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¿Pero qué estaba pasando?

Era lo que se preguntaba cierto country de cabello bicolor.

- Buen día, ¿cómo ha estado? -le preguntó uno de los guardias- ¿necesita algo?

Ya era el cuarto que le saludaba de igual forma.

- Buenos días, yo... am... -sacudió su cabeza para quitarse la cara de sorpresa- Estoy bien, no te preocupes -sonríe amablemente.

- ¿Seguro, señor Perú?

- Sí, puedes seguir con tu guardia tranquilo.

El humano asintió con su cabeza y se retiró de ahí contento, dejando solo al bicolor. El de menor altura se le quedó observando hasta ya no tenerlo a la vista y suspiró. Este día era muy... raro.

Usualmente, sus guardias casi no le dirigen palabra. Son cordiales y amigables, pero casi no interactuaban. El trabajo de ellos era vigilar en todo momento y él no quería distraerlos o los metería en problemas. De todas formas, ellos no parecían tener interés en iniciar una conversación más allá del "Buen día".

Esto era nuevo para el omega, pero... no estaba mal...

Se sentía cálido.

Decidió seguir con su camino en, lo que él consideraba, el jardín. Antes no lo era, pero gracias a sus esfuerzos ahora habían arbustos y flores en la parte trasera de su casa. Al menos, cuidar de sus plantas mantenía su mente relajada. De todas formas, no había mucho por hacer ahí.

- Señor Perú, tiene visita -se acercó un guardia para avisarle.

El country dejó lo que hacía y fue rápido a ver quién era. Normalmente, las visitas que tenía eran programadas o avisadas con tiempo. No solo esto era algo poco común, sino todo lo que consistía en ese día. Si su instinto no le fallaba, esto pudo ser provocado por algún factor externo.

¿El plan que aceptó estaba dando frutos?

En la entrada, se encontró con su hijo Tacna.

- ¡Mamá! -corrió hacia el mayor para abrazarlo, el cual solo rio y correspondió el abrazo. El considerado menor entre sus hermanos era uno de los pocos que veía a Perú como figura materna más que paterna.

Esto el blanquirrojo no lo recriminaba. Después de todo, los omegas hombres eran considerados como "madres".

- ¿Qué te trae por aquí, mi wawa? -preguntó cariñosamente el mayor una vez que ambos ingresaran a la casa.

- M-Mamá, yo... -titubeó un poco el menor- primero, vine a preguntarte unas cosas y quiero que seas sincero.

Perú se sorprendió al ver el rostro de seriedad y temor de Tacna.

- Sabes que siempre soy sincero con ustedes, así que dime lo que quieras.

El menor relajó su expresión.

- ¿Has tenido contacto con alguien de afuera?

- Además de mis hijos y políticos... sí, lo hice.

- ¿C-Con quién?

- Realmente, no estoy seguro porque no lo vi cara a cara...

- ¿A qué te refieres?

El mayor suspiró y se levantó para traer una pequeña caja consigo.

- Solo... confía en mí, ¿si? -mencionó antes de entregarle un papel doblado con cuidado.

El tacneño asomó su mano para tomar el papel y leer lo que contenía. El ambiente estaba medio tenso, pero no se sentía gracias a que Perú había sacado sus feromonas para tranquilizar al menor.

Hijo de la luna (Perú Harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora