Un cambio

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¿En otro día las cosas serían diferentes?

No lo creo... Estudié, luego trabajé, tuve una familia, hice lo que todos esperaban de mí, lo que me enseñaron de pequeño, lo hice, y aún así no soy capaz de ver el final de esta cuerda.

¿Estaba bien así?

No lo creo... El hueco en mi estómago no deja de sangrar. Parece ridículo, pero mientras más lo veo, más recuerdo al lavatorio del baño que gotea desde hace un año. Ese soy yo. Un lavatorio averiado que nadie quiere reparar, ni siquiera yo.

La puerta se abre, el rostro de preocupación en mi mujer, corre y deja al bebé en su pequeña sillita. Sonrio, cada día encuentro una nueva expresión en ella y eso me encanta. Nunca la vi tan aterrada. Me habla, pero no oigo nada, apenas mantengo los ojos abiertos.

Toma mis mejillas, me abraza empapándome los hombros, se aleja y ve mi herida. Quiero levantar aunque sea mi mano. Cuesta como si pesara mil kilos, pero lo hago, debía hacerlo porque si no, no podría tocar su rostro una última vez.

¿Estaba bien así?

Mi vida era la solución. La vista se me cierra, no alcanzo a mirar sus ojos, supongo que le pedía mucho a la muerte. Siento la palma chocar contra el azulejo, y ya nada.

El viento... Un mundo negro, nuevo. Sin cuerpo. Soy consciente de mi muerte, pero jamás pensaba que aun después de ella, el viento se podría palpar, como si fuera omnipresente, tal vez sí.

-¿Estás bien?

-Eso creo.

-¿Reíste?

-Mucho.

Un niño hablaba y yo respondía sin dudar, era instintivo.

-¿Quién eres? -logré preguntar cuando la voz se apaciguó.

-Soy yo -Respondió alegremente.

-Ya veo, ¿Te puedo pedir...?

-No puedes -respondió como si ya supiera lo que estaba por decir.

El silencio podría haber durado miles de años o solo un segundo, hasta que una luz apareció. Un pequeño niño salió de ella, no veía su rostro, pero sí la sonrisa.

Cálida. Pura.

Lo conocía, y él lo sabía.

Sabia sus sueños, sus miedos.

Lo había perdido en algún momento de mi vida y nunca pude regresar a por él.

-Te extrañé.

Desapareció ante mis palabras. La luz se retorció en oscuridad.

-Desbordado de deseos -Su voz era juzgadora, igual a la mía.

-¿Estoy en el infierno?

-¡Abandonas!

-Si.

Un ser con mi reflejo, se aleja sin quitarme la vista.

-Has dejado a tu familia por tu cobardía.

-Lo sabes igual que yo.

-¡Te equivocas! Yo no soy tu, soy lo que quieres tú.

-Me has matado.

Sus ojos no paraban de observarme, pero luego de mis palabras, no despegó sus labios. No había condena sin juez, por lo que el niño volvió.

-Solo tenemos en común una cosa. Que los dos estamos muertos -Su voz era juguetona-. Aunque uno de los dos podrá revivir, y los dos sabemos que tú no eres la primera opción.

Cuando ellos no creen en ti, solo queda morir. Mi decisión fue suya y yo la acepté, aún más al abrir mis ojos.

Que el llanto no opaque lo que quiero:

El otro extremo de la cuerda.

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⏰ Última actualización: Mar 23, 2023 ⏰

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