Capítulo 32. La huida

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Gabriela no podía seguir así. Para ella estaba siendo un suplicio. Quería estar con Adriana pero no confiaba en ella. No podía volver con ella si en la relación no había confianza. Para ella, en una relación, era básico que hubiera fidelidad, confianza y respeto. Sin esos cimientos la relación no se sustentaba y por consiguiente se iba a pique. Así de simple.

Cuando se enteró que en la otra clínica de la misma compañía estaban buscando una psicóloga, decidió hablar con recursos humanos para ver si era posible que la cambiaran de clínica. Quería desaparecer por completo de la vida de Adriana. No confiaba en ella y sabía que el tenerla cerca le iba a hacer mucho daño. No quería estar metida en una relación tóxica. Sólo había un problema. La otra clínica estaba cerca pero en otra ciudad. Bueno, tal vez era lo mejor para no volver a caer en la tentación de volver con Adriana. Esa relación estaba destinada al fracaso. Y ella como psicóloga, sabía que no le convenía. Así que habló con sus amigas para comunicarle la decisión que había tomado al respecto. Los de recursos humanos le dijeron que por supuesto podía cambiar de clínica ya que estaban muy contentos con ella y si algún día se arrepentía, podía volver a la clínica donde siempre había estado trabajando pidiendo un traslado. 

Sus amigas aceptaron su decisión. Sabían que por el bien de Gabriela, ésta necesitaba poner tierra de por medio y alejarse de Adriana. Tal vez era lo mejor para las dos. Pero eso sí, cuando Adriana se enterara de que Gabriela había pedido cambio de destino le dejaría el corazón hecho trizas. Eso la  acabaría de rematar. Y así fue, Adriana no levantó cabeza en todo el tiempo que Gabriela estuvo ausente. No se podía creer que Gabriela hubiera decidido marcharse. Algo en su destrozado corazón le decía que Gabriela la quería y acabaría volviendo con ella. Pero eso solo pasaba en los cuentos de princesas. La realidad era bien distinta. Y ahora tenía que aprender a vivir sin la persona de su vida. La cual ni siquiera se dignó a despedirse de ella. Pero en realidad, ¿para que se iba a despedir Gabriela de ella?¿Para hacer más difíciles las cosas? Se notaba que Gabriela era psicóloga y se sabía muy bien la teoría y ésta la aplicaba a las mil maravillas a la práctica. Gabriela sí que conseguiría ser feliz. Ella aunque era una mujer exitosa profesionalmente hablando, no tenía las herramientas necesarias para serlo en su vida personal.

Durante el tiempo que estuvo fuera, Gabriela había quedado con sus amigas que éstas no le hablarían de Adriana. Era lo mejor para su salud.  No saber nada de la cirujana. Así podría empezar de cero, una nueva vida en una nueva ciudad. 

El tiempo al principio pasó muy lento para las dos. Pero poco a poco ambas fueron tirando para adelante, eso sí, costándoles horrores. 

Adriana conoció a alguna chica, pero ninguna se asemejaba a su Gabriela. Intentaba encontrar y descubrir el olor de Gabriela en las otras pieles femeninas en vano. Y un requisito en las mujeres que buscaba era la edad. Tenía rotundamente prohibido acostarse con alguna mujer menor de 30 años. Y sólo las quería para eso. No quería nada serio con nadie. Su corazón ya se lo entregó a Gabriela y ahora mismo vivía sin él. Así que no tenía ya nada que ofrecer a otra mujer, sólo sexo y diversión. 

Adriana se acabó acostando unas cuantas veces con Natalia. Era un secreto a voces que la enfermera estaba colada hasta los huesos de la cirujana. Y a ésta la enfermera le gustaba. Pero solo para distraerse. Para nada más. 

A Gabriela le pasó algo parecido. Pero para ella le daba igual la edad de la mujer con la que se acostaba. Sólo necesitaba distraerse, y para eso le daba igual que tuviera veinte que cuarenta.  En la nueva ciudad se encontraba muy sola. Necesitaba salir a conocer gente, porque por lo menos trabajando de auxiliar aún podría conocer gente en la planta en la que trabajara, pero de psicóloga lo tenía más complicado. Se relacionaba menos con el personal sanitario que cuando trabajaba en planta. 

Como quería ocupar su tiempo para no dedicarse solo a trabajar, se decidió a estudiar un máster en Psicología General Sanitaria, ya que le permitiría en un futuro trabajar como psicoterapeuta y así tendría la posibilidad de tener su propio despacho. 

El máster lo empezaría en dos semanas, además tuvo suerte que se impartía por las tardes. Ella salía de trabajar a las 3pm. necesitaba conocer gente y tener su mente ocupada. Quién sabía si en el máster podría conocer a alguien. Ella estaba abierta a todo. No estaba para ponerse exquisita estando más sola que la una. 

Las dos semanas pasaron rápido y Gabriela se encontraba de nuevo en la universidad para empezar las clases.  Tenía asignaturas que le llamaban mucho la atención tal como intervención en neuropsicología y otras que le parecían tediosas como Áreas de aplicación en psicología de la salud. Bueno, por lo menos iba a estar tan ocupada entre el trabajo y los estudios que no tendría tiempo para pensar en Adriana. De eso estaba segura. 

Gabriela entró en el aula donde se iba a impartir la primera clase. Y justamente era la de Intervención en neuropsicología. Así que pondría todo el interés posible. Y vaya si lo pondría...Cuando viera a la profesora que iba a impartir esa asignatura, los ojos se le abrirían como platos y toda su atención iría dirigida a esa preciosidad de mujer que tendría en frente. 

La profesora entró en el aula con mucha confianza y seguridad en sí misma. Llevaba una blusa beige ajustada con varios botones desabrochados que le dejaban ver parte de su escote, con una falda blanca que le llegaba hasta las rodillas y unos zapatos de tacón del mismo color que su blusa. Su pelo era castaño oscuro y lo llevaba algo largo. A esa mujer le gustaba dejar claro quién era el centro de atención en su clase porque todos los alumnos la miraron como si sólo ella estuviera en el aula. Estaba acostumbrada a tener esa primera impresión en sus alumnos, así éstos la respetarían.

La profesora hizo su presentación mirando hacia todos los alumnos, pero de repente, se quedó mirando unos divinos ojos color mar...No podía sacar los ojos de esa preciosidad, mientras hablaba y se daba a conocer. 

-Hola, me llamo Eva Aranda y soy catedrática de la universidad.  Para que me conozcáis un poquito más, mi doctorado trató sobre los efectos de las lesiones frontales y del envejecimiento en las funciones ejecutivas y la memoria- Ella siguió hablando mientras todos la miraban embelesados, Gabriela incluida. Pero la doctora estaba en las mismas, no podía quitar sus bonitos ojos color café de los ojazos de Gabriela. Y eso que la estaba viendo de lejos, ¿Qué pasaría cuando la tuviera bien cerca y sus ojos color café miraran directamente a los ojos color mar de Gabriela?

Cuando acabó la presentación, y teniendo a toda la clase en el bote, finalizó con una preciosa sonrisa dirigida a Gabriela. La joven que estaba sentada al lado de Gabriela, se dio cuenta de lo que hubo entre las dos mujeres, y no pudo hacer otra cosa más que sonreír también. Gabriela la miró sonriente. Se percató de todo. 

Cuando acabó la clase, la profesora recogió sus cosas y pasó al lado de Gabriela. Quería mirarla directamente a los ojos y verlos bien de cerca, y joder, cuando vio a Gabriela de cerca la doctora por primera vez en su vida se sintió más pequeña que la otra mujer. Nunca le había pasado nada igual. Ella tenía mucha seguridad en sí misma. Pero esa preciosa mujer la hizo bajar a la tierra con solo una mirada. Enseguida retiró la mirada de los ojos de Gabriela y se despidió de ella como pudo. ¿Qué había sido eso?¿Qué había pasado en ese aula entre esas dos mujeres?.

-Hola compañera...Vaya, a la profesora parece que le has llamado la atención, ¿No te parece?

-¿Qué? ¿Tú crees?. Me llamo Gabriela, ¿Y tú?.

-Yo soy Ángela. Encantada. Me he fijado en como te ha estado mirando durante toda la clase, y no te ha quitado la vista de encima. Vamos, que cualquiera se daría cuenta de que a esa mujer le gustas, y mucho. Aunque yo sea heterosexual, tengo que reconocer que eres guapísima...

-Pues ahora mismo no estoy yo para tonterías. Entre el trabajo y el máster, voy a estar muy ocupada, la verdad. Gracias Ángela por tu cumplido. 

-Si, te entiendo, yo también trabajo, en un centro de menores. Y la verdad que no paro ni un segundo. ¿Y tú dónde trabajas?

-Estoy en una clínica privada. 

Las dos entablaron una conversación hasta que llegó el siguiente profesor. A Gabriela le había caído muy bien y sabía que acabarían siendo amigas. Así que lo de haberse apuntado al máster, había sido una buena idea. Al finalizar las clases intercambiaron sus números de teléfono y quedaron en escribirse para ayudarse con las tareas que los profesores les habían pedido. 

Descargas eléctricas. (1°Historia) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora