Capítulo 5: Conexiones y llamados

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Siendo domingo por la tarde y sin tener nada interesante que hacer ya que Sahara salió con sus amigas y Nathan está ocupado perfeccionando su nueva receta de pie de arandonos, esa fué su excusa para decir que no podía venir a pasar la tarde conmig...

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Siendo domingo por la tarde y sin tener nada interesante que hacer ya que Sahara salió con sus amigas y Nathan está ocupado perfeccionando su nueva receta de pie de arandonos, esa fué su excusa para decir que no podía venir a pasar la tarde conmigo pero prometió que prepararía uno de esos pies especialmente para mí para compensarmelo.

Dándome cuenta de que mi tarde iba en camino a ser aburrida decidí salir a caminar por las calles de Kensaiz, el sitio es grande y a penas me mudé, hay mucho que no he visto, así que supongo es muy buena idea y me aseguro de ello cuando me acerco a la extensión de terreno con lindos árboles y juegos para niños. 

Empiezo a tomar fotos del cielo con mi celular, me siento un rato en los columpios a recordar como me sentía cuando mis primos mayores me empujaban en uno y yo sentía que podía llegar hasta el cielo y tocar las nubes, era increíble sentir que estaba a punto de tocarlas, que estaban a punto de pertenecerme, era una sensación mágica.

Me aventuro en el parque grande caminando por las orillas del lago apreciando mi reflejo en el agua, siendo consciente de como el viento crea corrientes y formas en esta, hay una fuerza atrayente en el ambiente, se siente, es casi palpable, al menos para mí que soy de notar detalles, creo que no muchas veces por aquí se ve un cielo frío, es de esos días donde no es pintado con colores cálidos para crear un atardecer, si no que más bien es en decadentes tonos azules, algunos claros como el agua del lago que admiro y otros más oscuros llamando a la noche y las pequeñas nubes están de testigo.

Siento pasos cerca de mí, como si se acercaran, pero al voltear no hay nadie, redirijo mi vista hacía el lago y veo no muy claramente una figura detrás de mí, mirandome, veo la figura de un chico, pero nuevamente al voltear no hay nadie, miro por mis al rededores y tampoco hay nada, vuelvo a mirar al agua y nuevamente se mueve con la corriente, solo eso.

Juro haber visto algo, no creo que hayan sido ideas mías, pareció real, los pasos también se escuchaban muy reales, pero no había nada al voltear, de todos modos sigo caminando ya para dirijirme a casa, pero llaman mi atención dos personas que están sentadas en una banca, un chico y una chica, no parecen conversar, solo están sentados uno junto al otro, el chico levanta la cabeza y me ve, y lo veo, de nuevo es el mismo chico que he visto varias veces, sus ojos y los míos una vez más vuelven a mantenerse fijos entre sí, siento una corriente pasar por mis brazos, algo que me congela un momento, de nuevo es una sensación extraña lo que me provoca, pero estando indispuesta a quedarme perpleja ahí sigo con mi camino, como si nada hubiera pasado, como si no fuera la segunda vez que siento esto en una circunstancia parecida a la anterior, como si no me hubiera asustado esto y lo del lago.

Al volver a casa Sahara ya ha llegado y me alegra eso porque ya no estaré aburridamente sola.

—¡Volviste!—Exclama mi prima desde la cocina—¿Dónde habías estado?

Sigo su voz y la encuentro enguyendo fresas con crema, —Salí a dar un mini paseo—le informo—¿Ya viste el cielo? Está precioso.

—Ni idea de qué hablas, está como siempre, supongo—es todo lo que dice encogiendose de hombros y llevando otra fresa a su boca.

Todo lo que no eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora