CAPÍTULO 12

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Y ahí nos quedamos, pegados a la pared del Mons comiéndonos la boca como dos quinceañeros.

– Quiero presentarte a mis amigos –dice todavía pegado a mis labios.

– ¿Qué? –pregunto perpleja.

Se separa de mí y sube su mirada hasta mis ojos, me acaricia la mejilla y sonríe.

– Que quiero que conozcas a mis amigos –afirma contundente.

Frunzo el ceño con con confusión y Damiano pasa el dedo por las arrugas que se han creado entre mis cejas.

– No hagas eso, se te endurece mucho la expresión –dice bajando su mano de nuevo a mi mentón para elevar mi barbilla. – Estás mejor cuando me sonríes.

Sin poder evitarlo dejo aparecer una sonrisa y Damiano asiente satisfecho. A veces me sorprende como puede pasar de ser el más salvaje y el más bruto, al más cariñoso. El italiano deja un suave beso sobre mis labios y de un tirón me separa de la pared.

– Vamos, te acompaño a casa.

Pasamos los cinco minutos de camino en silencio. No sé si le ha molestado que no haya saltado a sus brazos de felicidad al decirme que quería que conociese a sus amigos, pero no me ha salido así. Me ha pillado muy desprevenida. Conocer a sus amigos es un paso importante, ¿no? Yo veía esto más como un "nos enrollamos cuando nos apetezca y poco más", y conocer a su círculo la verdad es que me parece mucho más.

En el fondo me hace ilusión, quiero saber con que gente se mueve Damiano, quiero escuchar a sus amigos hablar de él, verle cómodo hablando con los suyos, escuchar como se ríe como ha hecho esta noche con Roko...

– Quiero conocer a tus amigos.

Damiano frena en seco y se gira para mirarme.

– ¿En serio? – asoma una sonrisa de su boca y yo asiento acercándome a él.

– Sí, me hace ilusión.

– Si te parece demasiado o no te apetece dímelo, prefiero que seas sincera antes que hacértelo pasar mal.

– En serio Damiano, me apetece conocer a tus amigos –digo acercándome un poco más.

El italiano me rodea por la cintura y sonríe mirándome a los ojos.

– El viernes cuando salgas de trabajar vengo a por ti y nos vamos a le Mura, ¿te parece? –propone.

Yo solo asiento y pego mis labios a los suyos.

Al llegar a casa me encuentro a Oli dormida en el sofá, rodeada de envoltorios de dulces vacíos y varias bolsas de patatas. Recojo todo un poco para que mañana no se despierte envuelta en mierda, apago la tele y voy a mi cuarto para descansar. Menos mal que mañana las clases son por la tarde.


La semana ha sido tranquila, entre clase y clase el trío calavera nos pasamos el rato en la cafetería mientras mis amigos me bombardeaban a preguntas sobre Damiano. De un momento a otro decidieron que ellos también se pasarían por el Mura el viernes y me obligaron a prometerles que , por lo menos una vez durante noche, me tomaría una copa con ellos. He ido hablando de vez en cuando con el italiano porque, no os lo conté, pero me pidió que le diese mi número de teléfono para ir organizándonos. No hemos hablado todos los días ni mucho menos, pero si me desperté un par de ellos con un "Buenos días Luca" y otros tantos me fui a dormir con un "Descansa nena, no sueñes mucho conmigo ", pero vaya, nada fuera de lo normal.


Ya ha acabado mi turno en el Mons, estoy en la puerta fumándome un cigarro y esperando a que el espectador número ocho pase a por mí. Hoy he decidido ponerme una banda de lentejuelas plateada y una falda corta que imita al cuero, además de los botines más cómodos pero arreglados que he encontrado rebuscando en mi armario.

Sin sentimientos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora