Atlantis - Seafret
Era una noche oscura, una noche lluviosa. Los truenos resonaban por toda la casa. Yo estaba en mi habitación recostada sobre la cama, tenía mis audífonos puestos con la música a todo volumen. Y ahí fue donde lo recordé a él.
Sentado en la orilla de mi cama, cargando en sus piernas a mi versión de 11 años. A esa niña asustada, triste y cansada. harta de los gritos de sus padres, las burlas de sus hermanos, harta de la soledad de sus cuatro paredes. El acariciaba mi cabello mientas yo hundía mi cara en su pecho, recuerdo sus caricias, los besos que dejaba en mi frente, mientras me decía cuanto me amaba y cuanto me quería a su lado, de cuanto deseaba sacarme de ahí y llevarme muy lejos junto a él.
Recuerdo como sus manos acariciaban mi cabello largo y lacio, algo despeinado, pero eso a él no le importaba. A él le encantaba tal cual era. Decía que mi cabello suelto era una de las cosas que más amaba de mí.
— Algún día estaremos juntos, solo tú y yo — pronunció mientas yo me aferraba más a él, mis pequeños y cortos brazos no se encontraban, pero no me importaba en lo más absoluto, porque lo tenía a él.
— ¿Sin nadie más? — pregunté mientras las lágrimas aún brotaban por mis mejillas.
— Sin mamá, Sin papá, Sin tu familia, Sin absolutamente nadie más — dijo secando mis lágrimas con su pulgar — solamente nosotros dos. Tu descansando en mi regazo mientras acaricio tu hermoso cabello, mientras tú te quedas lentamente dormida entre mis brazos, por siempre.
— ¿Me lo prometes? — dije con voz quebrada.
— Te lo prometo, Dulzura — dijo mientras levantaba mi cabeza, sus dedos puestos en mi mentón para eliminar la distancia entre ambos y así darme un pequeño beso — Te adoro, Mi princesa.
Yo siempre soñé con ser una princesa, como cualquier niña. y el hecho de que el me considerara una princesa, Su princesa, me provocaba una sensación extraña pero muy agradable.
El tiempo pasaba y el sueño se apoderaba cada vez más de mi cuerpo, él lo notó y me recostó en la cama mientras acariciaba delicadamente mi rostro con sus largos dedos. Sentir su tacto en mi rostro me generaba una tranquilidad inimaginable. Luego el me arropó perfectamente bien a la cama y dejó un beso sobre mi frente.
— Que tengas dulces sueños, bonita — pronunció alejándose de mí y mezclándose con la oscuridad de mi desolada habitación— Jamás olvides que siempre estaré ahí para ti, Te amo, Dulzura — dijo para luego desaparecer en la espesa oscuridad.
—Y yo a ti — pronuncié de último, para luego dejar que el sueño me dominara por completo.
Regrese a mi presente, esa noche lluviosa. Donde los truenos eran lo menos que me atormentaban. El presente en el que ya no quería seguir, en el que él ya no estaba a mi lado.
Después de recordar todo eso fue inevitable que mis ojos no se inundaran de lágrimas, Esos últimos días habían sido una tortura para mí. Solo eran gritos, peleas, insultos, humillaciones, estrés y angustia. Tenía miedo del futuro, ¿y si nada cambiaba? ¿y si todo empeoraba? ¿y si llego al punto de no poder más? ¿La muerte será tan mala como dicen? ¿existirá ese tal paraíso? ¿podré entrar en él?
Todas esas preguntas, me perseguían todo el tiempo. Me mantenían despierta cada noche, y pasaban cuenta la mañana siguiente donde apenas me podía sostener. Todos esos sentimientos reprimidos, estaban cada vez más cerca de explotar y yo no los iba a detener. Y el hecho de que no tenía a nadie con quien confesar mis penas, con quien desahogar mi dolor, no tenía un hombro en el cual llorar, eso lo empeoraba todo. ¿Qué hubiera pasado si él hubiera regresado? ¿si no me hubiera abandonado? Las lágrimas no paraban, Me estaba rompiendo y no tenía a nadie a quien le importara. O bueno, ya no lo tenía.
— Me mentiste — solté dolorosamente — Creí en ti y tú me mentiste — pronuncié acompañado de sollozos ahogados entre mis sabanas.
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Relatos Cortos De Una Chica Inestable
RandomEstas viviendo la vida de otro, y lo estas haciendo mal por que no eres feliz...