Capítulo 2

9 3 4
                                    


1820, Londres

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

1820, Londres.

Poco a poco Elizabeth iba sintiendo el piqueteo y las sacudidas que amenazaban con lanzarla por los aires, el movimiento la adormecía pero la angustia de no saber dónde iba y con quien estaba, la hacía luchar con todas sus fuerzas para lograr despertarse.

- Tranquila, aquí estás segura.

Aquella voz era inconfundible y solo esas palabras bastaron para sentirse segura y nuevamente caía rendida a los brazos de Morfeo.

Pasaron algunos minutos más hasta que finalmente llegaron a su destino, Elizabeth seguía sin abrir los ojos, Rebecca no dejaba de morderse las uñas por los nervios y Gulat solamente deseaba que esto no trajera consecuencias graves para los tres.

- Bueno... - carraspeo Gulat – debemos bajarla e intentar hablar con la anciana.

- No estoy segura Gulat.

- Pues ya estamos aquí, nos tomó dos horas llegar a este lugar, veamos si esto la ayuda. Solo intentémoslo.

Elizabeth quería preguntar qué estaba pasando, pero sentía su cuerpo tan magullado y unas ansias de que en algún momento deje de doler. No supo cómo bajo de aquel carruaje, ni el momento en que la hicieron acostarse en un catre, simplemente se dejó guiar.

Abrió los ojos y se sintió desorientada. Se sentó en aquel catre y observó aquel lugar tan diminuto. Aquella sala tenía un extraño mobiliario, muchos colores y almohadones de distintos tamaños esparcidos por todo el lugar como si estuvieran reemplazando los sillones, sofás o butacas. En una de las paredes había un estante repleto de cosas que no podría describir que eran ya que nunca los había visto alguna vez, eran raros.

Su curiosidad era tanta que se acercó y pudo distinguir un reloj de arena, unas figuras de león talladas en madera, una hoja doblada que al parecer era un mapa y unos habanos. El resto simplemente eran cosas de otro mundo.

Pero lo que más le llamaba la atención era aquel reloj con arena negra. Dos idénticas serpientes unían la estructura. La base era el cuerpo enroscado de una serpiente que sube como pilar y con la cabeza tocando el cuerpo de la otra serpiente enroscada que desciende por el otro extremo siendo su cuerpo el pilar izquierdo y con su cabeza también tocando el cuerpo otra serpiente. No podía despegar los ojos de aquellas serpientes que le transmitía un sentimiento un tanto extraño.

Un escalofrió recorrió su cuerpo al observar detenidamente aquellas serpientes que en principio aparentaban ser iguales pero que cuanto más las observaban más diferencias habían y daba la sensación de que cada una estaba huyendo de la base que pertenecían.

Acarició aquel reloj y sorpresivamente sintió que todo su cuerpo se relajaba.

- Veo que ya has despertado mi lady. – dijo la anciana, haciéndola brincar del susto. Al quitar su mano de aquel reloj sin querer aventó el pequeño león de madera.

Atrapadas en otro sigloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora