Lo Siento.

125 11 10
                                    


—Alberto, lo siento —dijo Giulia.

Luca y Alberto voltearon a mirarla, los tres estaban en la casa del árbol de la chica, mirando las estrellas, esta era la última noche que compartirían, ya que por la mañana Giulia tomaría el tren de vuelta a Génova, la carrera pasó ayer, así que después de ayudarla a empacar, los chicos aprovecharon para descansar de las emociones del día anterior, estuvieron tranquilos con Giulia y Luca tratando de explicarle a Alberto lo que eran las estrellas, pero el chico seguía con su postura de que eran peces, así que al final los dos se dieron por vencidos, y prefirieron acostarse, esperando que la comida estuviera lista, los Paguro habían regresado a cenar esa noche, parecían estar llevándose muy bien con Massimo; el trío estuvo recostado hasta que Giulia soltó ese comentario.

Ella se incorporó quedándose sentada, a lo que sus amigos la imitaron, quedando frente a ella, la chica suspiró y miró a Alberto a los ojos.

—Lo siento, por... ya sabes, como reaccioné ese día en la playa.

Se hizo un silencio incómodo, mientras Alberto miró hacia otro lado rascándose detrás de la cabeza, Luca bajó la mirada, él también lo había lastimado ese día, y en retrospectiva no sabía porque había actuado de una manera tan estúpida, quizás pudieron haberle explicado la situación a Giulia, después de todo, tras procesarlo un poco la chica no tuvo problemas con ellos siendo monstruos marinos, y lo demostró cuando llegaron a su casa, ni siquiera estaba enojada porque le mintieron, solo quería que estuvieran a salvo.

Así que, seguramente habría habido una mejor manera de manejar la situación.

—Debí haber sabido que jamás me lastimarías —continuó Giulia.

Alberto seguía sin mirarla, y tenía los ojos cerrados.

—Alberto... —pero el moreno levantó una mano, indicándole que parara, Giulia lo obedeció.

—No Giulia, yo soy quien lo siente.

Giulia y Luca abrieron los ojos, se vieron entre ellos y luego a su amigo; Alberto suspiró antes de mirarla.

—No debí... revelártelo de esa forma, ni tampoco tratar de asustarte, después de lo bien que tú y tu papá nos trataron.

Y era cierto, Alberto había estado tan enfocado en sus celos que no se dio cuenta de lo importante que era él también para la chica, por eso arriesgó su vida para salvarlos de Ercole, por eso los defendió ante la mirada crítica del pueblo entero, y algo le decía que, de haberlo tenido que hacer, también los habría protegido de su propio padre; además Massimo los había tratado como si fueran de la familia, y él se lo pagaba dándole a su hija un susto de muerte, no había sido justo.

—Y también lo siento, Luca —agregó.

La boca del castaño se abrió casi tanto como la de sus peces, ¿de qué estaba hablando? Él fue quien lo traicionó, pero Alberto no le dio oportunidad de expresar sus dudas, pues siguió hablando.

—Tú no querías contárselo todavía, tampoco fue justo ponerte en esa situación.

—Pero no debí reaccionar de esa manera —intervino—, debí pensar mejor las cosas, buscar una solución, tratar de explicarle a Giulia.

—No te deje muchas opciones —admitió Alberto—, te puse en una cueva sin salida.

Se limpió una lágrima con su brazo antes de continuar.

—Es solo que... ustedes empezaron a pasar tanto tiempo juntos, y yo había estado tan solo... que temí que me abandonarías también —admitió.

—Alberto... nunca fue nuestra intención que te sintieras solo —esta vez fue Giulia, quien se le acercó, y lo tomó de una mano—; ya sabes que a Luca le encanta aprender cosas nuevas —eso provocó que los tres se rieran—, y yo... siempre que vengo a Portorosso todos me tratan como una niña muy rara, así que cuando vi que Luca disfrutaba tanto de lo que podía enseñarle, sentí que por fin encontré a alguien que me entendía.

Alberto sonrió, sabía a lo que se refería, al parecer Portorosso era la isla de Giulia, y Luca era el que había logrado sacarlos a ambos de ellas.

—Pero eso no quiere decir que no me importes —continuó Giulia—, jamás te hubiéramos abandonado.

—Siento mucho que te hayamos hecho sentir así Alberto —le siguió Luca—, es que...

—Tranquilo, ya sé que es muy difícil enseñarle a un experto.

Giulia rodó los ojos y Luca se rió.

—No quería lastimarte, cuando Giulia me contó todo lo que podría aprender en su escuela... me emocioné de pensar que podría ir a un lugar así, y me dio miedo pensar que podría perderlo por... no ser igual —continuó Luca—, por eso grité, pero jamás pensé en abandonarte, yo quería que vinieras con nosotros.

Alberto abrió los ojos, y empezó a recordar ese fatídico día.

«Queremos saber, si podemos ir contigo a tu escuela».

«Él dijo podemos, no puedo; su intención jamás fue dejarte».

Alberto se llevó una mano a la frente.

—¡Ah! Soy un estúpido.

—Todos nos equivocamos ese día —lo reconfortó Giulia, se acercó a él y le revolvió el cabello juguetonamente.

Esta vez Albero se rió.

—Oye, también lamentó haber sido tan agresivo contigo.

Giulia sonrió encogiéndose de hombros.

—Está en el pasado, aunque aún no tienes permiso de subirte a mi bicicleta.

Los tres se rieron, luego Alberto miró a Luca.

—Y también lamentó casi haberte golpeado.

—Pero no lo hiciste, es lo importante.

Ambos chicos sonrieron entre sí, entonces Giulia puso sus brazos alrededor de los hombros de cada uno, y los atrajo hacia ella, fundiéndose los tres en un abrazo.

—Hagamos una cosa —propuso Giulia al separarse—, prometamos que desde hoy no nos guardaremos secretos entre nosotros, los Relegados seremos siempre honestos, y sí alguna vez nos sentimos solos, enojados, inseguros, o que estamos siendo apartados, nos lo diremos, estaremos ahí para apoyarnos sin importar que.

Luca y Albero asintieron con la cabeza; Giulia puso su mano al frente, y los chicos sabían lo que tenían que hacer, tras unirlas en el centro gritaron al unísono:

—¡Relejados!

Fue un lindo momento, que fue interrumpido por la voz de Daniela Paguro.

—¡Chicos, la cena!

—¡Vamos mamá! —respondió Luca.

Él fue el primero en bajar, Giulia estaba por seguirlo cuando Alberto la sujetó suavemente del brazo.

—¿Qué pasa?

—Hay algo que me gustaría hacer, pero necesito tu ayuda para lograrlo.

Y rápidamente le platicó su idea, al finalizar, la chica lo miraba con una mirada dudosa, pero al mismo tiempo, sabía que le gustaba.

—Pensé que ya no nos guardaríamos secretos.

—Mejor piénsalo como una sorpresa, y una muy buena.

Giulia sonrió, no le iba a discutir eso. 

Lo Siento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora