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Yoongi camina en dirección a las gradas de la universidad que rodean la cancha de algún deporte que no está dispuesto a tomar en cuenta. Necesita un tiempo a solas y, por el momento, en su urgente necesidad, es el único sitio que pocas personas concurren. La universidad tiene lugares más bonitos, como el miniparque donde está la fuente llena de peces o el jardín de mariposas, donde hay sombra para soportar el calor infernal que le da la bienvenida adelantada al verano.

De su mochila toma una vez más su cuaderno, del cual relee una y otra vez las simples palabras que ha escrito pensando en Hoseok. Quiere arrancar la página y quemarla, pero no lo hace. Detrás de ellas están las que escribió la madrugada anterior.

Hoseok no le ha escrito. Yoongi se lo agradece hoy.

Este día piensa en él, pero también piensa en su hermano. Es momento de que tome su celular y enfrente el dolor del que huyó.

Este día piensa en Jeon Jungkook y lo llama. Más bien, llama al ala este del hogar de menores de Yeobo, el reformatorio.

Centro penitenciario para menores de Yeobo, buenas tardes —contesta una mujer del otro lado.

—Buenas tardes, señora Jeon.

Jeon Jungkook es el hermano menor de Min Yoongi. Su hermanito. La persona que ha protegido toda su vida y a quien ha tenido que dejar solo después de lo ocurrido, cuando más lo necesitaba.

—Pero tienes que ir —rogó entre lágrimas cuando Yoongi intentó desarmar sus sueños la última vez antes de que todo se fuese a la mierda.

Terminó aceptando y se odia cada día por ello.

Jeon Jungkook es su hermano menor, y hoy es hijo de un hombre que ya no existe. Una estrella podrida que lo obligaba a llamarlo papá. Una estrella oscura que dejó marcado su apellido en las dos personas más importantes de su vida con el único objetivo de diferenciarlos de él.

Te he dicho que me llames a mi celular, Yoongi.

—No la estoy llamando a usted. Estoy llamando para hablar con uno de los reclusos, si es posible.

No es horario de llamadas —dice su madre con voz seca.

Yoongi mira el reloj de su muñeca.

—Sí lo es. Puede que su reloj esté dañado, señora Jeon. —Sabe que su madre ha comenzado a lagrimear, la siente en su pecho, y se complementa con el sonido de su nariz—. Si fuese tan amable de ponerme en contacto con el recluso número ochocientos veinticinco, se lo agradecería mucho.

Yoongi tiene tatuado un 825 en su muñeca, porque sabe que podría olvidarlo. Lo más probable es que Jeon Jungkook vaya a pasar ahí un buen tiempo. Hasta que cumpla la mayoría de edad y tenga que tachar ese y anotar el número nuevo.

No le importa. De todos modos, tiene marcas peores.

Sólo cinco minutos —murmura su madre.

El lado opuesto de su celular chirrea unos segundos, sabe que su hermanito lo tiene en la oreja cuando su corazón comienza a latir con fuerza.

¿Sí? —pregunta la suave voz de Jeon Jungkook del otro lado.

—Hola, hermanito.

—Hola, hermanito

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Astronómicamente Inexacto ♫ yoonseok. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora