Capítulo 1: Leonard

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Todos estamos en clase cuando llega. Dos soldados la llevan a rastras y ella no pronuncia palabra. Ni siquiera cuando la dejan en medio del corredor y todos salimos a mirar abre la boca. Sólo nos observa. Hay algo en su mirada que me hace querer irme. Peligrosa. Así es su mirada. Como si algo horrible le hubiera pasado. No. Cómo si hubiera hecho algo horrible. Se levanta tan rápido que no nos da tiempo a reaccionar. Es alta. Parece tener unos dieciséis años, aunque probablemente tenga más. La delgadez rejuvenece diez años. Y ella esta en los huesos. Casi espero que se haga añicos allí mismo. Gira sobre si misma y su pelo negro se balancea sobre sus hombros. Parece estar haciendo un recuento. Treinta chavales, ¿a cuántos podré inutilizar antes de que me inmovilicen? La respuesta podría ser ninguno. Después de todo, somos impuros. Genéticamente modificados. Pero ella también lo es. Y eso es un problema. Las posibilidades son infinitas. Rapidez, reflejos, inteligencia, fuerza... Aunque eso último lo dudo. Su pulsera no es visible, pero está claro que no es normal. Tiene ese aire sobrenatural que emitimos. Agarro mi bastón con fuerza y le hecho una mirada a Addie. Parece curiosa por la chica. Espero que no se encariñe mucho con ella. Sus posibilidades de morir en la próxima semana son altas. Pero dudo que eso le importe. Siempre me dice que debo de dejar de ser tan pesimista. Yo le repito que sólo soy lógico. Y la lógica me dice que esta chica no durará mucho sin gritar. Cómo mucho hasta medianoche.

Tonto. Los gritos no empiezan a medianoche. No empiezan y punto. No es lo normal, y yo llevo toda la tarde esperando a que comiencen . Casi llego a pensar que ya la habían matado. Sin duda, la chica se lo merecía. Después de su vuelta intimidatoria huyó. Digo huyó y no intentó huir porque llegó hasta la calle. Es un gran logro. Hasta que la encierran en el Sótano.

El sótano es el peor lugar donde te pueden llevar. Todavía tengo pesadillas de mi incursión forzada el año pasado. Hackeé el ordenador principal y me pillaron. Cuando salí de allí el día siguiente hubiera preferido que me tiraran al mar. Y el mar da miedo. Da mucho miedo.
Estoy sentado en mi escritorio fingiendo estudiar desde hace tres horas. Noto el ojo de la cámara apuntando a mi espalda. Llevo tres horas haciendo un programa para hackear las cámaras del Sótano. Sé que hay cámaras porque cuando estuve allí rogué a quien fuera que estuviera detrás de ellas que me ayudara. Nadie vino. Ahora me toca a mí estar detrás de ellas.

Al fin he acabado el programa. Lo integro a mi sciam y lo lanzo. En un minuto la cámara de mi cuarto está en bucle y el vídeo de lo que se está produciendo en el Sótano se reproduce en mi pared en forma de holograma 3D. Hay que decir que este internado tiene una pasada de tecnología. Y yo soy un hacker de primera.

La chica no cesa de repetir la misma frase:

- No lo recuerdo

Hay que tener agallas para mentir a los tormentum, los mejores (o peores) torturadores de toda Galaxia. Sin embargo, la chica no cambia su respuesta. Yo conozco muy bien los métodos que usan para hacernos hablar y su reacción me sorprende. ¿Cómo puede aguantarlo? Una voz se eleva sobre la suya:

- ¿Por qué no llevas tu sciam? ¿De donde vienes? ¡Contesta!

- Nunca he tenido uno- responde con calma

La chica está atada. No por cuerdas normales, no. Eso sería demasiado piadoso. Se tratan de verdaderas cadenas de hierro, que tintinean cuando se retuerce. Tres soldados la rodean y parece diminuta a su lado. Sin embargo, tiene una expresión de extrema resolución en su rostro, como si pensara que les haría falta más que eso para hacerla gritar. Se equivoca. Apenas han empezado. Me fijo en su rostro e intento memorizarlo. Pelo negro ondulado, ojos verdes brillantes y piel pálida, como todos. Tiene un moretón en la mejilla y muchos más en su cuerpo que evito mirar. Esos cabrones la han dejado en ropa interior. Son dos hombres y una mujer, todos vestidos de blanco y con el rostro cubierto. No por miedo a ser reconocidos sino simplemente para inspirar temor. El soldado de la derecha le pega una bofetada que oigo desde aquí y...

- Memoria. Mutación cerebral en la zona de la memoria.
-¿Grado?
- Choque psicológico fuerte.
-¿Es posible invertirlo?
-No lo sé. Juro que no lo sé.

Esto explica la falta de gritos. No les ha dicho nada porque no sabe nada. Probablemente no sepa ni su edad. Los soldados parecen satisfechos. La del medio la desencadena y la chica se estrella contra el suelo. No hace ningún esfuerzo en levantarla. Se incorpora con cuidado y se agarra las sienes. Sé lo que se siente. Pero ella lo lleva mejor que yo. No se desploma entre convulsiones, ni llora. Avanza paso a paso y sale de su infierno personal. Apago la grabación. Suficiente. Además, dentro de poco será mi nueva compañera de cuarto. Quito la cámara del bucle y me subo a mi cama. Pulso en el botón y se eleva hasta llegar a un metro y medio del suelo. Después espero pacientemente a que llegue la chica.

No me hace esperar. Dos minutos después está aquí, chorreando de agua y cubriéndose cómo puede. Agarra el albornoz de la percha y se lo pone a toda velocidad. Enciende la luz. Es bonita. No cómo Addie, éterea y casi irreal. No, no es cómo ella en absoluto. Es como una mala hierba a la que le da igual todo con que sobreviva un día más. Muy presente. Pero no se puede confiar en ella, en Galaxia no se puede confiar en nadie.

-Hola.

Desvío la mirada e intento dormir. Ella no vuelve a intentar entablar una conversación. Sin embargo la oigo respirar. Inspira y expira despacio, sin prisas.

Iris MundiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora