El portal se abrió en medio de la cocina de Irina. Mikhaeli observó por un momento la mezcla de colores dentro de la mancha brillante. Lux se encontraba a su lado, acordando con Irina, quien se movia por todas partes, detalles que rebotaban contra sus oídos y se iban tan lejos que su cerebro no podía atajarlos.
—¿Estás bien?
Deslizó la mirada hacia Lux.
Durante un instante, lo único que pudo ver fueron sus ojos verdes y brillantes. Luego, como si aquellas cuencas formaran parte de otra criatura, todo su rostro repleto de diminutas cicatrices que apenas se notaban. Al menos, en su mayoría. La que le cruzaba los labios era casi plateada ahora.
Lux pareció darse cuenta de que la estaba mirando, porque se giró hacia Irina mientras se tocaba la herida con la punta de los dedos.
—Necesito que cubras esto, por favor. —Irina frunció el ceño, sin entender, pero entonces parpadeó un par de veces en dirección al portal, a Mikhaeli, y luego de regreso a Lux, y asintió—. Gracias.
Irina se acercó y sostuvo la cabeza de Lux con una de sus manos, alzándole el mentón. Murmuró algo en ese idioma incomprensible y las chispas doradas cubrieron el rostro de Lux suavemente. El demonio no hizo ningún sonido o se movió hasta que la magia se evaporó.
La cicatriz no había desaparecido como Mikhaeli pensó, sin embargo. La línea seguía, luciendo lisa. No se había hecho ni más grande ni más pequeña, era la misma, solo que ya no plateada, sino verde. Un verde como el artificial de sus ojos, pero opaco, sin vida.
Irina se alejó y volvió a lo suyo.
—¿Por qué verde? —Le preguntó a Lux—. ¿Por qué esa no desaparece como las otras?
—Los demonios podemos curarnos rápido, pero no somos indestructibles. Mis otras cicatrices eran menos profundas, inofensivas. Esta. —Se señaló el labio—, me la hizo un soldado con una daga envenenada. Se curó, porque fue apenas un corte. Un poco más y habría terminado mucho peor.
Mikhaeli sabía que no eran invencibles, había visto a muchos demonios morir desde un principio. Sin embargo, imaginarse a Lux como a cualquier otra criatura, que no fuese uno de esos súper soldados de las películas y libros, era difícil.
—¿Entonces...? —Carraspeó, dudando en si debía contar en voz alta su teoría o no. Al final, se ignoró a sí mismo y dijo—: Erixa tiene una cicatriz que le atraviesa un lado del rostro. Es roja y lisa. Se ve como la tuya. Pero roja. Roja como...
—Sus ojos —concedió Lux—. Sí. Es por eso. La mía es plateada porque mis ojos son plateados, ahora es verde porque se supone que mi elemento es el aire.
—¿No hay manera de que puedas curarte como Irina lo hizo conmigo?
—Eso tomaría más tiempo —dijo Irina. Finalmente, ella parecía lista—. Y energía. Tengo que descansar mi magia si quiero que funcione bien, así que esto es lo más práctico.
Mikhaeli se hizo a un lado para que ella pasara frente al portal. Lux lo imitó, y mientras Irina lanzaba un hechizo hacia el agujero en el espacio, el demonio estiró su mano hacia la suya y la sostuvo. Estaba cálida, y suave.
—No me sueltes —le pidió Lux, como si pudiera prever que eso era exactamente lo que MikhaelI haría—. Lo siento. Sabes que te perderás si lo haces.
Irina fue la primera en atravesar el portal. La muchacha les lanzó una mirada antes de desaparecer entre los colores luminosos que giraban dentro del espiral. Lux le preguntó si estaba listo. Mikhaeli no creía que pudiera decirle que no, que odiaba la sensación que el viajar así le había dejado en el estómago, por lo que solo asintió, tomando una enorme bocanada de aire.
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Silverywood: Una puerta al Infierno ©
FantasíaLos demonios no solo viven en su cabeza. Mikhaeli Cox es un joven pintado por los fantasmas del pasado. El peso de la memoria, y a veces del cuerpo, lo ha llevado a alejarse de su familia, amigos, e incluso de la persona que solía ser. Luego de un a...