Prólogo

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¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando te dicen "viaje"?

A mí felicidad, por ejemplo, y me imagino un cómodo hotel que puede que tenga piscina, nunca se sabe. Pero seamos más específicos ¿qué piensas cuando te dicen "campamento"? En este caso no es tan sencillo como pensar en felicidad pero no deja de ser emocionante.

Yo pienso en una humeante fogata, tal vez con un chico guapo tocando la guitarra y algún que otro delicioso s'more. Sobre todo, indudablemente pienso en acogedoras cabañas de madera que me cubran del frío y la intemperie; porque sí, yo no soy la clase de chica que duerma sobre el suelo en una carpa o comparta espacio vital con cualquier tipo de insecto.

Una vez dicho esto, tendré que decepcionarlos porque "campamento" en el vocabulario de mis padres aparentemente significa: animales salvajes, tierra volando por todos lados, ropa aburrida color caqui... y sombreros realmente feos. Sin hablar del hecho de no poder dormir en una verdadera cama y estar incomunicada del mundo prácticamente cada día.

A esta altura deben creer que mis padres me odian e intentaron matarme sutilmente, les aseguro que esa idea también vagó por mi mente muchas veces, pero siempre dijeron lo contrario. (Todavía tengo mis serias dudas, para qué negarlo).

La cuestión es que ahí estaba yo, con mis muy jóvenes e inexpertos quince años como para ser la cena o el almuerzo de un rinoceronte en la sabana africana, y con la maldición de mi extraño nombre haciéndome compartir la carpa (sí, tenía que dormir en una casa de tela, no hay castigo un poco más cruel) con un chico al que ni siquiera conocía. Fácilmente podía ser un asesino en serie y nunca lo sabría.  

Mi nombre es Carline Evans y, como ya habrán deducido, pasé el verano de mis quince años en un proyecto de "Convivencia natural" en África, alejada de cualquier civilización. A mis padres -ambos amantes de los animales de cualquier especie o tipo, como se diga- les pareció una idea "maravillosa", textualmente sacado de sus palabras.

Claro, yo no estaba de acuerdo en lo absoluto, por mí hubiera bastado con un nuevo traje de baño como regalo de cumpleaños y dejarme hacer una "pool party"[1]; pero no, así no es como ellos se comportan, mi regalo debía ser una salvaje expedición ultra peligrosa en otro continente. Son padres muy normales, ¿no?

Obviamente esa no era mi idea de verano perfecto ni de lejos, mucho menos de viaje ideal, pero mi madre tiene un dicho y es "todo ocurre por una razón". No es de su propiedad por supuesto, sólo es algo que suele decirme para evitar que me ahogue en un vaso de agua. Lástima que esos dos meses ella no estuvo a mi lado y me ahogue más de mil veces en mucho menos que un charco.

De todas formas, a pesar de todo mi sufrimiento previo, África me hizo comprender que incluso en las situaciones más aterradoras e indeseables siempre podemos fortalecer nuestras debilidades con la motivación adecuada. Mi motivación a partir de ese momento tuvo nombre y apellido: Cedric Wilson.

No entraré en detalles sobre él ni diré por qué en mis sueños solía aparecerse con un taparrabos y el cabello alocado como si fuese Tarzán, porque nada le haría justicia; aún así, tengo una justificación muy adecuada para mi imaginación (que ojalá se me hubiera ocurrido en aquél entonces), y es que me encontraba en plena adolescencia. Ya saben, hormonas y demás boberías incontrolables. ¿Irrefutable, verdad?

Ya sé, me convertí en un genio.


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 Glosario:

[1]Pool party: Fiesta de piscina



El corazón de ÁfricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora