Algo inesperado.

196 31 106
                                    

La mañana era acogedora, el viento soplaba fuertemente, apoderándose de mí, haciéndome saber que se acercaba el invierno, y que el pueblo estaría pronto cubierto de nieve. Me sentía libre en ese momento. Mis manos sostenían las manillas de la bicicleta y los mechones de mi cabello rozaban mi cara gracias al imponente viento, llegué a pensar que me caería de la bicicleta, pero no fue así.

La neblina cubría al pueblo en su gran capa nuevamente, todo era borroso o al menos así parecía. Las luces de los autos se daban a revelar a mi lado y vários ruidos fuertes de cornetas que invadían mis oídos y me hacían alterar un poco, también.

El sol trató de alumbrar el camino con un mínimo hilo de luz, ya que las grandes y grisáceas nubes lo tapaban, como algodones tapando un foco, para que los peatones y los vehículos pudieran andar bien.

Seguí pedaleando hasta llegar a mi trabajo, una tienda donde vendían discos musicales y libros. A unos metros pude notar que estaba un letrero grande en la puerta, con la palabra <<Cerrado>> escrita en el.

Eso me pareció muy extraño, mi lugar de trabajo era una gran tienda donde vendían muy buenos libros y discos; las personas acostumbraban a ir casi todos los días, y nunca estaba cerrado. Mi jefe "el señor Magnus" siempre tenía las puertas de su local abiertas, nunca las tenía cerradas, así que supuse que algo no estaba bien.

Dejé la bicicleta recostada en una de las paredes de la tienda y me dirigí a la puerta de la misma, pasé mis manos por el letrero y procedí a asomarme por los grandes ventanales de la tienda, algo me decía que el señor Magnus podía estar allí adentro. Miré a través de lo ventanales, y cuando ví que no había absolutamente nadie, solo vários estantes repletos de libros y discos, quedé en la conclusión de que no había ni un alma adentro.

Sentí a alguien toser detrás de mí, y enseguida me dí vuelta. Era el señor Magnus que venía directamente a mi, con una gran sonrisa.

El señor Magnus era un señor de cincuenta y ocho años de edad, era alto, nunca supe cuánto medía, pero yo le calculaba unos 1,84 o hasta más, tenía tez morena, era calvo, no cargaba ni un pelo en su cuero cabelludo y se podían notar con claridad las arrugas que se marcaban en su frente, debajo de sus ojos y en sus mejillas.

-¡Señorita, Vanie!-dijo el señor Magnus cuándo ya estaba más cerca de mí, él acostumbraba a llamarme por mi segundo nombre "Vanie", cosa que no me gustaba mucho.

-Mejor, señorita Alex-le corregí con una pequeña sonrisa. Él rió.

-Si. Se que no le gusta que la llamé así, y por eso lo hago, para molestarla, ¿Pero cómo le gustaría que la llamé?, ¿Señorita Vanie Blain?

El señor Magnus seguía con su intento de hacerme molestar, pero no lo iba a lograr, la etapa de molestarme por mis nombres y mis apellidos, había pasado, aunque nunca me habían gustado mi segundo nombre y mi segundo apellido.

-No-mostré otra sonrisa fingida-no me llame por mi segundo nombre, ni mi segundo apellido. Mejor dígame, Alex Coulent-le volví a corregir y soltó otra risa.

-Ya, perdón, ¿Cómo está, señorita Alex?

-Bien, aunque un poco confundida.

-¿Confundida?, ¿Por qué?

-Porque llegué un poco tarde-saqué el celular del bolsillo del pantalón para revisar la hora-, son las 8:35 y usted abre la tienda a las 6:00, y aún no ha abierto la tienda.

Él me miró y pasó su mano por su frente.

-Si, con respecto a eso. Tenemos que hablar algo, señorita Alex-me pasó por un lado y se acercó a la puerta de la tienda para luego abrirla. No quitó el letrero que informaba que el lugar estaba cerrado, y eso me pareció muy extraño, tomó la puerta con una mano y me hizo señas de que pasara.

CASS don't let it outDonde viven las historias. Descúbrelo ahora