Capítulo XVIII

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Y como si nada hubiera pasado, Aiden solo se marchó, y yo me quedé ahí, como la estúpida que era.

Podía sentir mis bragas empapadas, y el cosquilleo entre mis piernas era tan fuerte que dolía.

Incapaz de recuperarme de lo que acababa de pasar, solo pude atinar a desplomarme contra la arena, intentando sacudir todo lo que estaba mal con el mundo. El problema era que después de ese orgasmo, no recordaba qué era lo que estaba mal con el mundo en primer lugar, y solo podía pensar en Aiden, en sus largos dados acariciándome, en sus palabras obscenas y en su erección contra mi espalda, manejándome como a su muñeca personal.

Me recosté en la caliente arena de Florida, mirando al cielo sin estrellas por la contaminación lumínica de bares y clubes, y me di cuenta que mi respiración aún no lograba normalizarse. Cerré mis ojos, consciente de que lo que había pasado era real, y que había tenido el primer orgasmo de mi vida causado por un hombre. Y ese hombre era el hombre que había perseguido mis sueños, fantasías y orgasmos autocomplacientes durante toda mi etapa secundaria.

Cuando finalmente fui capaz de recomponerme, me levanté y sacudí la arena de mi vestido para emprender mi camino de vuelta al club. Miré mi celular, olvidado en mi bolso. Solo habían pasado veinte minutos, y cuando estaba por llegar de vuelta al bar, solo podía pensar en que todos descubrirían lo que había estado haciendo con tan solo darme un vistazo rápido.

Pero cuando llegué, todo el mundo estaba ebrio. Katt se la estaba montando con un chico en la esquina del bar y las chicas ya no estaban por ningún lugar, probablemente escondidas por ahí con sus respectivos ligues. El único que fue consciente de mi desaparición fue Matt, y eso solo hizo todo peor. Escuchándolo balbucear sobre el trago del día, solo podía pensar en las manos de Aiden sobre mí, mientras estúpidamente solo era capaz de decirle que sí, decirle que sí a todo lo que me pidiera o quisiera.

—¿No te parece si vamos a caminar un rato por la playa, Alex? —me preguntó Matt, y pensé en una forma rápida de decir que no.

—Me encantaría, Matt, pero creo que la margarita me hizo mal.

—¿Qué? Pero si apenas le diste un sorbo —hizo una mueca.

—Lo sé, es que no he comido nada en todo el día.

—Podemos ir a comer si quieres —insistió.

—Uhm... quizás mañana, creo que ahora me iré a dormir.

—Claro, Alex, no hay problema. Déjame encaminarte a tu cuarto.

Como el caballero que siempre era, Matt me llevó a mi cuarto y no se fue hasta que estuve sana y salva dentro de él, pero en cuanto ya no estuvo en mi perímetro de visión, salté fuera de la cama y comencé a subir las escaleras hacia el tercer piso, sin algo claro en mente. Ni siquiera sabía por qué lo estaba haciendo, ni siquiera creía que Aiden estuviera en su habitación.

Pero lo hice, y en cuanto abrí la puerta, por alguna razón sin tocar, me encontré con la única cosa en este mundo que no tenía sentido.

Ningún sentido en absoluto.

Completamente descolocada, cerré la puerta de la habitación en un estruendo y salí de allí a paso agigantado. Escuché mi nombre detrás de mí, pero no me di vuelta para escuchar nada, porque ya nada tenía sentido después de lo que acababa de ver.

Corrí fuera, con la sangre hirviendo, completamente confundida. Mi radar ahora estaba enfocado en encontrar a Aiden, y no tardé mucho en encontrarlo lanzando pases junto a los Raiders. Ya no me importaba si creían que estaba loca, pero necesitaba hablar con él. Ahora.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora