Esa noche no dormí. ¿Cómo iba a hacerlo? Fui al lago, Bean estaba esperándome, aunque su mirada de esperanza se vio desvanecida cuando comprobó que no traía al niño conmigo. Sonrió como si nada pasara, su sonrisa falsa. La odiaba. Me sacaba de quicio, aunque también me encantaba eso, cuando me enojaba y después sacábamos cada uno, nuestro lado más salvaje y nos fundíamos como si se tratase de dos líquidos que dependen el uno del otro. Me acerqué tanto que podía escuchar a su corazón latir, estaba agitado. Mientras en mi cabeza rondaba la idea de no decir nada o poner alguna escusa para poder disfrutar de su cuerpo, pero mi instinto de madre afloraba, no podía perder el tiempo en mis deseos más instintivos, mi hijo estaba en peligro y yo era la única que podía salvarle. De repente, me cayó una bellota en la cabeza, con tal intensidad que caí en los brazos de Bean que me sujetaron con fuerza, pero quién habría sido tan necio de lanzar esas cosas con tal fuerza para derribar a un nido de pájaros y matarlos sin piedad. Todos sabíamos quien podría ser. New.
Se presentó allí con César volando, me quedé embobada viendo como volaba, era imposible. Si yo le quitaba todas las plumas…
César me habló, parecía haber crecido tres años más en un solo día, cómo era posible, me pregunté. No me dio lugar a responder a mi auto pregunta, cuando New y Bean estaban discutiendo.
Me giré hacia Bean, aún con un fuerte dolor en mi cabeza, lo miré le besé y de una de mis boyas que llegaban hasta la rodilla, saqué la espada que llegó una vez a mi casa. La envainé y luché contra New, finalmente le atravesé el pecho del cual emanaba sangre del color del mismísimo petróleo. New me miró mientras agonizaba y me dijo que me quería, lo que hizo que me arrepintiera de mis actos. Me giré en dirección a Bean y no estaba, César tampoco. Me volví para ver si estaba New y sus últimas palabras fueron "Te equivocaste de monstruo". La confusión invadía todo mi ser, caí al suelo dándome un fuerte golpe en las rodillas, pero ya nada importaba. Ahora si que nada tenia sentido.
Cosas como que Bean había jugado conmigo, o que todo fuera un sueño invadían mi mente hasta tal punto de volverme loca. Finalmente consumida por todo lo ocurrido, fui a la policía y le comenté todo lo ocurrido. La policía en vez de ayudarme, me encerró en un psiquiátrico. Allí todo era de color blanco, el que era mi color favorito o no. Ya no sabía ni quien era, todos me decían que todo lo que pensaba era fruto de mi imaginación.
Tres años más tarde, sin ningún amigo consumida por la soledad, desaliñada y descuidada, me levanté y fui al comedor, allí una de las enfermeras que a veces me ayudaba haciéndose amiga de mi ser desconcertante, vino y me dijo algo que llevaba escuchando todo el tiempo que había estado ingresada aquí, pero nunca había ido dirigido a mí. "Tienes visita".
Fui asustada, por primera vez a a sala de visitas. Por lo que había oído era la única sala que no estaba pintada de blanco. Mientras caminaba pensaba quién sería, tal vez mi abuela, estaba ansiosa por hablar con ella. Al fin llegué, no era mi abuela. Era… Bean. Había vuelto por mí, algo que me alegraba, porque fue lo único que me mantuvo viva todos estos años...
Bean me miraba de forma distinta, aunque no lo culpo; yo también lo haría, si me viese en un espejo. Me dijo que me iba a sacar de allí, realmente así fue, a la semana de su primera visita, pude volver a ver el mundo como lo conocía antes, aunque la terapia milagrosa de los doctores mentales había hecho importantes estragos en mi memoria, no me acordaba como era andar largas distancias y sentir el viento traspasar mi pelo. Llegamos a casa, Bean y yo no habíamos hablado nada en todo el camino. Estaba muy raro, me pregunté que le pasaría, no parecía el.
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Sí o No
RomanceUna joven llamada Martina D'Amico ha viajado a Roma en busca de trabajo, pero sin esperárselo se ve envuelta en un pentágono amoroso compuesto por cinco personas, del que le será muy díficil decidir con quién enamorarse de verdad. Cuando al fin deci...