11. OBLIGADO

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ELEODORO

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ELEODORO

Tal como Nicolás me indicó, aquí estoy, con el traje todavía en un gancho porque me dijo que me viniera a cambiar aquí. Me toco la cara otra vez porque se siente raro ya no tener pelo. Cuánta suavidad. Hace años que no me afeitaba tanto.

—¡Nicolás! —lo nombro al mismo tiempo qué oprimo el timbre sin pausa. Minutos después, sale.

—¡Ya, qué escándalo! ¡Ay por Dios!

—¿Qué, qué pasa?

Su expresión me alarma y miro para todos lados en busca de lo que lo hizo reaccionar de ese modo. Se tapa la boca con ambas manos y abre los ojos como si hubiera visto a un fantasma.

—¡Te quitaste al menos dos décadas de encima! —exclama por fin, con su característica sobre reacción ante casi cualquier cosa que le sucede en el día.

—No seas exagerado, Nicolás —río.

—¡Pasa para que veas!

Abre la puerta del cerco, aunque no sin revisar con la mirada de que no haya gente sospechosa a los alrededores. Es un poco paranoico.

Entro y quedo fascinado con su pequeño jardín frondoso en la entrada. Evitó tocar sus plantas porque soy malo con la vegetación y no deseo que todo acabe marchitándose.

Tiene tan buen gusto. Todo es tan elegante en este lugar... Empezando por él, que incluso con ese pijama, no pierde el estilo.

—¡Ven, mira todo lo que acabo de comprar!

—A ver... —digo sin ganas. La ropa nunca ha sido algo que me llame la atención más allá de lo práctico.

Toma mi mano y me conduce entusiasmado al interior. Yo estiro la pierna derecha para cerrar la puerta de la entrada que quedó abierta.

Entramos a un cuarto donde enciende la luz. Adentro hay una cama, dos buros con su respectiva lámpara y un cubre cama acolchonado color azul. Abre la puerta del armario.

—¡Estoy seguro de que te quedará perfecta! —me quita el traje de las manos para colocarlo sobre la cama y busca en el clóset de dónde descuelga una camisa negra para medírmela por encima y arrojarla sobre la cama también—. No es por presumir, pero soy muy bueno calculando medidas. A ver, póntela...

—No debiste, Nicolás.

—¡No empieces, Eleodoro!

Lo veo, me ve, nos vemos y conteniendo la risa agrega:

—¡Ele, ya sé, perdón! ¡Ele, Ele, Ele! ¡Pero espera, que esto no es todo!

ELE (Versión Extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora