Sentada en un rincón, de nuevo estaba sola con la oscuridad encima, la preocupación comiéndome. Abrumada de tanto llorar.
Roce de nuevo aquella pequeña navaja en mi muñeca, el color pálido de mi piel se tornó rojizo haciendo brotar pequeñas gotas de sangre.
-Dolor por dolor-susurre haciendo eco en la habitación vacía. Deje escapar un sollozo cuando escurrió la primera lágrima por mis mejillas
¿El dolor te ayuda a sanar el otro dolor?... Ironía de la vida, mi ironía. ¿Para qué lastimarme?, ¿Por qué no lastimarme?
-¡Basta!-golpee mi cabeza, una... Dos... Tres veces. -¡Déjame!...-mi voz se convirtió en un hilo.
-¿Señorita?-se escucho una voz que provenía de afuera -Necesito pasar a verla-entré abrió la puerta -¿Puedo pasar?-pregunto entrenado
-Estas adentró...-me puse de pie, me senté en la orilla de mi vieja cama
-Lo sé, es necesario-cautelosamente se acercaba a mi, tomó su tabla de anotaciones, la cual no había visto en su llegada -¿Cómo estás?-se puso de pie juntó a mi
-No estoy enferma-repetí como todos los días, fije mi mirada en mis manos entrelazadas que descansaban en mi regazo
-Lo sé cariño-sonrió y tomó mis manos -Pero tienes que dejar de hacer esto- señalo mi muñeca con muchas cicatrices secas y las nuevas marcas rojas -Por favor, porque tu no estas enferma-volvió a sonreír, tomó su tabla de anotación echó un vistazo y comenzó a escribir
-¿Le dirás?, ¿Le dirás que lo he echo de nuevo?-dije con la voz en un hilo
-¿Quieres qué le diga?-ladeo la cabeza poniendo cara de ternura. Negué con la cabeza -Bien, pero entonces tu tendrás que hacer algo por mi-se sentó a mi lado, la vi con desesperación para que hablara
-No diré nada, sólo si dejas de hacerlo por dos días-sonrió, entre cerro los ojos para esperar mi respuesta
-Yo... No sé... no podré hacerlo-comencé a llorar
-Te ayudare-paso su mano por mi espalda -Pero sólo deja de hacerlo-repitió, suspire pesadamente y sonreí afirmando con la cabeza
-La primera vez que te veo sonreír, una sonrisa hermosa-río
-Gracias-dije sería
-Bien, te veré mañana-volvió a ponerse de pie -Descansa, lo necesitas, nueve horas o más, lo sabes-camino a la puerta, dio vuelta para verme -Si pasas esta noche, lo harás las siguientes-sonrió y se marcho.Los rayos de sol entraban por la pequeña ventana.
-Mhmmm...-murmure
-Hola-escuche una dulce voz
-¡¿Pero qué?!...-desperté de golpe y vi a la enfermera sentada en la orilla de mi cama con un vaso
-¡Buen día!-sonrió -Toma, un poco de limonada-me pasó el vaso y espero atenta para que tomara un poco
-Gracias-sonreí débilmente
-¿Qué tal tu noche?-preguntó poniendo toda su atención en mi.
-Oscura-susurreElla no hizo ningún comentario, se puso de pie y camino a la puerta.