Capítulo 31. Intentando arreglar las cosas

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Pasaron unos días en los que Adriana echaba muchísimo de menos a Gabriela y ésta no la quería ni ver, aunque en realidad se muriera por dentro por verla.  Así estaban las cosas entre ellas. La situación no podía ser peor. 

Laura y Alba creían a Adriana cuando ésta les juró y perjuró que no hizo nada con Carlota. Ella les contó con pelos y señales todo lo que pasó durante todo el fin de semana. 

Laura quería interceder por Adriana y quería hablar con Gabriela para que escuchara a la cirujana. Sabía lo que se querían las dos y le dolía que por unos malentendidos no estuvieran juntas y estuvieran pasándolo fatal las dos. No era justo para ninguna de las dos. Pero Adriana no quería que Laura hablara con Gabriela sobre ese tema. Sabía que Gabriela había perdido la confianza en ella y ya nada más se podía hacer. Sólo sufrir. No se merecía el amor de una mujer como Gabriela. 

Una mañana de domingo estaba Gabriela con Rosa y Laura en la cafetería, aprovechando que la mañana estaba muy tranquila, cuando entró Adriana vestida con su pijama verde y enseguida las vio. Dudó si sentarse con ellas o sentarse a parte.  No quería incomodar a Gabriela, aunque se moría por sentarse cerca de ella y así poder mirarla sin reparo. Necesitaba mirar esos ojos color mar que tanto la relajaban. Necesitaba todo de ella.  Así que finalmente se armó de valor y se dirigió a ellas.  Si veía a Gabriela muy molesta, cogería su café y se cambiaría de mesa, sin problema. 

Cuando Gabriela la vio acercarse, su cuerpo se tensó y bajó la mirada. No quería mirarla a esos ojos verdes que tanto echaba de menos. Tenía miedo que esos ojos le dijeran a gritos cuánto necesitaban verla a todas horas y lo duro que se les hacía no poder mirarla todos los días.  Desde luego para Gabriela estaba siendo una tortura tener a Adriana tan cerca y tener que verla por la clínica cada dos por tres.

-Hola chicas,¿Qué tal estáis?- Dijo Adriana cómo si nada, sin quitar la vista de la auxiliar. Aunque por dentro todo su cuerpo estaba hecho un manojo de nervios. Sin querer dio con su rodilla en la rodilla de Gabriela, porque justo se sentó en frente de ella, y ésta nada más sintió el tacto, apartó su pierna. Ese movimiento no le pasó desapercibido a Adriana y le dolió en lo más profundo de su alma. Pero que quería,¿Que Gabriela estuviera con ella como si nada?.

-Hola guapa, ¿qué tal tu mañana?- preguntaron al unísono Rosa y Laura- por lo que veo ¿Acabas de operar,no?

-Sí, Laura, ha salido bien. Pero han sido unas cuantas horas así que ahora me iré a descansar. Lo necesito. Mentalmente estoy hecha polvo.

-Haces bien Adriana, así que tómate el café y vete a dormir algo- repuso Rosa. 

Mientras, Gabriela no abrió la boca.  Adriana no le quitaba la mirada de encima. Necesitaba que los ojos de Gabriela buscaran sus ojos. Pero nada, no había manera de que ésta la mirara. Adriana se estaba impacientando de ver que Gabriela pasaba de ella olímpicamente.

Gabriela puso una mano en la mesa, y Adriana aprovechó para poner su mano cerca de la de Gabriela. Deseaba que sus dedos tocaran los dedos de la auxiliar, pero sabía que si los acercaba, ésta los alejaría como hizo hace un momento con su rodilla cuando la tocó la rodilla de Adriana. Y eso la acabaría por destrozar. Pero tenía tantísimas ganas de sentirla, que al final se arriesgó a hacerlo. Y sin más preámbulos, rozó con sus dedos los dedos de Gabriela. Ésta al primer contacto levantó su mirada y la posó sobre los ojos de Adriana. La cirujana no se lo creía, por fin tenía los ojos color mar posados en sus ojos. Así que solo pudo sonreírle. Parecía que a Gabriela no le desagradó del todo el roce porque de momento no retiró sus dedos de la mesa. Y mientras, Adriana estaba soñando despierta sólo porque Gabriela le permitiera tocarlos. Eso era buena señal. 

Mientras Laura y Rosa mantenían una conversación ajena a las otras dos mujeres, Gabriela y Adriana ya no  podían dejar de mirarse. Mientras los dedos de la cirujana seguían rozando los de la auxiliar. Así estuvieron un buen rato.

Hasta que de repente apareció en la cafetería Carlota, la mujer que menos querían ver Gabriela y Adriana. Entonces Gabriela retiró sus dedos de los de Adriana. Carlota dirigió su mirada a Adriana  y también a Gabriela, y de repente supo que esa mujer era Gabriela y entendió perfectamente por qué Adriana la rechazó. Ella también hubiera rechazado a otra mujer de haber tenido a esa espectacular mujer a su lado. Ahora entendía la reacción de Adriana en ese fin de semana con ella. 

Tal cual la vio aparecer, Gabriela se levantó, se despidió de todas y se fue. No quería ni verla, y verla ahí, en la cafetería, cerca de Adriana… No podía con eso. Esa imagen le estaba removiendo el estómago. Se las estaba imaginando en el hotel juntas, esa despampanante mujer seduciendo a Adriana, y ésta dejándose querer...Y le daban ganas de llorar. Las fotos que colgó Carlota con Adriana de esa noche le destruyeron el corazón. Aunque llevaban dos semanas separadas ella creía que Adriana no tendría el cuerpo para hacer nada con otra mujer. Pero qué equivocada estaba. Eso le indicaba que en realidad no la quería ni la amaba como ella le dijo. Una cosa eran las palabras y otra bien distinta los hechos. Y éstos no tenían nada que ver con lo que le llegó a decir acerca de sus sentimientos. Ella misma era incapaz de estar amando a Adriana y a la vez acostarse con otras mujeres.

Adriana, sin pensarlo dos veces, decidió ir tras la auxiliar, no sin antes echarle una mirada asesina a Carlota. Pero Gabriela no quería saber nada de ella.

-¡Gabiela, espera por  favor!- le suplicó Adriana. 

-¿Por qué me sigues? Viene Carlota a la cafetería..¿Y tú te vas?. La verdad que tengo que reconocer que tienes buen gusto, es una madura muy atractiva e interesante- le dijo Gabriela con retintín- Normal que te la tiraras, es más, habrás aprovechado de viernes a domingo a follártela. 

Adriana la cogió fuerte del brazo y la paró en seco. 

-¡Ya basta, Gabriela! No sabes lo que estás diciendo. No me acosté con ella. Ella si quería acostarse conmigo. Vino a mi habitación y aprovechó a que yo no estaba para coger tu llamada. 

-Claro, ¿Pero tú te crees que soy imbécil?¿Y las fotos?

-Sí, fui a cenar con ella y luego a una discoteca. Pero nada más. La foto de su bata la haría ella en su habitación.  Lo ha hecho todo para joderme.

-Adriana, por favor...Déjame en paz. Olvídate de mí y haz tu vida. Eso sí, buscatelas maduras porque si sales con alguna más joven que tú, le romperás el puto corazón. 

Dicho ésto, Gabriela se fue corriendo. Se alejó todo lo que pudo de Adriana. No quería tenerla cerca porque eso la mataba. ¿Y si lo que le había dicho Adriana era verdad?. No, no podía ser verdad, Adriana le había mentido. No había otra. Tenía las pruebas de su supuesta infidelidad. Y con eso le bastaba para mandar a la mierda a la cirujana.

Adriana perdió las pocas esperanzas que tenía de recuperar a la persona de su vida. Gabriela nunca iba a confiar en ella. Y cuanto antes lo aceptara, antes seguiría con su vida. Con una vida de mierda en la que la persona de su vida no estaba en ella. ¿Cómo podía vivir así?

Descargas eléctricas. (1°Historia) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora