CAPITULO 2

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El Honor de Una Dama.
Capítulo 2.

Lord William White, conde de Birmingham, miraba con aburrimiento la discusión de los Lores en la cámara en Londres nunca antes las negociaciones se habían visto tan turbulentas. Ante la amenaza de la guerra en el otro lado del mundo y la era industrial arrasando como un monzón, a veces no había opciones fáciles para tomar.

Después de dos días de ardua discusión, volvería a casa a encontrarse con los suyos, en especial con su adorada hija.

—..La próxima junta se aceptará que un miembro del consejo al menos traiga un buen té.

—Si quisiera hablar del buen té, estaría en casa degustando con mi hija las muestras que le envía Madame de la Roux en sus viajes.

—William ¿Cómo permites que Candice se junte con esa meretriz?

—Esa meretriz, si mal no recuerdo, es la hermana de su madre —Espeta el caballero girándose para encarar a su acompañante —Ambas compartían placer por las artes, deportes y las aventuras. No le quitaré a mi única hija la oportunidad de compaginar con su familia materna.

—Aun no entiendo de verdad su insistencia en pregonar sus mercancías aquí ¡Que se quede de una vez en América!

—¡Lo hace por Candy! Así que, si me disculpan, creo que hoy degustare té de jazmín, enviado por el emperador de China y galletas de zanahoria con pasas. El último invento de mi hija.

El caballero se colocó su sombrero y con la elegancia y la distinción inglesa que lo caracterizaba, se dirigió a través de las escalinatas.

—¡William! —Llamo un hombre bien vestido acercándose al caballero —Que gusto verte.

—El mío también, Arthur ¿Cuando volviste?

—Llegue hace un par de días de América ¡Ese lugar es una locura! No entiendo cómo es que viven sin control.

—No hablemos de ello. Me enteré de que tu hijo ahora es capitán de la armada inglesa.

—¡Si! Es mi orgullo, estará en Brighton pronto para ser recibido con bombos y platillos. Y por supuesto, en la fiesta de Madame de la Tour la semana que viene. Espero que estés presente con tu hija.

—¡Por supuesto! —Dijo con pocos ánimos —Candice y yo estaremos presentes.
—El miércoles próximo a las ocho de la noche. Sean puntuales.

En el fondo era una mentira, solo que, al ser ese hombre alguien cercano no podía hacerle el desplante de no ir a esa absurda fiesta.

—William... ¡Qué placer! Me encantará verlos a los dos entonces. Tu sabes cuánto mi hijo está encantado con Candice.

—Lo se... ella le abrió la cabeza a tu hijo con una sartén —Responde avergonzado el hombre por los actos de su hija cuando era más chica.

—Son cosas de niños, ellos crecen y evolucionan.

—Creo que Candy no mucho —Dijo a lo bajo el hombre.

—¿Dijiste algo, William?

—¡Ah, nada! Nada, que sería bueno que nos emparentaramos, je, je, je —Escupio nervioso.

—¡Genial! Entonces nos veremos pronto, amigo —Se despide el caballero haciendo un ademán y dirigiéndose a su carruaje.

El hombre resopla cansino ante el compromiso que se había enredado, ya se imagina como se pondrá su hija cuando lo sepa... no era muy dada a esas reuniones y por razones demasiado obvias.

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