La luz de la luna más brillante del año se colaba entre las rejillas de la persiana de su habitación y le daba directamente sobre la frente. Él lo notó y poco a poco fue despertando de un sueño reparador.
Él era un tipo raro, al que le gustaba dormir durante el día y hacer sus quehaceres por la noche. También era bastante solitario, no tenía muchos amigos, aunque deseaba tener más.
Sé levantó de la cama y fue a tomar el desayuno. Mientras lo preparaba oyó un ruido a lo lejos, que pudo captar gracias a su increíble y extremadamente desarrollado sentido de la oída.
―¿Hola?―
Hubo una pausa.
―¡Ayuda, me he perdido!¿Alguien me oye?―
Era la voz quebrada y asustada de un niño de no más de doce años. Él pensó que sería un buen candidato para ser su amigo y se ilusionó. Corriendo fue a su encuentro.
El niño caminaba lentamente por un camino oscuro, que cruzaba un bosque de pinos, únicamente iluminado por la luz de esa luna de otoño. Estaba asustado, se le notaba por la respiración, rápida y entrecortada, y porque miraba ansiosamente a su alrededor esperando encontrar en cualquier momento una extraña sombra o un movimiento entre los árboles.
Él lo observaba entre los árboles sin moverse ni un milímetro para no desvelar su presencia al niño. Era un experto en camuflarse entre los árboles, pasaba completamente desapercibido.
El muchacho siguió caminando hasta llegar a un prado entre los frondosos bosques. Entonces advirtió la silueta de una casita de madera, recortada por la tenue luz del satélite.
Se dirigió lentamente hacia ella y empezó a observar el oscuro interior a través de las ventanas. Por una de ellas pudo ver una pared de baldosas blancas en la que había dibujos de un color rojo muy oscuro que parecían haber estado hechos con las manos, por un niño de no más de cinco años. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y entonces se dio la vuelta y empezó a correr para alejarse de esa casucha.
No hubo andado más de seis metros cuando tropezó con algo y cayó. Curioso, fue a ver con que había tropezado y tuvo una grata sorpresa; ¡era una linterna! Justo lo que necesitaba en aquél momento. Apuntando hacia el bosque, presionó el botón de encendido para ver si funcionaba, y en efecto, funcionó. Una pequeña zona del bosque quedó iluminada y pudo ver una figura blanca y negra que destacaba entre los arboles marrones. Esa figura lo estaba mirando.
El niño profirió un grito de pánico y dejando caer la linterna corrió, cruzando el claro hacia el otro extremo del bosque y adentrándose en él por otro camino. Miró hacia atrás y no vio nada fuera de lo normal. Aun así siguió corriendo y fugazmente volvió a ver esa silueta a su derecha, entre los árboles. Corrió todo lo rápido que le dejaban sus pequeñas piernas de niño siguiendo el camino.
Él se divertía viendo correr al muchacho.
―Quiere jugar― pensaba alegre.
El niño siguió corriendo y seguía viendo esa silueta cada pocos metros, como si se teletransportara. Unos minutos después dejó de ver a esa extraña figura.
―Ya me he cansado de jugar a este juego― pensó él.
Al no ver ningún peligro, el muchacho paró a coger aire. Se giró y lo vio a veinte escasos metros de él. Parpadeó y la figura se acercó hasta estar a diez metros. El niño anduvo hacia atrás dando traspiés y con la mirada fija en ese ser, el cual se acercó hasta estar a cinco escasos metros de distancia. Dando un desafortunado traspié al tropezar con una roca, cayó hacia atrás y la figura se inclinó hasta estar a veinte centímetros de su cara.
En sus últimos instantes de vida, el muchacho pudo ver con claridad el rostro de ese ser. Horrorizado pronunció sus últimas palabras: ―So...soy Edward. Po...por favor n...no me hagas da...― Con un movimiento rápido la figura lo mató.
Él se llevó al cadáver a su casa. ―Voy a presentarte a tus nuevos amigos― dijo para sus adentros, ya que era mudo. Entro en una de las habitaciones y un olor nauseabundo salió por la puerta, pero él no la olió, no tenía nariz. Había doce cuerpos de niños y adultos apoyados en las paredes de esa habitación.
Él dejó caer el cuerpo inerte de Edward junto al de una niña de unos catorce años y se fue a dormir.
Durmió feliz, soñando en sus nuevos amigos...
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Relatos de terror
HorrorDiferentes historias que iré colgando de vez en cuando; son pequeños relatos de terror. Espero que os gusten :3