrid está increíble. Desde aquí puedo ver las luces de los edificios encendidas como si fuesen pequeñas luciérnagas en una noche de verano en el pueblo. El tráfico está tranquilo, apenas un par de taxis circulan por las calles con la etiqueta de ocupado en rojo. Seguro que es momento de acabar su jornada laboral y regresar a casa junto a los suyos. Por el rabillo del ojo veo como Marco hace una foto al paisaje con una sonrisa en la cara.

- Ven.- dice en un susurro. No hace falta que lo diga más alto. En un segundo estoy a su lado en el sofá cobijándome bajo su brazo izquierdo que levanta para dejarme espacio. Apoyo la cabeza en su pecho y me da un beso en la nariz.

- A disfrutar.

@marcoasensio10 update: new close friends Instagram stories.

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