14.

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Ethen.

-Quizás te sé leer mejor de lo que ambos pensamos- dijo con un tono misterioso y profundo en su irritante voz.

Por suerte, mi abuelo interrumpió en la habitación librándome de dar una respuesta a su oración. Me dejó de piedra. Y lo que más miedo me daba era que pudiera llegar a tener razón, que pudiera llegar a romper la coraza que me había costado tantos años construir, a conocerme de verdad como nadie me había conocido antes. Me asustaba, me aterraba saber que esa chica iba a llegar a ser mi debilidad si no lo paraba a tiempo. Y me aterraba aún más saber que no quería pararlo.

-¿Todo bien con la comida?- preguntó mi abuelo mirándonos.

Ella se giró hacia mi abuelo con una de sus sonrisas inocentes. 

-Todo genial- dije yo intentando controlar la tensión del momento anterior.

-Me alegro. ¿Hoy no echamos una partidita?- me dijo apoyando las manos en mis hombros.

-No nos va a dar tiempo, vendré otro día. Tengo que llevar a Amber a cambiarse para la clase de ballet- le respondí volviendo a mirarla.

Ella también me miraba pero, a diferencia de mi, ella estaba sonriendo. Como siempre, con esa intención de causar buena impresión a todo el mundo.

-Bueno, entonces ya vendrás otro día. Encantado de conocerte por fin Amber.

-Igualmente señor Williams- se despidió sonriéndole a mi abuelo.

Era horriblemente preciosa. Tenía una forma odiosa y adorable a partes iguales de caerle bien a absolutamente todo el mundo nada más conocerla. 

-Nosotros nos vamos ya, avisa a la yaya de que ya nos hemos tenido que ir- dije levantándome de la silla y esperando hasta que Amber hiciese lo mismo.

Cuando se levantó, le indiqué con la cabeza que me siguiera. El bar había acabado llenándose de gente que me conocía prácticamente desde mi nacimiento, así que pasé lo más rápido posible por la sala hasta que pude salir sin sacar a nadie de la conversación que estuvieran teniendo. Amber salió poco después de mi y, sin pararse a mirarme fue directamente a la puerta de copiloto de mi coche. Yo me acerqué y, sin dirigirle la mirada tampoco, subí a mi asiento y arranqué el coche.

-Tus abuelos son muy majos- dijo tras unos minutos con un silencio sepulcral en el coche.

Al menos, no había decidido sacar de nuevo el tema del final de nuestra comida, cosa que era de agradecer sabiendo lo inoportuna y charlatana que era.

-Tú también les has caído bien, como a todo el mundo.

-No le caigo bien a todo el mundo.

Uy que no.

-Tienes razón, a mi no me caes bien, me pones de los nervios.

-Si tanto te pongo de los nervios no te habrías ofrecido a traerme a comer y a llevarme a ballet, niñato.

-Pues tienes razón por una vez, punto para ti, pero no te acostumbres.

***

Cuando llegamos de nuevo a casa, no había nadie, así que Amber subió rápidamente y se cambió sin tener que hablar o pararse a saludar a nadie, cosa que me gustó, porque no me apetecía hablar con nadie que no fuera ella en ese momento. Habiéndola avisado de que se diera toda la prisa posible para cambiarse antes de que saliera del coche, decidí esperarla sin salir. En menos de 15 minutos, ya estaba de vuelta en el asiento de copiloto, completamente preparada y con una mochila colgada en el hombro.

Ramé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora